miércoles, 1 de junio de 2011

Miércoles 22 de junio de 2011

“¡CUÍDENSE DE LOS FALSOS PROFETAS!”





PRIMERA LECTURA
GÉNESIS 15,1-12.17-18



"¡ABRAM CREYÓ AL SEÑOR!"



Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo:
--No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.
Pero Abram le contestó:
--Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si tú bien sabes que no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.
El Señor le contestó:
--Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.
Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo:
--Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes.
Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo y le dijo:
--Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.
Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de que voy a heredar esta tierra? --contestó Abram.
Y Dios le dijo:
--Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón de paloma.
Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso una mitad frente a otra; pero no partió las aves. Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba. Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto lo rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo.
Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos. Aquel mismo día el Señor hizo una alianza con Abram y le dijo:
--Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates.




REFLEXIÓN
Es maravilloso pensar que todos nosotros somos como esas estrellas que veía Abraham en esa noche; en esa noche se le prometió a Abraham descendencia abundantísima, y nosotros somos esa descendencia; Dios nos pensaba con amor; Abraham nos miraba con ilusión en esa noche, y puede decirse que de la fe de este solo hombre, de esa fe que se sobrepone a las aves rapaces y a los terrores nocturnos, de esa fe hemos nacido todos nosotros. Somos inmensos como las estrellas del cielo, como la arena de las playa marinas.

Qué fruto maravilloso el que ha dado esta fe de Abraham, una fe probada hasta el extremo del sacrificio de su hijo, pero aunque no se tratara sólo de ese heroísmo, probada por su misma soledad, por la soledad del desierto; creyente en medio de un país de idólatras, Abraham es como una antorcha que brilla en la noche, y por eso Dios se le presenta también como un fuego nocturno que da garantía de la fidelidad de la promesa.

En esa noche, Abraham lo único que pudo ver fue ese fuego, unos animales feroces, unas aves rapaces y su corazón asustado. La mejor parte de la promesa no la pudo ver, pero sin esa fe de él no estaríamos nosotros aquí.

Nosotros no vamos a ver la mayor parte de lo que estamos sembrando, es necesario que lo sembremos como Abraham, en fe, con esa mezcla de humildad y de miedo que da la fe; con esa mezcla de confianza, de alegría, de desconcierto que tiene la fe, así hay que sembrar; hay que sembrar más allá de nuestros miedos, más allá de la noche, más allá del cansancio, más allá de las aves rapaces hay que sembrar, que si la semilla es buena, el fruto dirá qué fue lo que se sembró.

SALMO RESPONSORIAL: 104
R./ El Señor se acuerda de su alianza eternamente.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 7,15-20

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:"Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar de parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos feroces. Ustedes los pueden reconocer por sus acciones, pues no se cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos. Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo, ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego. De modo que ustedes los reconocerán por sus acciones.

REFLEXIÓN
En la comunidad todo árbol (persona) que no dé buenos frutos será cortado. En nuestro mundo estamos llenos de espinos y lobos rapaces, y nuestras comunidades cristianas no son excepción. Pero, ¿cómo identificar a esas personas? Por sus frutos los conocerán. Quien hace las cosas sólo por ser reconocido, quien muestra intereses egoístas frente al hermano, quien quiere ser siempre el primero, el mandamás, y no se pone a servir desinteresadamente a los demás, ése no es de Cristo, porque él nos enseñó que la vida de un verdadero hijo de Dios es estar siempre dispuesto a servir sin ningún interés, haciendo presente el Reino en medio de todos. Dar frutos buenos no es más que amar y servir a la comunidad, a la humanidad. Al que ama no le cuesta dar esos frutos; es más, los expresa espontáneamente con su testimonio de vida, con el cariño desinteresado. Son valores que tenemos que ir rescatando en nuestro ser como cristianos, y seguir trabajando para que en el mundo sean erradicados el odio y la violencia. Esos son frutos imprescindibles para hacer presente el Reino en medio de todos.

ORACIÓN
Mi Señor y Salvador, en estos tiempos que corren escucho tantas voces y recibo tantas propuestas de salvación, que mi corazón se angustia y se confunde. Has que mire siempre tu rostro y viva tan unido a Ti que nada ni nadie me quite el gozo de saberme tuyo y de saberte mío. Amén

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