Domingo
5º de Cuaresma
“RENOVADOS EN LA MENTE
Y EL CORAZÓN”
PRIMERA
LECTURA
JEREMÍAS 31,31-34
“Haré
una alianza nueva y no recordaré sus pecados”
"Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la
casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice
con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos
quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor -oráculo del Señor-. Sino que
así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días -oráculo del
Señor-: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su
Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el
otro a su hermano, diciendo: "Reconoce al Señor." Porque todos me
conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-, cuando perdone sus
crímenes y no recuerde sus pecados." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En medio de la aflicción que se siente al ver
Jerusalén destruida y a los judíos divididos entre los que se quedaron y los
que fueron deportados, se oyen las palabras del profeta Jeremías como un canto al perdón y la esperanza. Con razón
los expertos llaman a estos capítulos de Jeremías el «libro de la consolación».
Dios quiere comenzar de nuevo con su pueblo, proponiendo sellar una «nueva
alianza», que genere relaciones nuevas entre Dios y su pueblo. ¿Qué tipo de
alianza? Una que ya no esté escrita en tablas sino en el corazón mismo del ser
humano. Dios deja claro que no es la simple ley, por sí misma, sino su
espíritu, lo que nos acerca a Dios. Cuando se tiene a Dios «en el corazón», la
ley se humaniza, se des-absolutiza, se acata desde el corazón, sin legalismos,
con sinceridad, y el ser humano entra a formar parte del pueblo de Dios. Con
ello, el otro regalo que nos hace Dios es acceder gratuitamente a su
conocimiento. No hay que pagar ni matrícula ni mensualidades, no hay que ser
mayor o menor, ni de una raza u otra: Dios se revela en la historia de cada
pueblo, sin discriminaciones, sin olvidar a ninguno.
SALMO
RESPONSORIAL: 50
R./Oh
Dios, crea en mí un corazón puro.
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava
del todo mi delito,
limpia
mi pecado. R.
Oh
Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame
por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me
quites tu Santo Espíritu. R.
Devuélveme
la alegría de tu salvación,
afiánzame
con espíritu generoso:
enseñaré
a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.
OREMOS
CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU
CONTEXTO
Este Salmo -designado
tradicionalmente con el nombre de Miserere- es la súplica penitencial por
excelencia. El salmista es consciente de su profunda miseria y experimenta la necesidad de una total
transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado.
Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica
al Señor que lo renueve íntegramente, “creando” en su interior “un corazón
puro”. El tono de la súplica es marcadamente personal, y en el contenido del
Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en especial de Jeremías
(24. 7) y Ezequiel (36. 25-27). En él se encuentra, además, el germen de la
doctrina paulina acerca del “hombre nuevo” (Col. 3. 10; Ef. 4. 24).Este es uno
de los Salmos llamados “penitenciales.
SEGUNDA
LECTURA
HEBREOS
5,7-9
“Aprendió
a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna”
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando es su
angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a
obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le
obedecen en autor de salvación eterna. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La
carta a los hebreos destaca las
actitudes de Jesús en el cumplimiento de la voluntad del Padre. El pasaje
recuerda la escena del huerto de los Olivos, cuando Jesús ora al Padre ante la
posibilidad de ser librado de la muerte. La oración tuvo como efecto el
fortalecer a Jesús para llevar a cabo su misión, no ahorrarle la realización de
la misión. Los cristianos tenemos mucho que aprender en este sentido, pues, la
mayoría de las veces, nuestras palabras más que oraciones o súplicas parecen
«órdenes dadas a Dios para que no se haga su voluntad». El texto nos acerca
también al sufrimiento que asume Jesús como prueba de su obediencia a los
designios del Padre. Oración y sufrimiento de Jesús son signos concretos de
esta solidaridad que comparte con toda la Humanidad. Por este acercamiento tan
perfecto a la voluntad del Padre es por lo que Jesús se convierte en
manifestación de la presencia de Dios entre nosotros, camino y modelo de
salvación abierto a todos los hombres y mujeres del mundo.
