miércoles, 1 de junio de 2011

Domingo, 5 de junio de 2011

Fiesta de la Ascención del Señor


Terminando casi el tiempo de Pascua, la Iglesia nos propone la solemnidad de la Ascención del Señor y nos ofrece unos textos para que meditemos en ellos.



EL PADRE LO HIZO SENTAR A LA DERECHA EN LA MESA DEL CIELO”



PRIMERA LECTURA
HECHOS DE LOS APÓSTOLES 1,1-11


“LO VIERON LEVANTARSE”


En mi primer libro, excelentísimo Teófilo, escribí acerca de todo lo que Jesús había hecho y enseñado desde el principio y hasta el día en que subió al cielo. Antes de irse, por medio del Espíritu Santo dio instrucciones a los apóstoles que había escogido respecto a lo que debían hacer. Y después de muerto se les presentó en persona, dándoles así claras pruebas de que estaba vivo. Durante cuarenta días se dejó ver de ellos y les estuvo hablando del reino de Dios.
Cuando todavía estaba con los apóstoles, Jesús les advirtió que no debían irse de Jerusalén. Les dijo:
--Esperen a que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo, de la cual yo les hablé. Es cierto que Juan bautizó con agua, pero dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo.
Jesús sube al cielo
Los que estaban reunidos con Jesús, le preguntaron:
--Señor, ¿vas a restablecer en este momento el reino de Israel?
Jesús les contestó:
--No les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.
Dicho esto, mientras ellos lo estaban mirando, Jesús fue levantado, y una nube lo envolvió y no lo volvieron a ver. Y mientras miraban fijamente al cielo, viendo cómo Jesús se alejaba, dos hombres vestidos de blanco se aparecieron junto a ellos y les dijeron:
--Galileos, ¿por qué se han quedado mirando al cielo? Este mismo Jesús que estuvo entre ustedes y que ha sido llevado al cielo, vendrá otra vez de la misma manera que lo han visto irse allá.


REFLEXIÓN
Es interesante destacar en la primera lectura de hoy que Lucas resume la enseñanza de Cristo Resucitado, en sus apariciones a los discípulos, como una predicación sobre el Reino de Dios. Recordamos bien que el inicio de su ministerio público fue un anuncio similar: "El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1,15). Y luego el mismo Lucas se deleita contándonos cuántas comparaciones usó Jesús en esta tierra para que comprendiéramos algo de los misterios del Reino.

Aprendemos de aquí que en la Resurrección del Señor se da como un nuevo comienzo. El proyecto de Jesucristo no ha cambiado. Ni siquiera la muerte lo ha cambiado. Torturarlo, abandonarlo, crucificarlo, llevarlo a la muerte y depositarlo en el sepulcro... nada de ello fue capaz de romper la obediencia de amor de Cristo hacia su Padre. Una vez levantado de entre los muertos, no tiene un nuevo proyecto sino el mismo de siempre: que el nombre de Dios sea glorificado, que su voluntad sea escuchada y obedecida; en resumen: ¡que venga el Reino de Dios, que Dios reine!

Tampoco los discípulos han cambiado mucho en sus proyectos propios. Siguen esperando una gran victoria política, si no militar. Por eso preguntan si ha llegado el tiempo de restaurar el reino "de Israel." Jesús les habla del reino "de Dios" pero ellos quieren oír del reinado "de Israel." Su inteligencia tiene un límite, que es el límite de sus intereses. Por eso Jesús les anuncia no una nueva predicación, que ya les ha predicado bastante, sino un nuevo amor. Eso será la efusión del Espíritu Santo, cuya fiesta estamos prontos a celebrar, el próximo Domingo: será un nuevo amor. Con un nuevo corazón palpitando en nuestro pecho habrá también nuevas razones, las razones de Dios, que podrán entrar a nuestra mente y un nuevo Espíritu que nos refresca y nos cambia.

SALMO RESPONSORIAL: 46
R./ Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

SEGUNDA LECTURA
EFESIOS 1,17-23


“LO SENTÓ A SU DERECHA EN EL CIELO”


Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don es piritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente. Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, poniéndolo por encima de todo poder, autoridad, dominio y señorío, y por encima de todo lo que existe, tanto en este tiempo como en el venidero. Sometió todas las cosas bajo los pies de Cristo, y a Cristo mismo lo dio a la iglesia como cabeza de todo. Pues la iglesia es el cuerpo de Cristo, de quien ella recibe su plenitud, ya que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud.

LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 28,16-20


“SE ME HA DADO PLENO PODER EN EL CIELO Y EN LA TIERRA”


Así pues, los once discípulos se fueron a Galilea, al cerro que Jesús les había indicado. Y cuando vieron a Jesús, lo adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo:
--Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.

REFLEXIÓN
El texto sitúa la escena en una montaña de la Galilea. Se produce en ella la manifestación del Resucitado que debe colocarse en relación con la montaña de la Tentación y con la montaña de la Transfiguración. Se anticipa, así el Señorío de Jesús, tema principal que se desprenden de las palabras que Él pronuncia.

Lejos del centro de los dirigentes religiosos, Jesús se encuentra con los Once. El número es el resultado de la sustracción de Judas de la cifra original de los Doce discípulos y significa la totalidad de los seguidores de Jesús que no desertaron. Todos ellos son beneficiarios de la experiencia del Resucitado.

Ante esa experiencia su actitud es una mezcla de adoración y de duda. Como Pedro ante el embate de las olas (Mt 14,23-33), la comunidad lleva en su seno estos dos sentimientos contradictorios. Las palabras de Jesús se dirigen a fortalecer la fe desde un encargo en que están implicados tres personajes: Jesús, el círculo de los discípulos y «todos los pueblos».


Respecto a sí mismo, Jesús ahora afirma que ha recibido «plena autoridad en el cielo y en la tierra» (v. 18). Jesús al inicio de su actividad, había rechazado la última propuesta del diablo en orden recibir «todos los reinos del mundo» (cf Mt 4,8-10), los discípulos habían visto actuar en Jesús el significado del poder divino pero debían mantenerlo en secreto (cf Mt 16,28-17,9). Ahora es el momento de la proclamación de ese señorío, recibido por Jesús del Padre. Junto al «cielo y la tierra» y la mención de los «pueblos» se da una significativa repetición del término «todo», «todos los pueblos» (v. 19), «todo lo que les mandé» (v. 19), «cada día» (v. 20). La obediencia al querer divino confiere a Jesús un señorío universal que se ejerce sobre toda realidad creada. Se inicia una nueva era con la presencia definitiva del Emmanuel, el Dios con nosotros.

El mandato de Jesús compromete a toda la comunidad y la responsabiliza frente a todas las naciones. Aunque ya iniciado en el círculo de los discípulos, el señorío de Jesús no puede agotarse en el interior de las comunidades. Para ello cuenta con la asistencia de su Señor: «Yo estaré con ustedes»." Y nos prepara diciendonos: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes, recibirán fuerza hasta para ser mis testigos.... hasta los confines del mundo". Esta asistencia suministra el coraje necesario para superar todos los temores y tempestades y confiere un ámbito ilimitado para la actuación de la salvación.


Contemplemos pues a Jesús Resucitado, que cumple su misión entregando la vida en la cruz, para que obtuvieramos la bendición, que Asciende y se sienta a la derecha del Padre, pero que no nos deja solos y nos promete una nueva experiencia maravillosa: Pentecostés...la venida del Espíritu Santo. Comprometámonos con la acción de su Espíritu, demos gracias por toda la experiencia pascual que hemos vivido y pidamos a Dios que nos acompañe, en el anuncio misionero de la salvación. Pongamos nuestra confianza en la promesa de Jesús: " Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el del mundo" (Mateo, 28,20).

PARA REFLEXIONAR
1. ¿Han sido estos 40 días de Pascua una experiencia intensa de la presencia resucitada del Señor?
2. ¿Hemos sabido leer las pruebas que continuamente nos da para decirnos que Él está Vivo entre nosotros?
3. ¿Hemos escuchado su Palabra, que nos ha instruido sobre cómo vivir activamente la presencia del Reino entre nosotros?

ORACIÓN
Oh Dios, Padre nuestro y nuestro hermano mayor Jesús; reconocemos que todo el poder y Gloria te pertenecen, quermemos seguir cumpliendo la misión que nos encomiendas, envíanos tu Espíritu Santo, para que nos fortalezca y nos guíe para hacer tu voluntad. Amén.

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