“DIOS QUIERE COMUNICAR SU
SALVACIÓN POR MEDIO DE SUS ELEGIDOS”
PRIMERA LECTURA
ISAÍAS 6, 1-2A. 3-8
“Aquí estoy,
mándame”
El año de la muerte
del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su
manto llenaba el templo.
Y vi serafines en
pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo: "¡Santo, santo, santo,
el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!"
Y temblaban los
umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije: "¡Ay
de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un
pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los
ejércitos."
Y voló hacia mí uno
de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas
tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo: "Mira; esto ha tocado tus labios,
ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado."
Entonces,
escuché la voz del Señor, que decía: "¿A quién mandaré? ¿Quién irá por
mí?"
Contesté:
"Aquí estoy, mándame." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El
autor de la primera lectura ubica la escena en un tiempo concreto, año 740 a.C.
que corresponde a la muerte del rey Osías (740 a.C). El relato se divide en dos
partes: la visión (vv. 1-4) y la reacción del profeta (vv. 5-8). Una tercera
parte, que ha sido excluida en nuestro texto litúrgico (vv. 9-13), cuenta la
misión que recibe el profeta. Realmente todo el capítulo 13 forma una unidad
literaria. Por su similitud con los relatos de vocación de Jeremías y Ezequiel,
que tienen estas mismas tres partes, algunos consideran este relato como de
vocación. Sin embargo, el contenido nos lleva a pensar en un relato de misión.
La
escena comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde
el profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con
los rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de
plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su
gloria llena la tierra toda”... Los serafines (serafín = ardiente), seres alados
de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior, están por
encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el canto del
«santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través de su
gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la creación
y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo.
En
los vv. 5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el
acento en la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido
porque tal vez no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e
incapacitado para ejercer su vocación de hablar en el nombre de Yahvé. La
exclamación angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien
a través de un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus
pecados. Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para
hablar sino para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la
angustia del pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta,
responde de inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y
pertenencia absoluta a la voluntad del Señor.
SALMO RESPONSORIAL:
137
R. / Delante de los
ángeles tañeré para ti, Señor.
Te doy gracias, Señor,
de todo corazón;
delante de los
ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia
tu santuario. R.
Daré gracias a tu
nombre:
por tu misericordia
y tu lealtad,
porque tu promesa
supera a tu fama;
cuando te invoqué,
me escuchaste,
acreciste el valor
en mi alma. R.
Que te den gracias,
Señor,
los reyes de la tierra,
al escuchar el
oráculo de tu boca;
canten los caminos
del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.
Tu derecha me
salva.
El Señor completará
sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia
es eterna,
no abandones la
obra de tus manos. R.
SEGUNDA LECTURA
1ª Corintios 15, 1-11
“Esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído”
Os
recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y
en el que -estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el
Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a
la fe.
Porque
lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y
que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y
más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos,
la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le
apareció a Santiago, después a todos los me apareció también a mí.
Porque
yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he
perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero
por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí.
Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la
gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que
predicamos; esto es lo que habéis creído. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Todo el capítulo 15 de 1
Corintios tiene como eje temático la resurrección de Jesucristo, puesta en duda
en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay resurrección de los muertos?”. Al
comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena Nueva como el mejor regalo entregado
a la comunidad de Corinto, regalo que fue recibido y mantenido con fidelidad a
las palabras anunciadas. Aparece claro que el elemento común a los cristianos
de todos los pueblos, culturas y tradiciones es la palabra de Dios. El
contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando un fragmento del primer
credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo, como testimonio de
solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de referencia, las
Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como intervención
directa de Dios, su resurrección, como testigos de la resurrección, a todos los
que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de nuestro pueblo es la razón
de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a defender y acrecentar la
vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia».
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS 5, 1-11
“Dejándolo todo, lo
siguieron”
En
aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de
Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban
junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes.
Subió
a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra.
Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando
acabó de hablar, dijo a Simón: "Rema mar adentro, y echad las redes para
pescar."
Simón
contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido
nada; pero, por tu palabra, echaré las redes."
Y,
puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la
red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles
una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al
ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: "Apártate de
mí, Señor, que soy un pecador."
Y
es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver
la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan,
hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús
dijo a Simón: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres."
Ellos
sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En
el evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro,
sencillo y profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de
las aguas tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra
corriente. Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas
para pescar. Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor,
eso había estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito!
Pero llega Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes
para pescar...
Pedro,
el experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para
pescar y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría
(“hemos pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no
hemos cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el
final del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que
“reme mar adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de
las playas cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree
en la palabra de Jesús.
Éste es el
verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las
redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de
milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición
para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la
otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces
se realiza el milagro!
Claro, la cosa no
es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos esa fe
para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra, rememos mar
adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro milagro en
nuestras vidas y en nuestra comunidad.
Y
es que ser discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que
Jesús nos quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de
éxito. Jesús quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino.
Jesús convoca a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso
toda vocación exige "remar mar adentro" para abandonar las
seguridades de la orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades
y meterse en una gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una
utopía de la que serán beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo.
Sin
que desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es
una superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y
mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es
algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer.
Pero algunos
llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir
a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión”
todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a
todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama
exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato
de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de
pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había
admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un
trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La
vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso.
Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor.
ORACIÓN
Señor, que tu Espíritu nos
capacite para que, como los profetas y los apóstoles, estemos dispuestos(as) a
dejarlo todo para seguirte y una vez más responder: aquí estoy, Señor, envíame.
Queremos comprometernos a asumir
actitudes concordantes con el llamado que hemos recibido, de tal manera que
nuestras acciones comuniquen vida y transformen la vida de otros y otras.
Amén
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