miércoles, 1 de mayo de 2013

Introducción


PENTECOSTÉS EL CULMEN DE LA PASCUA




Un nuevo mes en este tiempo de Pascua que lo acogemos con uno de los signos del que de verdad ha resucitado, “La gratitud”. Este tiempo de la cincuentena pascual ayuda a la comunidad (de mujeres y hombres) a ir tomando conciencia de la acción de Jesús Resucitado a través de la fuerza del Espíritu Santo que Él les comunica. En Pentecostés nace la mujer y el hombre nuevo(a). Nuevos en la manera de pensar, sentir, hablar y ver el mundo con los ojos del Resucitado, que llevan al creyente (discípulo(a)) a construir un estilo de vida al modelo del Resucitado, que es siempre el verdadero hombre nuevo.

Hablar de Pentecostés como lo hemos dicho en algunas oportunidades, es hablar del dinamismo que el Espíritu produce en el creyente. El Espíritu pone a la mujer y al hombre en una continua revolución o movimiento; movimiento en:
Ø  Amor y centralidad en la Palabra
Ø  Sentimientos de compartir(comunidad)
Ø  Seguimiento o discipulado de Jesús resucitado
Ø  Servicio o vida misionera de la comunidad
Ø   Vida fraterna y  solidaria entre los miembros de la comunidad (compartir el pan y la mesa)
Ø  De relaciones abiertas a las diferentes culturas, pensamientos y espiritualidades, es decir inclusión (Casa Abierta)
Ø  Pero en este mes de mayo como fruto del Resucitado y su Espíritu, celebramos desde el modelo discipular de María de Nazaret el mes de las madres.

“¿ACASO NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE?”

Aprovecharé esta frase que aparece en el diálogo de la Virgen de Guadalupe con el Indio Juan Diego, para invitar a agradecer y hacer una sencilla reflexión sobre el amor del Buen Dios desde el signo de las madres.
De niños creemos que mamá todo lo puede, que no siente cansancio, que no sufre; esa imagen que guardamos de ella, con el tiempo no coincide con la que vemos cuando pasan los años. Entonces descubrimos que mamá también sufre, se cansa, está triste, ya no tiene las mismas fuerzas de antes, calla ocultando el dolor. La vemos como un héroe sobrevivir a grandes tragedias, llevarnos de la mano sosteniéndonos y mostrándonos siempre la vida en sus lados más hermosos. De niños no entendemos sus lágrimas, de adultos nos preocupa o algunos las ignoran. Así como cuando niños necesitamos de ellas, de adultos y siempre necesitamos de la protección de esos brazos que nos dan fortaleza y nos llenan de comprensión en momentos de dolor y de sufrimiento.
Las Madres no hacen curso para ejercer como tales. Ellas no estuvieron en la escuela o facultad de cómo ser felices, simplemente desde su naturaleza que es “El Amor” son y nos hacen ser felices.
Solo por hoy, en este mes y ojala en gratitud para siempre te invito a que le inviertas un tiempo de gratitud y amor a tu madre. Si aunque quizás vieja y enferma la tienes a tu lado llámala o conversa con ella; dedícale tiempo. Si desde el amor permanece en tu corazón, aunque su vela ya se haya extinguido, eleva siempre un pensamiento y sentimiento agradecido y una oración de entrega al Dios Resucitado y sonríe, recibe paz y bendiciones cuando lo hayas hecho.

“Madre es el  nombre de Dios en el corazón y en los labios de los que siempre se hacen como    niños y niñas”.

Gratitud y bendiciones en este tiempo de Pentecostés a todas las madres.

Roberto Zamudio Gómez  



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