PREPARARSE Y ESPERAR
Jesús dijo a sus discípulos: "Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”
Marcos 13, 33
La espera, el esperar es una dimensión que atraviesa toda nuestra existencia. La espera está presente en el diario vivir de nuestra vida, en mil situaciones, desde las más pequeñas y banales hasta las más importantes, situaciones que nos implican totalmente y en lo más profundo de nuestro ser.
Pensemos, en la espera de un hijo por parte de dos esposos; o la de nuestros familiares o amigos que no vemos hace tiempo y vienen de muy lejos a visitarnos. Para un joven, en la espera del éxito en un examen decisivo, o de una entrevista de trabajo; en las relaciones afectivas, en la espera del encuentro con la persona amada, del hombre o la mujer de nuestra vida, de la respuesta a una carta, o de la acogida de un perdón... Se podría decir que el hombre está vivo mientras espera, mientras en su corazón está viva la esperanza. Y al hombre se le reconoce por sus esperas: nuestra “estatura” espiritual se puede medir por lo que esperamos y por aquello en lo que esperamos.
Iniciamos esta semana el tiempo de Adviento. Adviento, significa en latín “llegada” o “venida”, es el tiempo que nos prepara para celebrar con gozo el nacimiento de Jesús… la Navidad. En estas semanas previas a la Navidad, la Iglesia entera aguarda con alegría la nueva “llegada” del Mesías, del Hijo de Dios, Jesús, hecho Hombre como nosotros y nacido para salvarnos. La esencia propia y más característica de este período es la esperanza.
Cada uno de nosotros, por tanto, especialmente en este Tiempo que nos prepara a la Navidad, puede preguntarse: y yo, ¿qué espero? ¿A qué, a quien en este momento de mi vida, está dirigido mi corazón? Mi familia, mi comunidad, mi país?. ¿Qué es lo que esperamos, juntos?. ¿Le esperamos a Él?
Es por eso que te invitamos a que le dejes nacer en tí en esta Navidad, a abrirle tu casa desde adentro , a entregarle la llave, la “llave de tu corazón”. Él no obliga a nadie, ni fuerza contra su voluntad, da la libertad de hacerlo. Nos respeta siempre porque nos ama, incluso aunque en nuestra indiferencia o negación nos hagamos daño a nosotros mismos. Así es el amor de Dios. Déjale nacer, prepara tu “Belén” interior en esta Navidad y déjale ser el centro y norte de tu vida.
DIOS LES BENDIGA
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