martes, 1 de diciembre de 2015

Domingo 6 de Diciembre de 2015

“TIEMPO PARA DESPERTAR LA SENSIBILIDAD ESPIRITUAL”

Cada una de las lecturas de hoy trae una enseñanza espiritual de vida muy grande. El tiempo de Adviento, es de esperanza; mirada al futuro, certeza de un bien que ha de llegar y para el cual conviene estar preparados y purificados. Este es un tiempo de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre (Baruc), cambio de camino (Isaías). Cambiar, para que todos puedan ver la salvación de Dios.

PRIMERA LECTURA
BARUC 5,1-9

“Dios mostrará su esplendor sobre ti”

Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da, envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo, gozosos invocando a Dios. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real. Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados y a las colinas encumbradas, ha mandado llenarse a los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios. Ha mandado al boscaje y a los árboles aromáticos hacer sombra a Israel. Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia. Palabra de Dios. 
REFLEXIÓN
La primera lectura, de Baruc, es un cántico de anuncio de gozo para Jerusalén. En su poesía proclama que el destierro no es eterno, que la última palabra no está en poder de los malvados, y sobre todo: que lo que viene es mejor que lo que hubo. En este bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación. Jerusalén es presentada como una “Madre” enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la “Gloria” del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono. Le da un nombre nuevo simbólico: “Paz de Justicia-Gloria de Misericordia”; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios. Haciéndose eco de los profetas del destierro, Baruc dice una palabra consoladora a un pueblo que pasa dificultad: “El Señor se acuerda de ti” (5,5). Ya el segundo Isaías se había preguntado: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura? (...) pues aunque ella se olvide, yo no me olvidaré” (Is 49,15). El Dios fiel no se olvida de Jerusalén, su esposa, que es invitada ahora a despojarse del luto y vestir “las galas perpetuas de la Gloria que Dios te da” (5,1). Es la salvación que Dios ofrece para los que ama, de los que se acuerda en su amor.
¿Dónde está nuestro profetismo cristiano? El profeta no es un adivino, ni alguien que pre-dice los acontecimientos futuros. El profeta se enfrenta a todo poderío personal y social, habla desde el “clamor de los pobres” y pretende siempre que haya justicia. Obviamente le preocupa el futuro del pueblo, la situación sangrante de los pobres. Los profetas surgen en los momentos de crisis y de cambios para avizorar una situación nueva, llena de libertad, de justicia, de solidaridad, de paz. La misión del profeta cristiano es cuestionar los “sistemas” contrarios al Espíritu, defender a toda persona atropellada y a todo pueblo amenazado, alentar esperanzas en situaciones catastróficas y promover la conversión hacia actitudes solidarias. Tiene experiencia del pueblo (vive encarnado) y contacto con Dios (es un místico), y de ahí obtiene la fuerza para su misión. Por medio de los profetas, Dios guía a su pueblo “con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9). El profeta “allana los caminos” a seguir.
SALMO 125
R./El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R.

Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos."
El Señor ha estado grande con nosotros,
 y estamos alegres. R.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
 como los torrentes del Negueb.
 Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R.

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
 al volver, vuelve cantando,
 trayendo sus gavillas. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACÉRQUEMONOS A SU CONTEXTO
El tono de este poema -como el del Salmo 85- refleja elocuentemente la situación espiritual de los israelitas al término del exilio. El edicto de Ciro (538 a. C.), que autorizó la vuelta de los cautivos a la patria, había provocado un inesperado cambio político y era motivo de la más intensa alegría. Pero al mismo tiempo, la restauración nacional se realizaba en medio de muchas dificultades, y los vaticinios proféticos (Is. 40 - 55) no acababan de cumplirse plenamente. Por eso Israel pide al Señor que “cambie la suerte” de Sión (v. 4), para que la fatigosa siembra se transforme en una gozosa cosecha (vs. 5-6)

SEGUNDA LECTURA

FILIPENSES  1,4-6.8-1

“Que lleguen al día de Cristo limpios e irreprochables”

Hermanos: Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús. Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Esta segunda lectura tomada de la carta a los Filipenses, nos muestra a Pablo que en el momento de escribirla se encuentra en la cárcel, a donde Epafrodito  ha ido a visitarlo, llevándole noticias de la comunidad y motivándolo a seguir con su misión. Es desde esta prisión que Pablo escribe a los Filipenses esta carta para animarlos y que se mantengan fieles en el seguimiento de Jesús. Pablo motiva a la comunidad a no desviarse de camino y mantenerse fieles hasta la venida de Cristo. Nosotros también debemos mantenernos fieles con buen corazón y buenas obras. Para así dar con nuestra propia vida, una ofrenda agradable al Señor cuando el vuelva. 

