“SABIDURÍA Y LIBERTAD PARA SEGUIR A
JESÚS”
PRIMER LECTURA
SABIDURÍA 9, 13-18
“¿Quién comprende lo que Dios quiere?”
¿Qué hombre conoce el designio de Dios?, ¿Quién comprende lo que Dios
quiere?. Los pensamientos de los mortales son mezquinos, y nuestros
razonamientos son falibles; porque el cuerpo mortal es lastre del alma, y la
tienda terrestre abruma la mente que medita. Apenas conocemos las cosas
terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: pues, ¿quién rastreará
las cosas del cielo?. ¿Quién conocerá tu designio, si tú no le das sabiduría,
enviando tu santo espíritu desde el cielo?. Sólo así fueron rectos los caminos
de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada, y la sabiduría los
salvó. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La primera lectura de hoy nos invita a apreciar la necesidad de la
sabiduría, así como su valor incomparable. No en vano el libro de la Sabiduría
formula hoy a modo de interrogante la dificultad que tiene conocer el designio
de Dios y comprender lo que Dios quiere. Será necesario para ello recibir de
Dios Sabiduría y Espíritu Santo desde el cielo para adecuar nuestra vida a la
voluntad de Dios manifestada por Jesús.
Y es que la verdadera Sabiduría es tan valiosa que no la podemos
alcanzar con nuestras propias fuerzas y sólo podemos poseerla si llega a
nosotros como regalo, como un regalo de Dios. Las respuestas más bien nos irán
llegando como un don: Dios se dejará conocer, revelará su plan, nos hablará
como amigo, nos dejará sentir su amor. De este modo nuestro pensamiento se
habituará a su estilo, a su manera de obrar. La sabiduría que él nos concede no
es simplemente conocimiento sino camino de vida y fuente de gozo.
Necesitamos entender su llamado, aprender a mirar con su visión,
dejarnos guiar por sus caminos, ir contra corriente y tener la capacidad de
renuncia total. Las exigencias radicales que nos pide el Señor hoy no son
tanto el comienzo del camino, sino la meta a la que debemos aspirar, aquello a
lo que debemos tender, si queremos seguirle.
SALMO RESPONSORIAL: 89
R./ Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo:
"Retornad, hijos de Adán."
Mil años en tu presencia son un ayer,
que pasó; una vela nocturna. R.
Los siembras año por año,
como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana,
y por la tarde la siegan y se seca. R.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.
OREMOS CON EL SALMO
El salmo es una meditación sobre la vida humana. En estilo bellísimo y
pintoresco, con abundancia de metáforas, el salmista canta en la primera parte
la grandeza de Dios, Señor del universo, anterior a la formación de los montes,
para quien mil años son como un día. Frente a esta grandeza divina está la
pequeñez e indigencia del hombre, hecho de la tierra, sin consistencia, y
cubierto de pecados. Por sus faltas, la vida humana transcurre triste y en
constante turbación. Pero, aunque esté bajo el golpe del dolor y de una
punzante melancolía, el poeta no se deja arrastrar por ella fuera de Dios ni de
la confianza en Él.
SEGUNDA LECTURA
FILEMÓN 9B-10. 12-17
“Recíbelo, no como esclavo, sino como hermano querido”
Querido hermano: Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado en la prisión; te lo envío
como algo de mis entrañas. Me hubiera gustado retenerlo junto a mí, para
que me sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el Evangelio; pero
no he querido retenerlo sin contar contigo; así me harás este favor, no a la
fuerza, sino con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres ahora
para siempre; y no como esclavo, sino mucho mejor: como hermano querido. Si yo
lo quiero tanto, cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como cristiano.
Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a él como a mí mismo. Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
En su Carta a Filemón, Pablo nos brinda una consecuencia concreta del
seguimiento, y las necesarias renuncias a los propios bienes. Por haber
abrazado la propuesta del evangelio, Onésimo ha dejado de ser un esclavo para
ser un hermano de Filemón. Mediando la caridad y la buena voluntad de éste, quizá
también se convierta en colaborador del apóstol que se encuentra encarcelado.
