Presentación del
Señor
“TODOS Y TODAS PODEMOS CONTEMPLAR
AL MESÍAS”
PRIMERA LECTURA
MALAQUÍAS 3,1-4
“Entrará en el
santuario el Señor a quien vosotros buscáis”
Así
dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino
ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis,
el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor
de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará
en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se
sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a
los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces
agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados,
como en los años antiguos." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Malaquías, como tantos otros profetas del Señor, hasta Juan Bautista
inclusive, anunció un Día descrito con vigorosos y turbadores trazos. Un Día
con D mayúscula en el que no quedaba claro quién podría resistir y quién no. El
Día de refinar los corazones y hacer aparecer la verdad de cada uno frente a
Dios. Para ese Día, anuncia este profeta, el Señor entrará en su santuario.
Y el Señor entró en su Santuario. Es lo que celebramos hoy: Jesús
entra en el templo. Y sin embargo, su entrada es humilde y reconocida sólo por
unos cuantos humildes. Aparentemente una contradicción con el mensaje tremendo
que venía de los profetas: se anunciaba fuego y llegó calidez; se anunciaba
juicio y llegó salvación; se anunciaba temor y llegó mansedumbre. ¿Por qué?
Antes de intentar una
respuesta, estaremos de acuerdo en un punto: cuánto hemos ganado con estos cambios.
¡Cuán preferibles y saludables son para nosotros esa calidez, esa mansedumbre y
esa salvación! Bien está el anuncio del juicio que despierta la conciencia,
pero mejor es el evangelio de la conversión y aquello de "no he venido por
los justos sino por los pecadores".
Sin embargo, sería miope
quedarnos sólo con lo que nos "conviene". Toda la ternura de Cristo
es también toda la manifestación de un amor que ya no permite mentir; un amor
frente al cual tendremos que comparecer sin posibilidad de decir: "no
entendí..."; "me asusté..."; "me distraje...". La
absoluta generosidad de Dios significa la absoluta verdad del encuentro con Él.
¿Y hay algo más terrible que comparecer sin disculpas ante el Amor? .
SALMO RESPONSORIAL:
23
R. / El Señor, Dios
de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad
los dinteles,
que se alcen las
antiguas compuertas:
va a entrar el Rey
de la gloria. R.
¿Quién es ese Rey
de la gloria?
El Señor, héroe
valeroso;
el Señor, héroe de
la guerra. R.
¡Portones!, alzad
los dinteles,
que se alcen las
antiguas compuertas:
va a entrar el Rey
de la gloria. R.
¿Quién es ese Rey
de la gloria?
El Señor, Dios de
los ejércitos.
Él es el Rey de la
gloria. R.
SEGUNDA LECTURA
HEBREOS 2,14-18
Los
hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y
sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder
de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte
pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de
Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos,
para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar
así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede
auxiliar a los que ahora pasan por ella. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La
carta a los Hebreos, en esta fiesta, nos presenta el discurso sacerdotal; un
texto lleno de fuerza dogmática sobre la persona de Jesús, como servidor
(Sacerdote), Sumo y Eterno de Dios. Pero
lo interesante es que desde este sacerdocio o servicio nos hermana a nosotros y
nos eleva a la dignidad sacerdotal por participar en nuestra carne y en nuestra
sangre, y nos lleva a vivir en la presencia del Dios Vivo asumiendo el sufrimiento
de nuestro ser y purificando nuestra humanidad. En esta lectura se resalta la
estrecha solidaridad que une a Cristo con los seres humanos, compartiendo
nuestras debilidades y dolores, y asumiendo también nuestra muerte, como cada
ser humano tiene que hacerlo; pero al morir Jesús cambia el sentido de ésta:
convierte la muerte en instrumento no de condenación sino de redención. Tan
solidario con nuestro ser de mujeres y hombres que no nos puede ser extraño
verlo llevado por su padre y su madre a cumplir con la tradición judía de la
presentación en el templo (1ra Sam 1,22-24), y en la consagración al Señor y
ofreciendo su propio sacrificio.
LECTURA DEL
EVANGELIO
LUCAS 2,22-40
“Mis ojos han visto
a tu Salvador”
Cuando
llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús
lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito
en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al
Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un
par de tórtolas o dos pichones."
Vivía
entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que
aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había
recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con
el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo
tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados por
lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
"Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten;
será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos
corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había
también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer
muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta
los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios
con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y
hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando
cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a
su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de
sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor o la
Fiesta de las Candelas. Esta fiesta data del siglo IV en Jerusalén. Es el
encuentro oficial del Señor con su pueblo en la persona de Simeón y en el
templo de Jerusalén. El evangelista intenta dar una respuesta teológica y
catequética a los cristianos formados en un ambiente tradicional judío. A Lucas
le interesa colocar a Jesús en relación con la ciudad de Jerusalén, como lugar
donde se revela para todos los pueblos la luz de la salvación. El cántico de
Simeón así lo demuestra. Jesús, el bebé, será “luz para alumbrar a todas las
naciones, presentado a todos los pueblos”. Así, la salvación queda conectada al
pasado de Israel, pero abierta universalmente a todos los pueblos y naciones
del universo y de la historia. Jesús es luz que disipará las tinieblas de todo
el mundo. Por eso esta celebración está llena de simbolismo, de belleza, de
iluminación. – Dejemos que la luz de Cristo nos invada a todos. Que nuestras
comunidades sean también focos de irradiación de la luz de la Buena Noticia de
la liberación. ¿Somos cristianos de la luz…?
ORACIÓN
Oh Señor nuestro, como no darte
infinitas gracias al poder vivenciarte a través de tu Palabra y comprender que
te hiciste humano para enseñarnos el sentido liberador del amor, el servicio y
la entrega. Ayúdanos por favor a contemplarte día a día a través de tu mensaje
para poder ser personas abiertas al
crecimiento espiritual, que transmite tu Evangelio en verbo y no en sustantivo.
Amén.
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