Corazón de Jesús
“UN PASTOR QUE NO CONOCE LIMITES EN SU AMOR”
PRIMERA LECTURA
EZEQUIEL
34, 11-16
“Yo mismo apacentaré
mis ovejas, yo mismo las haré sestear”
Así
dice el Señor Dios: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo
su rastro.
Como
sigue el pastor el rastro de su rebaño, cuando las ovejas se le dispersan,
así
seguiré yo el rastro de mis ovejas y las libraré,
sacándolas
de todos los lugares por donde se desperdigaron un día de oscuridad y
nubarrones.
Las
sacaré de entre los pueblos, las congregaré de los países,
las
traeré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en las cañadas y en
los poblados del país.
Las
apacentaré en ricos pastizales, tendrán sus dehesas en los montes más altos de
Israel;
se
recostarán en fértiles dehesas y pastarán pastos jugosos en los montes de
Israel.
Yo
mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear -oráculo del Señor Dios.
Buscaré
las ovejas perdidas, recogeré a las descarriadas;
vendaré
a las heridas; curaré a las enfermas;
a las
gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido." Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
En esta
solemnidad litúrgica, la Palabra de Dios dirige nuestra atención, hacia el
motor o la fuente de todo, que es el “AMOR”: El amor del Padre, cuya
manifestación plena es Cristo Jesús. El profeta Ezequiel nos deja claro, que
Dios nos ama desde siempre, sin ningún merito de nuestra parte. No es amor
abstracto o teórico, sino que se ocupa de cada uno de nosotros, se convierte en
poder medicinal (nos sana), nos alimenta, nos cura. Aún más, nos ama incluso
cuando nos alejamos de Él, cuando le rechazamos y nos empeñamos en vivir según
nuestros criterios egoístas. Valemos tanto para Dios, que Él no se ha guardado
ni a su propio Hijo, sino que lo ha enviado, para que a precio de su Sangre
derramada en la cruz, todos seamos salvos. Pero aunque dicha salvación es
gratuita, no quiere decir que debemos quedarnos de brazos cruzados, antes bien,
como dice la célebre frase, “Amor con amor se paga”, esto significa que todo
aquel que ha sido tocado por el amor de Dios y es consciente de ello, debería
sentirse impulsado a amar con ese mismo amor a toda creatura.
SALMO RESPONSORIAL: 22
R. / El Señor es mi pastor, nada me falta.
El
Señor es mi pastor, nada me falta:
en
verdes praderas me hace recostar;
me
conduce hacia fuentes tranquilas
y
repara mis fuerzas. R.
Me guía
por el sendero justo,
por el
honor de su nombre.
Aunque
camine por cañadas oscuras,
nada
temo, porque tú vas conmigo:
tu vara
y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas
una mesa ante mí,
enfrente
de mis enemigos;
me unges
la cabeza con perfume,
y mi
copa rebosa. R.
Tu
bondad y tu misericordia
me
acompañan todos los días de mi vida,
y
habitaré en la casa del Señor
por
años sin término. R.
SEGUNDA
LECTURA
ROMANOS
5, 5b-11
“La prueba de que Dios nos ama”
Hermanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo
que se nos ha dado.
En
efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado,
Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo;
por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que
Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por
nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre,
seremos por él salvos del castigo!
Si,
cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos, salvos por su vida!
Y no
sólo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo,
por quien hemos obtenido ahora la reconciliación. Palabra del Señor.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS 15,
3-7
“¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me
había perdido”
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos y escribas esta parábola: "Si uno
de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve
en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa,
reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he
encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo
que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
El evangelio nos coloca delante del
misterio insondable de la misericordia de Dios, a través de dos parábolas
contadas por Jesús. En ellas se narra la experiencia de la reconciliación del
ser humano con un Dios que “no quiere la muerte del pecador, sino que se
convierta y viva” (Ez 18,23). Jesús ha contado estas parábolas para explicar su
propio comportamiento en relación con los pecadores y perdidos. En estas parábolas
se expresa lo más íntimo y decisivo del corazón de Jesús: la misericordia y la
gratuidad en favor del ser humano pecador.
Mientras los fariseos y maestros de
la ley se mantienen a distancia de los pecadores por fidelidad a la Ley, Jesús
anda con ellos, come y bebe y hace fiesta con ellos. Lo que choca a los
maestros de la ley no es que Jesús hable del perdón que se ofrece al pecador
arrepentido.
Esto es lo que las parábolas quieren
ilustrar; su objetivo primario es mostrar hasta dónde llega la misericordia de
ese Dios que Jesús llama “Padre”, una misericordia que se refleja y se hace
concreta en el corazón de Jesús, o sea en el principio que orienta y determina
la conducta de Jesús frente a los pecadores.
Con toda probabilidad la parábola se inspira en la imagen del “pastor”
tan presente en muchos textos del Antiguo Testamento: “Escuchen, naciones, la
palabra del Señor; anúncienla en las islas lejanas; digan: El que dispersó a
Israel, lo reunirá y lo guardará como un pastor a su rebaño”. En la Biblia la
imagen del pastor es usada para hablar del cuidado que tiene Dios por su
pueblo, mientras las ovejas descarriadas representan a todos aquellos que se
han alejado de Dios: “Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a su
redil, oráculo del Señor. Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada;
vendaré a la herida, robusteceré a la débil...” (Ez 34,15-16).
En las dos parábolas se desarrolla el
tema de la conversión de los pecadores, que tiene lugar en el encuentro con el
mensaje y la persona de Jesús que busca a todos los que se han alejado de Dios.
El “pecador convertido” del que se habla representa a los publicanos y
pecadores que han venido a escuchar a Jesús, a diferencia de los fariseos y
escribas que murmuran de él y se quedan lejos (Lc 15,1-2). Las dos parábolas
insisten en la alegría que Dios siente cuando un pecador se convierte. En la
primera parábola, la oveja descarriada se pierde “fuera” de casa; en la
segunda, la moneda se pierde “dentro” de casa. Los cercanos y los lejanos
tienen necesidad de ser buscados y encontrados por Dios. “Todos hemos pecado”
(Rom 3,23), dirá San Pablo. Jesús proclama el gozo de un Dios que busca al ser
humano para devolverle la vida. Aquella oveja y aquella moneda tienen en común
una sola cosa por la cual son objeto del amor misericordioso de Dios: ¡oveja y
moneda estaban perdidas!.
ORACIÓN
Tu amor es a tal punto que aun siendo
unos hijos(as) descarriados(as) y desobedientes no nos dejas, nos buscas, nos
atraes, nos restauras y apacientas, Gracias Señor. Por favor a través de tu
Espíritu Santo, infunde ese amor en nuestros corazones para que lleguemos a
amar como Tú y logremos atraer personas que también se impregnen y anhelen
vivir en tu rebaño. Amén.
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