PENTECOSTÉS EL CULMEN DE LA PASCUA
Un nuevo mes en este tiempo de Pascua que lo
acogemos con uno de los signos del que de verdad ha resucitado, “La gratitud”.
Este tiempo de la cincuentena pascual ayuda a la comunidad (de mujeres y
hombres) a ir tomando conciencia de la acción de Jesús Resucitado a través de
la fuerza del Espíritu Santo que Él les comunica. En Pentecostés nace la mujer
y el hombre nuevo(a). Nuevos en la manera de pensar, sentir, hablar y ver el
mundo con los ojos del Resucitado, que llevan al creyente (discípulo(a)) a
construir un estilo de vida al modelo del Resucitado, que es siempre el
verdadero hombre nuevo.
Hablar de Pentecostés como lo hemos dicho en
algunas oportunidades, es hablar del dinamismo que el Espíritu produce en el
creyente. El Espíritu pone a la mujer y al hombre en una continua revolución o
movimiento; movimiento en:
Ø Amor y centralidad en la Palabra
Ø Sentimientos de compartir(comunidad)
Ø Seguimiento o discipulado de Jesús
resucitado
Ø Servicio o vida misionera de la
comunidad
Ø Vida fraterna y solidaria entre los miembros de la comunidad
(compartir el pan y la mesa)
Ø De relaciones abiertas a las
diferentes culturas, pensamientos y espiritualidades, es decir inclusión (Casa
Abierta)
Ø Pero en este mes de mayo como fruto
del Resucitado y su Espíritu, celebramos desde el modelo discipular de María de
Nazaret el mes de las madres.
“¿ACASO NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?”
Aprovecharé esta frase que aparece en el diálogo
de la Virgen de Guadalupe con el Indio Juan Diego, para invitar a agradecer y
hacer una sencilla reflexión sobre el amor del Buen Dios desde el signo de las
madres.
De niños creemos que mamá todo lo puede, que no
siente cansancio, que no sufre; esa imagen que guardamos de ella, con el tiempo
no coincide con la que vemos cuando pasan los años. Entonces descubrimos que
mamá también sufre, se cansa, está triste, ya no tiene las mismas fuerzas de
antes, calla ocultando el dolor. La vemos como un héroe sobrevivir a grandes
tragedias, llevarnos de la mano sosteniéndonos y mostrándonos siempre la vida
en sus lados más hermosos. De niños no entendemos sus lágrimas, de adultos nos
preocupa o algunos las ignoran. Así como cuando niños necesitamos de ellas, de
adultos y siempre necesitamos de la protección de esos brazos que nos dan
fortaleza y nos llenan de comprensión en momentos de dolor y de sufrimiento.
Las Madres no hacen curso para ejercer como
tales. Ellas no estuvieron en la escuela o facultad de cómo ser felices,
simplemente desde su naturaleza que es “El Amor” son y nos hacen ser felices.
Solo por hoy, en este mes y ojala en gratitud
para siempre te invito a que le inviertas un tiempo de gratitud y amor a tu
madre. Si aunque quizás vieja y enferma la tienes a tu lado llámala o conversa
con ella; dedícale tiempo. Si desde el amor permanece en tu corazón, aunque su
vela ya se haya extinguido, eleva siempre un pensamiento y sentimiento
agradecido y una oración de entrega al Dios Resucitado y sonríe, recibe paz y
bendiciones cuando lo hayas hecho.
“Madre es el
nombre de Dios en el corazón y en los labios de los que siempre se hacen
como niños y niñas”.
Gratitud y bendiciones en este tiempo de
Pentecostés a todas las madres.
Roberto Zamudio Gómez
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