sábado, 1 de junio de 2013

Viernes 21 de junio de 2013


“EL EVANGELIO ABARCA TODA LA PERSONA DEL PREDICADOR”

PRIMERA LECTURA
2CORINTIOS 11,18.21B-30

“Aparte de todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias”

Hermanos: Son tantos los que presumen de títulos humanos, que también yo voy a presumir. Pues, si otros se dan importancia, hablo disparatando, voy a dármela yo también. ¿Que son hebreos?, también yo; ¿que son linaje de Israel?, también yo; ¿que son descendientes de Abrahán?, también yo; ¿que sirven a Cristo?, voy a decir un disparate: mucho más yo.
Les gano en fatigas, les gano en cárceles, no digamos en palizas, y en peligros de muerte, muchísimos; los judíos me han azotado cinco veces, con los cuarenta golpes menos uno; tres veces he sido apaleado, una vez me han apedreado, he tenido tres naufragios y pasé una noche y un día en el agua. Cuántos viajes a pie, con peligros de ríos, con peligros de bandoleros, peligros entre mi gente, peligros entre gentiles, peligros en la ciudad, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros con los falsos hermanos. Muerto de cansancio, sin dormir muchas noches, con hambre y sed, a menudo en ayunas, con frío y sin ropa. Y, aparte de todo lo demás, la carga de cada día, la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién enferma sin que yo enferme?; ¿quién cae sin que a mí me dé fiebre? Si hay que presumir, presumiré de lo que muestra mi debilidad. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo concluye su alegato contra los con una frase llena de la sabiduría de la Cruz: "si se trata de presumir, presumiré de mis debilidades".
En efecto, es por lo menos extraña esa carta de presentación de este hombre que por lo visto sólo tiene para contar infortunios, traiciones padecidas, enfermedades y cárceles, dolores y desconciertos.
Pero si lo pensamos, mejor encontraremos una profunda lógica en todo esto. ¿En dónde nos mostró Dios la fuerza de su amor, si no fue en la debilidad de la carne rota de Cristo en la Cruz? ¿En dónde aprendimos la ciencia del perdón y el canto de la misericordia, si no fue en la locura de la Sangre y en el escandaloso silencio del Madero?
Si pues la cátedra de Cristo tiene tales señales y si esos son los capítulos de su doctrina, ¿por qué extrañarnos de la frase de su apóstol, cuando se mira a sí mismo y se reconoce tan cercano al padecimiento de amor de su Señor?
Continuamos escuchando las duras palabras de Pablo a los corintios, quien les dice que ha sido demasiado blando con ellos, pues se han doblegado fácilmente ante la predicación de aquellos que se creen "super-apóstoles". Pablo les dice que, si se trata de méritos, él los supera, y, aclarando que va a hablar como necio, enumera una paradójica lista en su largo camino apostólico cargando la cruz: sufrimientos, privaciones, fatigas, persecuciones, castigos, peligros de muerte, etc. Sólo “la cruz de Cristo“ que lleva a cuestas un apóstol confirma su legitimidad y el poder de su apostolado. Ninguno de aquellos supuestos apóstoles podría soportar una confrontación con la abnegación y los sacrificios con que Pablo va llevando a cabo su ministerio. ¿En qué se apoyan, para poner en duda la autoridad del Apóstol? Pues sencillamente en el hecho de que Pablo no hacía valer su derecho, propio de todo apóstol, de ser mantenido por la comunidad.
Al final, alude al sufrimiento quizás más intenso y evangélico que está viviendo mientras escribe: su preocupación por las iglesias que ha fundado y que le hace estar en ascuas, enfermo de ansiedad como lo está ahora, a causa de la debilidad de los corintios.
SALMO RESPONSORIAL: 33
R. / El Señor libra a los justos de sus angustias.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
 que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avengonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 6, 19-23

“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman, ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!" Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Damos un paso más en nuestro aprendizaje a los pies de Jesús en el Sermón de la Montaña. El Señor nos presenta dos recomendaciones en relación con los bienes materiales, explicitando así cómo vivir la pobreza de la primera de las bienaventuranzas: no acumular bienes y no mirar el mundo con ojos malos. Acumulamos porque no confiamos. El acumular tesoros en el cielo se trata de saber donde colocar el fundamento de nuestra existencia. Si lo colocamos en los bienes materiales de esta tierra, corremos siempre el peligro de perder lo que acumulamos; en cambio, si lo colocamos en Dios, nadie va a poder destruirlo y tendremos la libertad interior de compartir con los demás los bienes que poseemos, creando una convivencia comunitaria que favorezca el compartir y la ayuda mutua; ése es el mayor tesoro, porque allí vive Dios.
Ahora bien, para entender lo que Jesús pide, es necesario tener ojos nuevos. La peor enfermedad que se pueda imaginar es una persona encerrada en si misma y en sus bienes y la confianza que tiene sólo en ellos. ¡Es la enfermedad de la mezquindad! Quien mira la vida con esa mirada vivirá en la tristeza y en la oscuridad. El remedio para curar esta enfermedad es la conversión, el cambio de mentalidad. Poniendo el fundamento de la vida en Dios, la mirada se vuelve generosa y la vida se vuelve luminosa, pues hace nacer el compartir y la fraternidad.

ORACIÓN
 Señor te suplicamos nos ayudes para que nuestra vida sea Evangelio, que con nuestros hechos reflejemos lo que Tú deseas que seamos, seres de paz, justicia y solidaridad. No solo sirviendo en la iglesia, eso es una parte, sino sobre todo en medio de quienes convivimos y compartimos la cotidianidad; con nuestras acciones como miembros de una sociedad, sembrando la civilización del amor en esa parte del mundo que se encuentra sumido en el desamor. Amén.

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