LECTURA
DEL EVANGELIO
JUAN
12,20-33
“Si
el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto”
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta
había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea,
le rogaban: "Señor, quisiéramos ver a Jesús." Felipe fue a decírselo
a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó:
"Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro
que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si
muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece
a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera
servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a
quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?:
Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre,
glorifica tu nombre." Entonces vino una voz del cielo: "Lo he
glorificado y volveré a glorificarlo." La gente que estaba allí y lo oyó
decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: "Esta voz no ha venido por mí, sino por
vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a
ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia
mí." Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En
el evangelio de Juan vemos a
judíos -o convertidos al judaísmo- que vienen a Jerusalén con motivo de la
fiesta pascual. En medio de la caravana aparecen algunos griegos que aprovechan
para pedir a Felipe: «quisiéramos ver a Jesús». La pregunta no es «¿dónde
está?», a lo que probablemente cualquiera les hubiera respondido con una
información adecuada, sino una petición que va unida al deseo de la mediación
de los discípulos para conocer personalmente a Jesús. Los discípulos son
reconocidos por su cercanía al maestro y se convierten en mediadores, testigos
y compañeros de camino para quienes quieren ver a Jesús. El hecho de que sean
griegos quienes buscan a Jesús tal vez quiera ser un símbolo de universalidad
del evangelio, pues «incluso los paganos buscan a Jesús». La ocasión es
aprovechada para anunciar que el tiempo de las palabras y los signos está
llegando a su fin, pues se acerca la «hora» del «signo» mayor: su pasión y
muerte en la cruz.
Jesús
acude a una breve parábola. Sólo el grano de trigo que muere da mucho fruto.
Esta brevísima parábola presenta una vez más, de otro modo, la lección
fundamental del Evangelio entero, el punto máximo del mensaje de Jesús: el amor
oblativo, el amor que se da a sí mismo, y que por ese perderse a sí mismo, por
ese morir a sí mismo, genera vida. Estamos ante una de las típicas «paradojas»
del evangelio: «perder» la vida por amor es la forma de «ganarla» para la vida
eterna (o sea, de cara a los valores definitivos); morir a sí mismo es la
verdadera manera de vivir, entregar la vida es la mejor forma de retenerla,
darla es la mejor forma de recibirla… «Paradoja» es una figura literaria que
consiste en una «contradicción aparente»: perder-ganar, morir-vivir,
entregar-retener, dar-recibir… Parecen dimensiones o realidades
contradictorias, pero no lo son en realidad. Llegar a darse cuenta de que no
hay tal contradicción, captar la verdad de la paradoja, es descubrir el
Evangelio. El ser humano, se caracteriza por ser capaz de amar, por ser capaz
de salir de sí mismo y entregar su vida o entregarse a sí mismo por amor. La
humanización sería ese «descentramiento» de sí mismo, que es centramiento en
los demás y en el amor. La parábola que estamos reflexionando expresa un punto
alto de esa maduración de la Humanidad; tanto, que puede ser considerada como
una expresión sintética de la cima del amor. En el fondo, esta parábola
equivale al mandamiento nuevo: «Éste es mi mandamiento, que se amen los unos a
los otros ‘como yo’ les he amado; no hay mayor amor que ‘dar la vida’» (Jn
15,12-13). Las palabras de Jesús tienen ahí también pretensión de síntesis: ahí
se encierra todo el mensaje del Evangelio.
ORACIÓN
Nos
entregamos hoy a ti, Señor Jesús, enteramente y para siempre. Queremos estar
adheridos, por la fe a tu doctrina, por
la esperanza a tus promesas, por tu amor y caridad, a tus mandatos y consejos.
Queremos seguirte en la práctica de tus virtudes, seguirte en el día a día; ayúdanos a morir a nosotros
para que otros vivan y así dar fruto
abundante. . Queremos continuar nuestra vida sobre la tierra, caminando contigo y haciendo tu voluntad. Amén.
“La
cuaresma es un tiempo adecuado para
preguntarnos de que podemos despojarnos a fin de ayudar y enriquecer a
otros con nuestra pobreza” (papa Francisco)
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