II
Domingo de Pascua
“RESURRECCIÓN,
FASCINACIÓN DEL ESPIRÍTU”
PRIMERA
LECTURA
HECHOS
DE LOS APÓSTOLES 4,32-35
“Todos
pensaban y sentían lo mismo”
En
el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en
común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban
testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los
miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían
tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los
apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Las
lecturas de hoy nos permiten ver de una manera muy clara que la Resurrección se
ha convertido en la razón de vida, en el centro y la fuerza para los discípulos (las) que habían
estado desanimados aturdidos y desconsolados con la muerte del Maestro. Por
esto en la primera lectura nos encontramos con el proyecto de vida comunitaria
que se trazaron esos primeros cristianos: una vida orante teniendo como centro
y fundamento la Palabra del Señor, la vida compartida en fraternidad y
solidaridad en el uso y tenencia de los bienes económicos que sería un gran
signo de ese amor, del resucitado, que vivían en comunidad y que desde una
alternativa de economía solidaria los proyectaba con valor y esperanza a luchar
contra la pobreza. Este proyecto de comunidad solidaria nos deja entrever que
entre los creyentes no se han podido acercar personas adineradas, que poseen
tierras, elemento que no aparece con fuerza en los relatos de evangelio, porque
en su mayoría los seguidores de Jesús no tenían dote, es decir eran desposeídos
de la tierra. De tal manera el hecho de compartir los bienes materiales
representa un comienzo significativo y un signo profético y alternativo ante la
políticas económicas religiosas imperiales.
SALMO
RESPONSORIAL: 117
R.
/ Dad gracias al Señor porque es bueno, porque
es eterna su misericordia.
Diga
la casa de Israel:
eterna
es su misericordia.
Diga
la casa de Aarón:
eterna
es su misericordia.
Digan
los fieles del Señor:
eterna
es su misericordia. R.
La
diestra del Señor es poderosa,
la
diestra del Señor es excelsa.
No
he de morir, viviré
para
contar las hazañas del Señor.
Me
castigó, me castigó el Señor,
pero
no me entregó a la muerte. R.
La
piedra que desecharon los arquitectos
es
ahora la piedra angular.
Es
el Señor quien lo ha hecho,
ha
sido un milagro patente.
Éste
es el día en que actuó el Señor:
sea
nuestra alegría y nuestro gozo. R.
SEGUNDA
LECTURA
1JUAN
5,1-6
“Todo
lo que ha nacido de Dios vence al mundo”
Queridos
hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el
que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto
conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus
mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus
mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de
Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es
nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el
Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo
con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio,
porque el Espíritu es la verdad. Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La
vida bautismal está expresada hoy en las dos primeras lecturas de la liturgia.
Los creyentes en Cristo, con la Resurrección de Jesús, se saben victoriosos
sobre el pecado y los antivalores del mundo, como son: el odio, la injusticia,
la mentira, la ambición y el orgullo. Pero por encima de todo, luchan por
“tener un solo corazón y una sola alma”, compartiendo solidariamente lo que son
y lo que tienen, dando testimonio con poder de la Vida misma de Jesús y
ganándose la aceptación general de quienes los rodean. He aquí una primera propuesta para nosotros
en esta Pascua. El Espíritu de poder de
Cristo Resucitado, conduce a todos a ser constructores de paz y reconciliación,
amando y perdonando a quienes han hecho el mal, superando los deseos de
venganza, tumbando muros de separación y construyendo la unidad entre los
hermanos. Es un trabajo duro que necesita la Fuerza del Señor. Nosotros, los
creyentes. Estamos invitados a ser portadores de reconciliación.
LECTURA
DEL EVANGELIO
JUAN 20,19-31
“Porque me has
visto,Tomás, has creído, -dice el Señor-. Dichosos los que crean sin haber
visto.”
Al anochecer de aquel
día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las
puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado así también os
envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. Tomás, uno
de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los
otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor." Pero él les
contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo."
A los ocho días,
estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros."
Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente." Contestó Tomás:
"¡Señor mío y Dios mío!" Jesús le dijo: "¿Porque me has visto
has creído? Dichosos los que crean sin haber visto." Muchos otros signos,
que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos.
Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Tras la muerte de
Jesús, la comunidad se siente con miedo, insegura e indefensa ante las
represalias que pueda tomar contra ella la institución judía. Pero todo cambia
desde el momento en que Jesús –que es el centro de la comunidad- aparece en
medio, como punto de referencia, fuente de vida y factor de unidad. Su saludo
les devuelve la paz que habían perdido. Sus manos y su costado, pruebas de su
pasión y muerte, son ahora los signos de su amor y de su victoria: el que está
vivo delante de ellos es el mismo que murió en la cruz. Si tenían miedo a la
muerte que podrían infligirles "los judíos", ahora ven que nadie
puede quitarles la vida que él comunica.
Con su presencia Jesús
les comunica su Espíritu que les da la fuerza para enfrentarse con el mundo y
liberar a hombres y mujeres del pecado, de la injusticia, del desamor y de la
muerte. Para esto los envía al mundo, a un mundo que los odia como lo odió a
él. La misión de la comunidad no será otra sino la de perdonar los pecados para
dar vida, o lo que es igual, poner fin a todo lo que oprime, reprime o suprime
la vida, que es el efecto que produce el pecado en la sociedad.
Pero no todos creen.
Hay uno, Tomás, el mismo que se mostró pronto a acompañar a Jesús en la muerte
(Jn 11,16), que ahora se resiste a creer el testimonio de los discípulos y no
le basta con ver a la comunidad transformada por el Espíritu. No admite que el
que ellos han visto sea el mismo que él había conocido; no cree en la
permanencia de la vida. Exige una prueba individual y extraordinaria. Las
frases redundantes de Tomás, con su repetición de palabras (sus manos, meter mi
dedo, meter mi mano), subrayan estilísticamente su testarudez. No busca a Jesús
fuente de vida, sino una reliquia del pasado.
Necesitará para creer
unas palabras de Jesús: «Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Lo importante para el Maestro, no es tanto
“ver para creer”, sino “creer para ver”. El peligro en la comunidad es “llegar
a ser incrédulo”; lo importante es “llegar a ser creyente”. Y esto se logra
confiando en el testimonio de la comunidad, acogiendo la Vida del Resucitado y
participando gozosamente en la asamblea de la comunidad. Tomás, que no llega a tocar a Jesús,
pronuncia la más sublime confesión evangélica de fe llamando a Jesús “Señor mío
y Dios mío”. Con esta doble expresión alude al maestro a quien llamaban Señor,
siempre dispuesto a lavar los pies a sus discípulos y al proyecto de Dios, realizado
ahora en Jesús, de hacer llegar al ser humano a la cumbre de la divinidad
realizado ahora en Jesús (Dios mío).
ORACIÓN
Gracias Señor porque
el Espíritu de poder que tu nos regalas nos conduce a ser constructores de paz
y reconciliación, amando y perdonando a
quienes han hecho el mal , superando los deseos de venganza, tumbando muros de
separación y construyendo la unidad entre los hermanos. Amén.
“No hay verdadera paz si no viene
acompañada de equidad, justicia y solidaridad”
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