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS  3,1-6

“ Todos verán la salvación de Dios”
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En el evangelio, al llegar la plenitud de los tiempos, el mismo Dios anuncia la cercanía del Reino por medio de Juan y asegura con Isaías que “todos verán la salvación de Dios” (Lc 3,6). Para el Dios que llega con el don de la salvación debemos preparar el camino en el hoy de nuestra propia historia. Juan Bautista, profeta precursor de Jesús, fue hijo de un “mudo” (pueblo en silencio) que renunció al “sacerdocio” (a los privilegios de la herencia), y de una “estéril” (fruto del Espíritu). Le “vino la palabra” estando apartado del poder y en el contacto con la bases, con el pueblo. La palabra siempre llega desde el desierto (donde sólo hay palabra) y se dirige a los instalados (entre quienes habitan los ídolos) para desenmascararlos. La palabra profética le costó la vida a Juan. Su deseo profético es profundo y universal: “todos verán la salvación de Dios”. La salvación viene en la historia (nuestra historia se hace historia de salvación), con una condición: la conversión (“preparad el camino del Señor”). ¿Qué debemos hacer para ser todos un poco profetas?
La invitación de Isaías, repetida por Juan Bautista y corroborada por Baruc, nos invita a entrar en el dinamismo de la conversión, a ponernos en camino, a cambiar. Cambiar desde dentro, creciendo en lo fundamental, en el amor para “afirmar lo mejor” (Flp 1,10). Con la penetración y sensibilidad del amor escucharemos las exigencias del Señor que llega y saldremos a su encuentro “llenos de los frutos de justicia” (1,11).  Esa renovación desde dentro tiene su manifestación externa porque se “abajan los montes”, se llenan los valles, se endereza lo torcido y se iguala lo escabroso (Bar 5,7). Se liman asperezas, se suprimen desigualdades y se acortan distancias para que la salvación llegue a todos. La humanidad transformada es la humanidad reconciliada e igualada, integrada en familia de fe: “los hijos reunidos de Oriente a Occidente” (Bar 5,5). Convertirse entonces es ensanchar el corazón y dilatar la esperanza para hacerla a la medida del mundo, a la medida de Dios. Una humanidad más igualitaria y respetuosa de la dignidad de todos es el mejor camino para que Dios llegue trayendo su salvación. A cada uno corresponde examinar qué renuncias impone el enderezar lo torcido o abajar montes o rellenar valles. Nuestros caminos deben ser rectificados para que llegue Dios.
Adviento es el tiempo litúrgico dedicado por antonomasia a la esperanza. Y esperar es ser capaz de cambiar, y ser capaz de soñar con la Utopía, y de provocarla, aun en aquellas situaciones en las que parece imposible.  Dejémonos impregnar por la gracia de este acontecimiento que se nos aproxima, dejemos que estas celebraciones de la Eucaristía y de la liturgia de estos días nos ayuden a profundizar el misterio que estamos por celebrar. Unidos en la esperanza caminamos juntos al encuentro con Dios. Pero al mismo tiempo, Él camina con nosotros señalando el camino porque “Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su Gloria, con su justicia y su misericordia” (Bar 5,9).

ORACIÓN
Señor Jesús, iniciando este mes de diciembre de tanta alegría y  también el Año de la Misericordia, quiero darte gracias, alabarte y bendecirte; a través de tu Bendita Palabra, tu hoy nos has dicho, que nos vas a guiar en medio de la alegría a la luz de tu gloria, pero escoltándonos con tu Bendita Misericordia y tu justicia. Concédenos por medio de tu Espíritu Santo vivir ardientemente este tiempo de Adviento que nos prepara a la Navidad, y también este año maravilloso de gracia que se abre para todos nosotros y que encontremos en ti el perdón que necesitamos para ser también, "Agentes o servidores de la misericordia" entre todos nuestros hermanos. Amén.


“Reafirmemos y  transmitamos la certeza de que Dios brinda a toda la humanidad la oportunidad de convertirse y  volverse a Él para ser seres de amor”

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