miércoles, 1 de julio de 2015

Miércoles 15 de Julio de 2015


“DIOS SE ENAMORA DE ALMAS SENCILLAS  Y SIMPLES”

PRIMERA LECTURA
ÉXODO 3,1-6.9-12

“El ángel del Señor se apareció en una llamarada entre las zarzas”

En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. Moisés se dijo: "Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza."

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: "Moisés, Moisés." Respondió él: "Aquí estoy." Dijo Dios: "No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado." Y añadió: "Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob." Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios. El Señor le dijo: "El clamor de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. Y ahora marcha, te envío al Faraón para que saques a mi pueblo, a los israelitas." Moisés replicó a Dios: "¿Quién soy yo para acudir al Faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?" Respondió Dios: "Yo estoy contigo; y ésta es la señal de que yo te envío: cuando saques al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en esta montaña."  Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
La visión de la zarza que arde sin consumirse marca un momento decisivo en la historia de Israel; allí, Dios llama a Moisés y le encomienda la misión de llevar a cabo la liberación de su pueblo. Han pasado varios años desde la huída de Moisés. Se ha instalado en tierras de Madián como pastor, se ha casado, ha tenido familia, ha madurado en su carácter. En esas circunstancias se le aparece Dios, como suele hacerlo en momentos decisivos de la historia de su pueblo, en una teofanía, en forma de fuego. Es el Dios de los patriarcas, el Dios de la promesa, que ve cómo sufre su pueblo y no lo puede soportar y decide intervenir para liberarlo. De momento, Moisés responde decididamente: “aquí estoy”, pero luego, ante la petición de Dios presenta sus objeciones: ¿precisamente él, huido de la justicia de Egipto, es el que va a volver allí, nada menos que a pedir al faraón que deje salir a los suyos? Pero la respuesta de Dios es clara y contundente “Yo estoy contigo”.

Así como en el pasado de Israel, Dios sigue escuchando el clamor de los que sufren a causa de las esclavitudes del cuerpo, del espíritu y del corazón. Por eso, nos envía a practicar su misma misericordia y a comunicar un poco de esperanza a quienes se encuentren hoy con nosotros en entorno social, ayudándoles a salir de sus diversas esclavitudes. Si nos parece que es misión difícil, nos hará bien recordar la palabra de Dios a Moisés: “Yo estoy contigo”.

SALMO RESPONSORIAL: 102
R. / El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Este himno de alabanza a Dios comienza en forma de diálogo entre el salmista y su propia alma  y luego continúa en el estilo propio de los himnos. Su tema es la infinita bondad del Señor, que se brinda incesantemente a los hombres, en especial a los débiles y a los oprimidos. La actitud de Dios hacia los pecadores no es la de un Juez inapelable, sino la de un padre bondadoso, que conoce a fondo la miseria del hombre. El poema concluye con una invitación a bendecir a Dios, dirigida a todo el universo.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 11,25-27

“Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a la gente sencilla”

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Al  finalizar este capítulo, Mateo retoma algunos temas que ha desarrollado antes. Hoy, concretamente son dos muy importantes, complementados con una serie de detalles. El primer tema es el de la revelación de Dios, al que Jesús llama Padre, “abbá”, y que se convertirá para los cristianos en la mejor revelación que se haya hecho de Dios. Es una revelación a los pequeños, marginales y excluidos —recordemos que los discípulos son considerados pequeños—, algo que se ha ocultado a los sabios y entendidos, que corresponderían a los grupos que se opusieron o no escucharon el mensaje del reino: fariseos, saduceos y otros.
El segundo tema es el contenido de esa revelación. Tanto en el bautismo como en la Transfiguración, Dios se ha manifestado como el Abbá, Padre de Jesús. El es su Hijo predilecto. De ahí la relación íntima entre Dios Padre y Jesús. El conocimiento del Padre y del Hijo es mutuo. Es un conocimiento fundamentado en una relación amorosa entre Padre e Hijo. Jesús revela el reino con signos y palabras a los sencillos y pequeños. Sólo ellos lo comprendieron y acogieron. Los demás, los letrados, los poderosos, los prepotentes, no comprendieron ni recibieron el reino. Sólo desde nuestra pequeñez podemos comprender la grandeza del amor de Dios Padre revelado en Jesucristo.

ORACIÓN
Creemos en Ti Señor, no como el Dios oculto sino como el que se da a conocer de diversas maneras y siempre a favor de un pueblo sufriente y de la gente sencilla. Ayúdanos para que desde la humildad y la escucha descubramos que te interesas por nosotros(as), atiendes las suplicas, ves las angustias y nos rescatas dignificando nuestro ser.  Amén.


“El Señor devela sus secretos sólo a los sencillos de corazón”

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