“JESÚS
NOS GUIARÁ POR EL CAMINO DE LA PAZ”
Estamos ya en vísperas de la celebración
de la Navidad. En la noche nos reuniremos como Iglesia, como familia de Dios, y
cantaremos con los ángeles que anuncian el nacimiento del Salvador: “Gloria a
Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad”. Como preparación para
este gran acontecimiento, hoy las lecturas nos presentan la promesa de Dios a
David de una dinastía eterna y, en el evangelio, la alabanza de Zacarías que
canta el cumplimiento de las profecías mesiánicas con la llegada de “el Sol que
nace de lo alto”, es decir, Cristo Jesús.
PRIMERA LECTURA
2SAMUEL
7,1-5.8B-12.14A.16
El reino de David durará por siempre en la
presencia del Señor
Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la
paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán:
"Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive
en una tienda." Natán respondió al rey: "Ve y haz cuanto piensas,
pues el Señor está contigo." Pero aquella noche recibió Natán la siguiente
palabra del Señor: "Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor:
¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué
de los ariscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo
Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te
haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi
pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no
permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para
gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y,
además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando tus días se
hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la
descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para
él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi
presencia; tu trono permanecerá por siempre." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Nos dice la primera lectura que el rey
David después de un largo período de guerrilla contra los filisteos, se
encontraba, por fin, en paz en la ciudad de Jerusalén, donde se había hecho
construir un palacio real. Sin embargo, le inquietaba vivir como rey mientras
Dios, representado en el Arca de la Alianza , no tenía todavía una Casa.
Entonces, se hace el propósito de construir un Templo, una casa para Dios. Pero
Dios a través del profeta Natán, le recuerda a David quién es el protagonista
en su historia personal y en la de Israel. Antes de ser rey, David era un
simple pastor. Pero Dios lo eligió para liderar a su pueblo y hacer de él una
comunidad de hermanos. Por eso, será Dios quien le construya una “Casa”
(descendencia) a David y no al contrario. Esta descendencia será en principio,
Salomón, pero eterna en Jesús. La iniciativa es de Dios y sólo Él puede
mantener su promesa. ¡Hay que permanecer humilde delante de Dios…. Incluso
cuando se es el rey David!. No somos nosotros quienes damos a Dios, ¡Dios es el
que nos da!.
SALMO RESPONSORIAL: 88
R./Cantaré eternamente tus misericordias,
Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: "Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad." R.
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades." R.
Él me invocará: "Tú eres mi padre
mi Dios, mi Roca salvadora."
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R.
OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que constituye
la parte central de este magnífico poema- sirve de base a la súplica por el
rey, en un momento de grave humillación para la dinastía davídica. Con esta
visión global del Salmo, es fácil percibir la conexión entre sus diversas
partes. El breve preludio (v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica
(vs. 3-5) y de un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs.
20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La situación que
describen los versículos siguientes (39-46) es el reverso de esas antiguas
promesas, y por eso el rey suplica al Señor que vuelva a manifestarle su amor y
su fidelidad (vs. 47-52).
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 1,67-79
Nos visitará el sol que nace de lo alto
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo,
profetizó diciendo: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha
visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la
casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus
santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la
mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con
nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro
padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de
los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos
nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás
delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos
visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz."
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Zacarías había quedado mudo. Le había
pedido certeza al arcángel Gabriel, un modo de asegurarse él, porque no podía
sentirse seguro con la sola palabra del mensajero. Ya que no le han bastado las
palabras, el ángel le da una dura señal de certeza: lo deja mudo. Si la palabra
del cielo no le convence, que se quede sin palabras en la tierra. Mudo y todo,
Zacarías hace finalmente caso, ahora que ya se siente seguro: se une a su mujer
y en el silencio engendra. De su silencio saldrá la Voz; en el silencio fue
concebido Juan, el Bautista.
El evangelio de hoy nos transporta al
momento bello y solemne en que ese silencio se quiebra. Todo hay que notarlo:
Zacarías es interrogado por el nombre de su hijo, su único, y él renuncia a su
propio nombre para dar a su hijo un nombre que expresa y canta la misericordia:
"misericordia o gracia de Dios" es el nombre de Juan, según la
etimología común. Sus primeras palabras, pues, son para alabar la misericordia,
después de haberse desprendido, en cierto modo, de su propio derecho como
padre.
Zacarías canta y alaba a Dios a boca
llena, no el día del nacimiento de Juan, sino el día de la circuncisión, que es
el día en que los niños judíos recibían su nombre, de acuerdo con lo que
sucedió el día en que Dios hizo pacto con Abraham y le dio este nombre en lugar
de Abram ( Génesis 17). El día en que renace la voz es el día de darle nombre
al niño. El día también en que ese niño entra en la alianza, con su hijo, que
entra en el Pacto, Zacarías renueva su propio Pacto.
De este modo se cumple, de modo inesperado
y profético, lo que el ángel le había dicho al mismo anciano: "irá delante
de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los
padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de
preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto" (Lucas 1,17). Bien
podemos decir que esto se cumple ya el día mismo en que Juan está entrando en
la alianza de Abraham: están volviendo "los corazones de los padres a los
hijos" y "los desobedientes a la actitud de los justos", aunque
ese padre sea el propio padre de Juan, y ese desobediente se llame Zacarías. Juan
es aquí el "profeta del Altísimo", y también el que va "delante
del Señor". Anuncia, porque es profeta, y muestra, porque va delante. Su
voz tiene el tono ardoroso del que espera y el entusiasmo maravilloso del que
ve llegar al esperado. En él se abrazan la esperanza y la llegada. Su alma
conoce los dolores de la ausencia y el gozo de la presencia.
ORACIÓN
Padre Dios que grande y maravilloso eres, gracias por permanecer
siempre fiel, por darnos cada día una nueva oportunidad de encontrarte y
entregarnos a tu amor. Bendito y alabado seas, Buen Señor, que vienes a nuestra
vida, y nos visitas e iluminas en medio de tantas tinieblas que acompañan a
veces nuestro mundo. Señor Jesús tu eres la luz del mundo y todos necesitamos
que sigas iluminando con esa luz nuestra existencia por siempre y que la llama
de tu amor nos renueve y nos haga mejores seres humanos cada día. Amén.
“Se
hace fundamental en estos tiempos que los creyentes formemos un coro integral que sea la voz que
nos lleve a la verdadera paz con justicia social”
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