“LLAMADOS
A ANUNCIAR EL EVANGELIO”
PRIMERA LECTURA
EZEQUIEL 2,2-5
“Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”
En aquellos días, el espíritu entró en mí, me puso en pie, y oí que me
decía: "Hijo de Adán, yo te envió a los israelitas, a un pueblo rebelde
que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el
presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envió
para que les digas: "Esto dice el Señor." Ellos, te hagan caso o no
te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio
de ellos." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Esta rebeldía en el fondo es rechazo
a la Palabra de Dios y deseo de seguir las propias "palabras." Y como
a Dios por lo visto no se le puede hacer daño visible, el rechazo y desprecio a
Dios se vuelve contra aquellos que hablan de parte de Dios, es decir, se vuelve
contra sus profetas. Por esta razón pertenece al destino inevitable del profeta
experimentar el repudio de su propia gente. Este es el pensamiento que
atraviesa las lecturas de hoy, en particular, la primera y el evangelio. Un hecho que no debe quedar inadvertido es
que el profeta se acredita ante Dios y ante el pueblo (rebelde) de Dios a
través de esa relación conflictiva y a menudo dolorosa. El Señor le dice a
Ezequiel: "sabrán que hubo un profeta." Es decir: la gente puede
negar el contenido del mensaje pero de una o de otra forma tendrá que admitir
que existió el mensajero, y que ese mensajero venía de Dios. En este sentido el
profeta vence al final, pero el precio es morir a sí mismo y perder casi todo
apoyo que no sea Dios.
SALMO RESPONSORIAL: 122
R./ Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.
A ti levanto mis
ojos,
a ti que habitas en
el cielo.
Como están los ojos
de los esclavos
fijos en la manos
de sus señores. R.
Como están los ojos
de la esclava
fijos en las manos
de su señora,
así están nuestros
ojos
en el Señor, Dios
nuestro,
esperando su
misericordia. R.
Misericordia,
Señor, misericordia,
que estamos
saciados de desprecios;
nuestra alma está
saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de
los orgullosos. R.
OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
Este salmo es una humilde invocación a Dios, en la
que se le pide tenga compasión de su pueblo en la aflicción. Las necesidades
colectivas debe asumirlas el que ora como suyas propias. Somos solidarios en la
tribulación y en la felicidad.
SEGUNDA LECTURA
2CORINTIOS 12,7B-10
“Presumo
de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”
Hermanos: Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la
carne: un ángel de Satanás que me apalea, para que no sea soberbio. Tres veces
he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido: "Te basta mi
gracia; la fuerza se realiza en la debilidad." Por eso, muy a gusto
presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo. Por
eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las
privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque,
cuando soy débil, entonces soy fuerte. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En esta segunda lectura a la comunidad de
Corinto, Pablo se nos presenta como un ejemplo a seguir. Es el gran apóstol
pero es también el hombre débil, orgulloso a menudo; fue perseguidor de la
iglesia y oponente cerrado a Jesús crucificado; siente en su cuerpo la
presencia del mal, como una espina que lo ataca, como una acción del adversario
que lo abofetea y sufre; quisiera
superarlo y vencer a su adversario (el diablo) pero no puede. Pero aprende que la mejor
solución es el camino de la unidad y la pequeñez, aceptar su debilidad,
asumirla serenamente y ofrecerla al Señor, para que la misericordia de Dios se
manifieste en su vida y lo transforme. La debilidad asumida
es así el terreno que se va a manifestar y actuar, la fuerza de Dios. Por eso, concluye el
apóstol, “Estoy contento aún con las debilidades, insolencias, necesidades,
persecuciones y angustias, por Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy
más fuerte. Que ojalá seamos capaces en esta semana de asumir nuestras propias
debilidades humanas, las enfrentemos con serenidad y las ofrezcamos al Señor
para que su fuerza y su gracia se manifiesten en nosotros y se vea que es Dios
el que hace cosas grandes en nosotros
débiles y enfermos.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS
6,1-6
“No desprecian a un profeta más que en su tierra”
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía
se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa
que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero,
el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas
¿no viven con nosotros aquí?" Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les
decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus
parientes y en su casa." No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó
algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y
recorría los pueblos de alrededor enseñando. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El texto del evangelio de Marcos de hoy marca un punto clave: Jesús -que es presentado
aquí como profeta- se encuentra con la absoluta falta de fe de los suyos,
amigos y parientes. El "fracaso" de Jesús se va acentuando, ya se empieza a presentir la
"derrota" del Señor anticipada en la muerte del Bautista. Es
característico del evangelio de Marcos presentar a sus destinatarios el
aparente fracaso, la soledad, el "escándalo" de la cruz de Jesús. Esa
cruz es la que comparten con él todos los perseguidos a causa de su nombre,
como la comunidad misma de Marcos. En toda la segunda parte de este Evangelio
lo encontraremos al Señor tratando -a solas con los suyos- de revelarles el
sentido de un "Mesías crucificado" que será plenamente descubierto
por el centurión -en la ausencia de cualquier signo exterior que lo justifique-
como el "Hijo de Dios".