Este ejemplo ilustra también lo que indica el libro de la Sabiduría de acuerdo
al dicho popular que reza: “Dios escribe derecho en renglones torcidos”. No es
tarde para sentarnos a reflexionar sobre las cosas más importantes de nuestra
vida… Sea para confirmar las opciones realizadas, sea para reconocer con
humildad que nos hemos equivocado.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 14, 25-33
“El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les
dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y
a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí
mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede
ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no
se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea
que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los
que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de
acabar." ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta
primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le
ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados
para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos
sus bienes no puede ser discípulo mío." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Para ser cristiano, en realidad, la Iglesia, habitualmente, exige muy
poco. Se bautiza a los niños recién nacidos y apenas se exige nada a sus
padres; todo lo más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del
bautismo y un vago compromiso de educar en cristiano al niño según la ley de
Dios y los mandamientos de la Iglesia. Sin embargo, esto no era así al
principio. Para ser discípulo, Jesús ponía unas duras condiciones, que llevaban
a quien quería serlo a pensárselo seriamente. Pocos seríamos cristianos, si
para ello tuviéramos que cumplir las tres condiciones que, llegado el caso,
Jesús exige a sus discípulos. Y decimos "llegado el caso", porque
estas tres formulaciones del evangelio de hoy que vamos a comentar son
“formulaciones extremas”; representan la meta utópica que no debemos perder de
vista, y debemos estar dispuestos a alcanzarla en el seguimiento de Jesús.
Por la primera ("si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a
su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y
hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío"), el discípulo debe estar
dispuesto a subordinarlo todo a la adhesión al maestro. Si en el propósito de
instaurar el reinado de Dios, evangelio y familia entran en conflicto, de modo
que ésta impida la implantación de aquél, la adhesión a Jesús tiene la
preferencia. Jesús y su plan de crear una sociedad alternativa al sistema
mundano están por encima de los lazos de familia.
Por la segunda ("quien no carga con su cruz y se viene detrás de
mí, no puede ser discípulo mío"), no se trata de hacer sacrificios o
mortificarse, como se decía antes, sino de aceptar y asumir que la adhesión a
Jesús conlleva frecuentemente la persecución por parte de la sociedad,
persecución que hay que aceptar y sobrellevar conscientemente como consecuencia
del seguimiento. Por eso es necesario no precipitarse, no sea que prometamos
hacer más de lo que podemos cumplir. El ejemplo de la construcción de la torre
que exige hacer una buena planificación para calcular los materiales de que
disponemos, o del rey que planea la batalla precipitadamente, sin sentarse a
estudiar sus posibilidades frente al enemigo, es suficientemente ilustrativo.
La tercera condición ("todo aquel de ustedes que no
renuncia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío") nos parece excesiva.
Por si fuera poco dar la preferencia absoluta al plan de Jesús y estar
dispuesto a sufrir persecución por ello, Jesús exige algo que parece está por
encima de nuestras fuerzas: renunciar a todo lo que se tiene. Se trata, sin
duda, de una formulación extrema, que hay que entender. El discípulo debe estar
dispuesto incluso a renunciar a todo lo que tiene, si esto es obstáculo para
poner fin a una sociedad injusta en la que unos acaparan en sus manos los
bienes de la tierra que otros necesitan para sobrevivir. El otro tiene siempre
la preferencia. Lo propio deja de ser de uno, cuando alguien lo necesita para
vivir. Sólo desde el desprendimiento se puede hablar de justicia, sólo desde la
pobreza se puede luchar contra ella. Sólo desde ahí se puede construir la nueva
sociedad, el Reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra. Para
quienes quitamos con frecuencia aguijón al evangelio, nos gustaría que
las palabras y actitudes de Jesús fuesen menos radicales, leer este texto
resulta duro, pues el Maestro nazareno es tremendamente exigente.
No en vano el libro de la Sabiduría formula hoy en el texto que leímos
en la primera lectura a modo de interrogante la dificultad que tiene conocer el
designio de Dios y comprender lo que Dios quiere. Será necesario para ello
recibir de Dios sabiduría y Espíritu Santo desde el cielo para adecuar nuestra
vida a la voluntad de Dios manifestada por Jesús. Tal vez no lleguemos nunca a
vivir con esa radicalidad las exigencias de Jesús, pero no debemos renunciar a
ello, por más que nos encontremos a años luz de esa utopía.
ORACIÓN
Señor Jesús, tu nos invitas a ser discípulos en tu escuela de santidad y
tenerte a ti como centro y corazón de nuestra vida. Danos tu fuerza y tu poder
para que podamos construir nuestra vida en ti y luchar seriamente contra todo
aquello que no nos deja ser felices y servir a nuestros hermanos. Danos la
capacidad de obrar con libertad en todas nuestras acciones teniéndote siempre
como a nuestra paz. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Rosalía Olarte en su cumpleaños. Amén.
“La tarea del discípulo(a) es asumir un
estilo de vida que requiere renunciar a todo aquello que le represente
seguridad personal”
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