“TODOS(AS) ESTÁN LLAMADOS(AS) AL CAMBIO
DE VIDA”
PRIMERA
LECTURA
Ezequiel 36,
23-28
“Os daré un corazón nuevo y os infundiré
mi Espíritu”
"Mostraré la santidad de mi nombre
grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis profanado en medio de
ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor -oráculo del Señor-, cuando
les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré de entre las naciones, os
reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de
purificar. Y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu, y haré que
caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y
habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo, y
yo seré vuestro Dios." Palabra de
Dios.
REFLEXIÓN
Toma mucho tiempo llegar al punto desde
el que nos habla el profeta Ezequiel el día de hoy. Toma tiempo descubrir que
la raíz de los problemas no está "afuera" sino "adentro."
"Afuera" están las leyes, que
pueden ser muy sabias en sí mismas, pero que resultan impotentes frente a una
mente suficientemente sagaz o un bolsillo ávido de sobornos.
"Afuera" están las fuerzas de
policía y de ejército con todas sus armas, que pueden prestar grandes servicios
o ejercer espantosa tiranía.
"Afuera" están incluso
nuestros bellos razonamientos, que pueden tener una lógica impecable, pero que
no logran mover a la voluntad que piensa sólo en su propio provecho.
El problema está "adentro,"
allí donde alcanzamos eso maravilloso que es la sinceridad, la imposibilidad de
mentirnos a nosotros mismos. Ese "adentro" la Biblia lo llama
"corazón," y la promesa grande es que Dios puede darnos un nuevo
corazón. Bienaventurado quien crea y acepte tal promesa, bienaventurado quien
confíe plenamente en Él.
Salmo
responsorial: 50
R. /Derramaré sobre vosotros un agua
pura que os purificará de todas vuestras inmundicias.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo
querrías.
Mi sacrificio es un espíritu
quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
Tú no lo desprecias. R.
OREMOS CON EL SALMO y acerquémonos a su
contexto
Este Salmo -designado tradicionalmente con el nombre de
Miserere- es la súplica penitencial por excelencia. El salmista es consciente
de su profunda miseria y experimenta la
necesidad de una total transformación interior, para no dejarse arrastrar por
su tendencia al pecado. Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar
el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve íntegramente, “creando” en su
interior “un corazón puro” .El tono de la súplica es marcadamente personal, y
en el contenido del Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en
especial de Jeremías y Ezequiel. En él
se encuentra, además, el germen de la doctrina paulina acerca del “hombre
nuevo”. Este es uno de los Salmos llamados “penitenciales” (Sal. 6; 32; 38;
102; 130; 143).
LECTURA DEL EVANGELIO
Mateo 22, 1-14
“A todos los que encontréis convidadlos
a la boda”
En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en
parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:
"El Reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su
hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir.
Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el
banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la
boda". Los convidados no hicieron caso, uno se marchó a sus tierras, otro
a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron
hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con
aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a
los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la
boda". Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que
encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de
fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:
"Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el
llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los
escogidos"". Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La parábola de las ‘bodas del rey’, como
se suele llamar, trae un mensaje profundo que nos ayuda a comprender el
misterio del corazón humano. En las culturas antiguas las ciudades medianas y
pequeñas se aliaban con un rey de una ciudad poderosa. Los actos privados de la
familia del rey se convertían en actos públicos, por medio de los cuales se
fortalecían las alianzas y se promovía la fidelidad. La conducta de los
pobladores que se mostraran indiferentes, desinteresados y agresivos era
entendida como una disolución del pacto y un desafío al rey, que era castigado
con dureza. Jesús toma esa situación común en la época para hablarnos de la
incapacidad que como seres humanos tenemos de respetar las alianzas que
voluntariamente hemos realizado. Por ejemplo, las constituciones políticas de
todos los países promueven el respeto por los derechos de las personas, por la
promoción humana y por la equidad; sin embargo, se puede ver que bien poco se
realizan esos claros y honestos propósitos. Lo mismo nos ocurre con la alianza
que hacemos con Dios en Jesús al aceptar libremente el llamado del Evangelio.
¿Preguntémonos hoy, cómo podemos
modificar nuestros sentimientos, pensamientos y aptitudes para ser coherentes
con lo que nos propone Jesús?
ORACIÓN
Gracias Dios de amor, porque sin
merecerlo, siendo una persona más del montón, que vivía sin ti permitiste por
diferentes medios que yo volviera el rostro a Ti, precioso Dios. Me cambiaste
la vida, me infundiste de tu amor, me invitaste al banquete de tu Reino y me
permites cada día de mi existencia caminar contigo e ir quitando las escamas de
los ojos y moldeando mi ser para salir a invitar a otras personas. Gracias
“Dios no elige personas capacitadas, Él
capacita a las elegidas”
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