Los habitantes de Nazaret no dan
crédito a sus oídos: ¿de dónde le viene esto que enseña en la sinagoga?
"Si a éste lo conocemos, y a toda su parentela". La sabiduría con la
que habla, los signos del Reino que salen de su vida, no parecen coherentes con
lo que ellos conocen. Allí está el problema: "con lo que ellos conocen". Es que la novedad de Dios
siempre está más allá de lo conocido, siempre más allá de lo aparentemente
"sabido"; pero no un más allá “celestial”, sino un “más allá” de lo
que esperábamos, pero “más acá” de lo que imaginábamos; no estamos lejos de la
alegría de Jesús porque “Dios ocultó estas cosas a los sabios y prudentes y se
las reveló a los sencillos”; no estamos lejos de la incomprensión de las
parábolas: no por difíciles, sino precisamente por lo contrario, por sencillas.
El "Dios siempre mayor" desconcierta, y esto lleva a que falte la fe
si no estamos abiertos a la gratuidad y a la eterna novedad de Dios, a su
cercanía. Por eso, por la falta de fe, Jesús "no podía hacer allí ningún milagro".
Jesús es mirado con los ojos de
los paisanos como “uno más”. No han sabido ver en él a un profeta. Un profeta
es uno que habla “en nombre de Dios”, y cuesta mucho escuchar sus palabras como
“palabra de Dios”; cuesta mucho reconocer en quien es visto como “uno de
nosotros” a uno que Dios ha elegido y enviado. Cuesta pensar que estos tiempos
que vivimos son tiempos especiales y preparados por Dios (kairós) desde siempre. Pero en ese momento específico, Dios eligió
a un hombre específico, para que pronuncie su palabra de Buenas Noticias para
el pueblo cansado y agobiado de malas noticias. No es fácil reconocer el paso
de Dios por nuestra vida, especialmente cuando ese paso se reviste de “ropaje
común”, como uno de nosotros. A veces quisiéramos que Dios se nos manifieste de
maneras espectaculares ‘tipo Hollywood’, pero el enviado de Dios, su propio
Hijo, come en nuestras mesas, camina nuestros pasos y viste nuestras ropas. Es
uno al que conocemos aunque no lo re-conocemos. Su palabra, es una palabra que
Dios pronuncia y con la que Dios mismo nos habla. Sus manos de trabajador común
son manos que obran signos, pero con mucha frecuencia nuestros ojos no están
preparados para ver en esos signos la presencia del paso de Dios por nuestra
historia.
Muchas veces nosotros tampoco
sabemos ver el paso de Dios por nuestra historia, no sabemos reconocer a
nuestros profetas. Es siempre más fácil esperar o cosas extraordinarias y
espectaculares, o mirar alguien de afuera. Es más maravilloso mirar los
milagros que nos anuncian los predicadores itinerantes y televisivos, que
aceptar el signo cotidiano de la solidaridad y la fraternidad. Es más fácil
esperar y escapar hacia un mañana que ‘quizá vendrá’, que ver el paso de Dios
en nuestro tiempo, y sembrar la semilla de vida y esperanza en el tiempo y
espacio de nuestra propia historia. Todo esto será más fácil, pero, ¿no
estaríamos dejando a Jesús pasar de largo?
ORACIÓN
Señor que nuestros oídos no se
hagan sordos a tu voz, a tu Palabra, que nuestra vida no se haga indiferente a
tu llamado, que no te dejemos pasar de
largo por nuestra vida sin que la transformes y la sanes y te hagas Señor de
nuestra historia; auméntanos Señor la
fe, la esperanza y haznos también verdaderos profetas dignos de extender tu Reino a pesar de las
dificultades, persecuciones y
tropiezos. Amén
“A
pesar de las dificultades debemos ser fuertes para vivir de tal manera que
otros tengan ganas de vivir como nosotros”
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