miércoles, 1 de junio de 2011

Lunes 20 de junio de 2011

“JUZGUEN BIEN”

PRIMERA LECTURA
GÉNESIS 12, 1-9



“Y DIOS LLAMÓ A ABRAM”



Un día el Señor le dijo a Abram: "Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias del mundo."
Abram salió de Harán tal como el Señor se lo había ordenado. Tenía setenta y cinco años cuando salió de allá para ir a la tierra de Canaán. Con él se llevó a su esposa Sarai y a su sobrino Lot, y también todas las cosas que tenían y la gente que habían adquirido en Harán. Cuando llegaron a Canaán, Abram atravesó toda esa región hasta llegar a Siquem, donde está la encina sagrada de Moré. Los cananeos vivían entonces en aquella región. Allí el Señor se le apareció y le dijo: "Esta tierra se la voy a dar a tu descendencia."
Entonces Abram construyó un altar en honor del Señor, porque allí se le había aparecido. Luego se fue a la región montañosa que está al este de la ciudad de Betel, y allí puso su
campamento. Betel quedaba al oeste de donde él había acampado, y la ciudad de Ai al este. En ese lugar Abram construyó otro altar e invocó el nombre del Señor. Después siguió su camino, poco a poco, hacia la región del Négueb.



REFLEXIÓN
El texto de la primera lectura marca un comienzo de lo que se llama la “revelación histórica” de Dios, es decir, la irrupción de Dios en la conciencia humana. Dios llama a Abram, hombre de edad avanzada, sin tierra ni heredero, y que aparentemente no ha construido nada. Abram escucha el llamado y cree, lo deja todo, se somete a la dirección divina aún sin tener la certeza de lo que le deparará el futuro, y avanza con la mirada fija en la promesa divina; su vida entra, así, en una nueva dimensión. Notemos que este capítulo comienza con las palabras: “dijo Dios”, son las mismas palabras, que dan inicio a una nueva humanidad con Noe ( Génesis 9,1); lo cual nos está indicando que con el llamado a Abram, Dios está iniciando algo nuevo. Nace así, la historia del pueblo particular de Dios.

El llamado implica una ruptura, una renuncia desde la fe, dejar la propias seguridades desde las confianza en la voz de Dios que llama. Como no se puede avanzar en la vida hacia lo nuevo sin dejar lo viejo, como no se puede crecer y madurar sin dejar lo anterior para acceder a algo mejor, no hay fe sin rupturas. La fe, luego, nos lleva a enfrentar otras rupturas más dolorosas con las que nos ponemos más enteramente al servicio de Dios. El verdadero discípulo será siempre un errante en busca de más justicia y de una más alta perfección.

SALMO RESPONSORIAL: 32
R: Dichoso el pueblo que el Señor escogió como heredad



LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 7, 1-5



“HIPÓCRITA, SACA PRIMERO LA VIGA DE TU OJO”



"No juzguen a otros, para que Dios no los juzgue a ustedes. Pues Dios los juzgará a ustedes de la misma manera que ustedes juzguen a otros; y con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes. ¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si tú tienes un tronco en tu propio ojo, ¿cómo puedes decirle a tu hermano: 'Déjame sacarte la astilla que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la astilla que tiene tu hermano en el suyo.



REFLEXIÓN:
Este pasaje evangélico nos da a conocer que la verdadera justicia viene de Dios. No tenemos derecho a condenar al otro cuando ni siquiera nos molestamos en mirar cuáles son nuestras propias limitaciones y defectos. Primero miremos la viga que tenemos en nuestro propio ojo, para luego sacar la pelusa que tiene la otra persona. Las actitudes de intolerancia e incomprensión que muchas veces adoptamos frente al pecado del otro, muestran la incapacidad que tenemos de amar, de perdonar, de ser misericordiosos como lo es nuestro Padre del cielo. Quien ama ve las caídas del hermano con ojos de amor y de perdón. Quien aborrece al otro por su debilidad muestra que en él no habita Dios. No se trata de dejar pasar las cosas; sino que más bien se trata de no condenar al que comete alguna falta; de corregirlo fraternalmente con la intención de que cambie de actitud y vuelva sus ojos al Padre. Que el Señor no nos llame “hipócritas” por nuestras actitudes condenatorias. Más bien, que nos diga: “Éste es mi hijo muy amado”.


PARA REFLEXIONAR
Jesús no nos prohíbe corregir a otros, ¿ Pero cuando lo hacemos, lo hacemos con un corazón amoroso y sencillo que busca ayudar a los demás?. ¿Antes de hacerlo miramos primero nuestros errores y defectos?

ORACIÓN
Señor, danos las fuerzas necesarias para dar un mayor ejemplo y testimonio de vida, tal como Tú quieres que sea. Danos Señor humildad para reconocer nuestras faltas y disculpar las de mis hermanos, pero también concédenos ayudarlos a corregirse con un corazón puro que busca sólo su bien. Amén

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