Ascensión del Señor
“JESÚS ES ELEVADO A LA GLORIA DEL PADRE”
Lucas ha escrito dos libros: un evangelio
y los Hechos de los apóstoles, libros que encontramos en las lecturas de hoy.
En Hechos 1,1-2 Lucas retoma la referencia a Teófilo que hizo al comienzo de su
Evangelio (“ilustre Teófilo” Lc 1,3). Teófilo significa “amigo de Dios”. El
hecho de agregarlo en estas lecturas, después de separarse su obra en dos,
refuerza la idea que Teófilo es una designación simbólica general.y que todos
los que leemos estos libros somos también Teófilos. Miremos también algunos
contrastes con las lecturas de hoy, en su
evangelio termina diciendo «Jesús llevado al cielo» en Lucas. Los Hechos comienzan en cambio con
el relato de «Jesús yéndose al cielo» (Hch 1,6-11). En el evangelio se presenta
a Jesús con su cuerpo, mientras que en los Hechos ya no está corporalmente actúa
por medio de su Espíritu. La orden que Jesús da a los apóstoles en Hechos 1,4
exige pasividad total: no ausentarse de la ciudad y aguardar y también en Lucas
es semejante: permanecer en la ciudad (con la connotación de esperar sin hacer
nada, “hasta que sean bautizados en el Espíritu Santo” (Hch 1,5) o “hasta que
sean revestidos del poder de lo alto” (Lc 24,49), leamos hoy detenidamente
es6tas lecturas y vayámonos preparando para
la fiesta de Pentecostés que estamos por celebrar el próximo domingo.
PRIMERA LECTURA
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1,1-11
“Lo vieron levantarse”
En mi primer libro, excelentísimo Teófilo,
escribí acerca de todo lo que Jesús había hecho y enseñado desde el principio y
hasta el día en que subió al cielo. Antes de irse, por medio del Espíritu Santo
dio instrucciones a los apóstoles que había escogido respecto a lo que debían
hacer. Y después de muerto se les presentó en persona, dándoles así claras
pruebas de que estaba vivo. Durante cuarenta días se dejó ver de ellos y les
estuvo hablando del reino de Dios.
Cuando todavía estaba con los apóstoles,
Jesús les advirtió que no debían irse de Jerusalén. Les dijo:
--Esperen a que se cumpla la promesa que mi
Padre les hizo, de la cual yo les hablé. Es cierto que Juan bautizó con agua,
pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.
Los que estaban reunidos con Jesús, le
preguntaron:
--Señor, ¿vas a restablecer en este momento
el reino de Israel?
Jesús les contestó:
--No les corresponde a ustedes conocer el
día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero cuando el
Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio
de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las
partes más lejanas de la tierra.
Dicho esto, mientras ellos lo estaban
mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. Y
mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres
vestidos de blanco se aparecieron junto a ellos y les dijeron:
--Galileos, ¿por qué se han quedado mirando
al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al
cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá. Palabra
del Señor.
REFLEXIÓN
Es interesante destacar en la primera
lectura de hoy que Lucas resume la enseñanza de Cristo Resucitado, en sus
apariciones a los discípulos, como una predicación sobre el Reino de Dios.
Recordamos bien que el inicio de su ministerio público fue un anuncio similar:
"El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y
creed en el evangelio" (Marcos 1,15). Y luego el mismo Lucas se deleita
contándonos cuántas comparaciones usó Jesús en esta tierra para que
comprendiéramos algo de los misterios del Reino.
Aprendemos de aquí que en la Resurrección
del Señor se da como un nuevo comienzo. El proyecto de Jesucristo no ha
cambiado. Ni siquiera la muerte lo ha cambiado. Torturarlo, abandonarlo,
crucificarlo, llevarlo a la muerte y depositarlo en el sepulcro... nada de ello
fue capaz de romper la obediencia de amor de Cristo hacia su Padre. Una vez
levantado de entre los muertos, no tiene un nuevo proyecto sino el mismo de
siempre: que el nombre de Dios sea glorificado, que su voluntad sea escuchada y
obedecida; en resumen: ¡que venga el Reino de Dios, que Dios reine!
Tampoco los discípulos han cambiado mucho en
sus proyectos propios. Siguen esperando una gran victoria política, si no
militar. Por eso preguntan si ha llegado el tiempo de restaurar el reino
"de Israel." Jesús les habla del reino "de Dios" pero ellos
quieren oír del reinado "de Israel." Su inteligencia tiene un límite,
que es el límite de sus intereses. Por eso Jesús les anuncia no una nueva
predicación, que ya les ha predicado bastante, sino un nuevo amor. Eso será la
efusión del Espíritu Santo, cuya fiesta estamos prontos a celebrar, el próximo
Domingo: será un nuevo amor. Con un nuevo corazón palpitando en nuestro pecho
habrá también nuevas razones, las razones de Dios, que podrán entrar a nuestra
mente y un nuevo Espíritu que nos refresca y nos cambia.
SALMO RESPONSORIAL: 46
R./ Dios asciende entre aclamaciones; el
Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra. R.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad. R.
Porque Dios es el rey del mundo;
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R.
SEGUNDA LECTURA
Hebreos 9, 24-28; 10,19-23
“Cristo
ha entrado en el mismo cielo”
Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen
del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo
por nosotros.
Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que
entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido
así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De
hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para
destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.
Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después
de la muerte, el juicio.
De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los
pecados de todos.
La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo
esperan, para salvarlos.
Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre
de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para
nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran
sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y
llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo
lavado en agua pura.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel
quien hizo la promesa.
REFLEXIÓN
La segunda lectura, de la Carta a los Hebreos, prolonga el tema de la
cruz y el sacrificio de Cristo dando su vida. Cristo es aquí el Sumo y Eterno Sacerdote y el
punto es: ¿adónde se ofrece su sacrificio? Nosotros difícilmente nos haríamos
una pregunta así. Para nosotros la geografía del asunto es clara: el Señor
murió a las afueras de Jerusalén, en un montículo que era conocido como el
lugar de la calavera. La Carta a los Hebreos, sin embargo, descubre en todo
ello un simbolismo muy intenso y evocador. Siendo un escrito dirigido a judíos
convertidos que habían amado muy a fondo la liturgia del templo, esta Carta
quiere exponer con sus símbolos y términos litúrgicos de qué manera el
sacrificio de Cristo es superior a todo lo que sucedía en el templo material de
Jerusalén.
En esa línea de pensamiento, la lectura de hoy nos habla de la
Ascensión de Cristo como su supremo acto sacerdotal. No es el mismo hecho de la
misma fecha de lo que narra Lucas. El sacrificio de Jesús acontece no sólo en
el borde de Jerusalén sino sobre todo en el borde de la Historia misma, es
decir, se corresponde con aquella cortina o velo que separaba el lugar llamado
"santo" del resto del templo. Al morir, Cristo atraviesa la cortina,
porque su cuerpo mismo es traspasado, y así ofrece su sangre, más que en la
Cruz, en el Cielo. Este modo de hablar puede parecernos extraño, pero una vez que nos vamos acostumbrando a su
intensidad de significado nos permite asomarnos un poco a la grandeza del
solemne amor que nos abrió las puertas del Cielo a todos, a tan alto precio.
LECTURA DEL EVANGELIO
Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en
su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los
pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha
prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza
de lo alto."
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran
alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
REFLEXIÓN
Lucas quiere mostramos en esta
lectura, que Jesús ha sido «glorificado»
por Dios: ha entrado en la gloria del Padre. Separa ambos eventos (resurrección
y ascensión), para subrayar el carácter histórico que cada uno de ellos tiene.
Jesús resucitado, antes de su ascensión-exaltación-glorificación, convive con
sus discípulos: come con ellos y los instruye. La ascensión de Jesús señala, en
Lucas, la tensión en la que entra la comunidad de los discípulos desde aquel
momento, una vez que han terminado las apariciones del Resucitado: tensión
entre la ausencia y al mismo tiempo la presencia del Señor. Jesús continúa su
acción y enseñanza después de ser llevado al cielo; Jesús resucitado sigue
actuando y enseñando en la comunidad después de su ascensión. Lucas une íntimamente la ausencia física con el Don
del Espíritu Santo.
La insistencia de que los discípulos
veían a Jesús subiendo hacia el cielo, podría considerarse alusiva a las
escenas de asunción de Elías, cuando Eliseo tuvo asegurado el espíritu de
profecía del maestro porque pudo verlo. Así, la comunidad de los discípulos
queda configurada en la ascensión como la comunidad profética que hereda el
Espíritu de Jesús para continuar su misión. En la ascensión Jesús no se va,
sino que es exaltado, glorificado. La parusía ( Segunda Venida de Jesús), no es
el retorno de un Jesús ausente, sino la manifestación gloriosa de un Jesús que
siempre ha estado presente en la comunidad. Esto aparece claramente en las
últimas palabras de Jesús en Mt 28,19: “he aquí que yo estoy con ustedes todos
los días hasta el fin de este mundo”. La ascensión expresa el cambio en Jesús
resucitado, una nueva manera de ser, gloriosa, glorificada, pero siempre
histórica, pues Jesús glorificado sigue viviendo en la comunidad.
La narración de la ascensión es para
Lucas, la culminación del itinerario de Jesús, y el tránsito entre el “tiempo
de Jesús” y el “tiempo de la Iglesia”, inaugurada con el Espíritu Santo,
prometido por Jesús. Al recibir el Espíritu la comunidad de los creyentes asume
en sí la misión de continuar el trabajo inaugurado por Jesús, de manifestar el
Reino del Padre.
ORACIÓN
Señor, al ir al Padre llevas contigo la
redención de nuestra naturaleza humana y la siembra en nuestro corazón de la
posibilidad de un mundo diferente desde aquí en la tierra, basado en el
principio del amor que produce justicia, igualdad y solidaridad, Ayúdanos por favor a orientar nuestra mirada
y corazón a esos bienes que no son materiales, sino que nos llevan a ser más
como Tú y trascender hacia el lugar donde nuestra vida se glorificará contigo.
Amén
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