“EVITAR LA AVARICIA Y BUSCAR LOS BIENES
QUE VIENEN DE DIOS ”
PRIMERA LECTURA
ECLESIASTÉS 1, 2; 2, 21-23
“¿Qué saca el hombre de todos los trabajos?”
¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es
vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que
dejarle su porción a uno que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave
desgracia. Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones
que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche
no descansa su mente. También esto es vanidad. Palabra de Dios
REFLEXIÓN
La 1ª lectura nos enfrenta con preguntas que todos nos hemos hecho
alguna vez. El Eclesiastés pertenece a un grupo de libros que llamamos
sapienciales. La “sabiduría” es un amplio concepto que puede englobar desde la
habilidad manual de un artesano hasta el arte para desenvolverse en la sociedad,
la madurez intelectual... representa una actitud de personas y pueblos cuya
finalidad es encontrar respuestas a los grandes interrogantes y misterios de la
existencia humana.
La enseñanza del Señor en este domingo, a través de la Palabra, puede
pisar más de un callo, y esto duele en el alma. Es una palabra dirigida
directamente contra la avaricia y la codicia en nuestra vida y en nuestra
historia. La avaricia nos aparece como la actitud desmedida de acaparar y
poseer, sin pensar en los otros; es un egoísmo desmedido. La codicia es el
deseo desmedido de tener por tener, de tener para humillar a otros, sintiéndose
más que los demás; de tener para sentirse pleno, pero sin saber qué hacer
con tanto dinero o con tantos bienes.
En este contexto, e libro de Eclesiastés es bien concreto y deja
preguntas sin responder: Trabajar y que otros lo vayan a disfrutar sin
esfuerzo, ¿Tiene algún sentido? ¿No es vanidad?
Sudar la gota amarga por años, con sacrificio y esfuerzo, para que los
hijos o herederos se queden con todo y no sean agradecidos, sino que malgasten
lo que a uno le costó lágrimas, ¿Tiene algún sentido?. También esto es
vanidad.
SALMO RESPONSORIAL: 89
R./ Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "Retornad, hijos de
Adán."
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna.
R.
Los siembras año por año, como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se
seca. R.
Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón
sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de
nuestras manos. R.
OREMOS CON EL SALMO
La súplica contenida en este Salmo está
motivada por largos años de penosos sufrimientos. En ella, la comunidad de
Israel ruega al Señor que le conceda una alegría comparable a las tribulaciones
vividas hasta el presente. El Salmo no apunta específicamente a una situación
particular -hambre, sequía o guerra- sino que parece referirse, de manera
general, a las penalidades cotidianas, tanto de los individuos como de la
nación. Por eso, la súplica va precedida de una profunda meditación sobre la
precariedad y la miseria de la vida humana, contrapuesta a la eternidad y
soberanía de Dios. La conclusión del salmista es que la verdadera sabiduría
consiste en reconocer la brevedad de la vida. El verso inicial confiere a todo
el Salmo un tono de esperanzada confianza.
SEGUNDA LECTURA
COLOSENSES 3, 1-5. 9-11
“Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo”
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los
bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida
está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra,
entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria. En
consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación,
la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No
sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y
revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta
llegar a conocerlo. En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y
gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres,
porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos. Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La intención de la carta a los cristianos de Colosas es afirmar la
supremacía de Jesucristo por encima de toda realidad cósmica, terrena o
supraterrenal. Algunos pretendían introducir en la comunidad ideas filosóficas
sobre el mundo de los poderes angélicos, y unas prácticas inspiradas en ritos
mágicos y mistéricos que confundían y amenazaban con destruir el misterio de
Cristo entre los creyentes. Por eso, se presenta a Jesús como Señor de toda la
creación y único salvador del mundo
En ese contexto de pensamiento, el bautismo introduce al cristiano en la
posesión ya presente de la salvación, no como algo conseguido de manera
estática, sino en movimiento, en progreso, dinámico, y «en combate». El
bautismo nos une a Cristo y nos hace participar de sus riquezas: “fuimos
sepultados con Cristo y luego resucitados por haber creído en el poder de Dios
que lo resucitó de entre los muertos” (2,12). Muertos y resucitados con Cristo
debemos buscar lo que Cristo buscó, las cosas de arriba.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 12, 13-21
“Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi
hermano que reparta conmigo la herencia." Él le contestó: "Hombre,
¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?" Y dijo a la gente:
"Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado,
su vida no depende de sus bienes." Y les propuso una parábola: "Un
hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿Qué haré? No
tengo donde almacenar la cosecha." Y se dijo: "Haré lo siguiente:
derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo
el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre,
tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena
vida." Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida.
Lo que has acumulado, ¿de quién será? " Así será el que amasa riquezas
para sí y no es rico ante Dios." Palabra del Señor
REFLEXIÓN
El evangelio de hoy va en la misma línea sapiencial que la 1ra lectura:
el ser humano busca sin descanso la alegría y la felicidad, pero en torno a
esta búsqueda planean serios peligros. Uno de ellos: poner la felicidad en la
acumulación insaciable de bienes, la codicia. A Jesús, como Maestro, se le
acercan dos hermanos en litigio y le suplican que ponga orden, que haga
justicia. Jesús sabe ponerse en su sitio: él no ha venido al mundo como juez
jurídico, legal. Va más allá de lo externo: “Él sacará a la luz los pensamientos
íntimos de los hombres” (Lc 2, 35b), va a la raíz de los problemas, que está en
el corazón del ser humano. Para Él es más importante desenmascarar la codicia
que nos domina, que hacer valer los derechos de cada uno. Con lo primero, se
conseguirá lo segundo. Sus palabras son magistrales: “eviten toda clase de
codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan
vida”. Jesús no invita al conformismo. Lo primero es la justicia, querida por
Dios, predicada por Jesús: que todos tengan pan, educación, techo... fruto de
la comunión, de la solidaridad, nuevo nombre de la justicia, eso es el Reino,
la Nueva Humanidad. Pero puede ocurrir que cuando tengamos lo justo, lo que nos
corresponde como hijos y hermanos, ambicionemos más.
Pensemos hoy, el dinero y los bienes en abundancia,
¿Nos dan la felicidad?, o por el contrario, ¿amargan la vida?. A cuántos
hermanos, la abundancia desmedida de dinero y de bienes materiales, en un mundo
pobre e injusto, les quita la paz, les exige contratar guardaespaldas , les
roba la libertad para actuar. Miremos por ejemplo los mafiosos,
paramilitares o políticos corruptos. ¿Disfrutaron de sus millones?, ¿Gozaron de
la felicidad o vivieron en zozobra continua, pensando que en cualquier momento
los podrían descubrir o matar?
La enseñanza de hoy no va contra las posesiones o el tener bienes de
cualquier tipo. El mensaje se refiere al modo de tener y guardar. Es lo
que el evangelio distingue entre ser rico para los hombres y ser rico para
Dios. El primero acapara, amontona sin medida, no sueña sino en pasarla
bien y darse la buena vida, pero nunca le llega el momento, porque siempre
querrá tener más. Y lo peor, el día que menos piense le llega la muerte y no
podrá llevar consigo ninguno de sus bienes. El que es rico para Dios en
cambio, “trabaja con sabiduría, ciencia y acierto”, consigue dinero bien habido
y bienes que no son fruto del robo o la injusticia, pero no se apega a ellos,
los comparte con generosidad, los pone al servicio de los demás, en obras
sociales y de generosidad. Es feliz porque sigue a Jesús, y como lo dice
la escritura: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hechos 20,35).
Esta persona amontona las riquezas en el cielo, porque ha sido generoso, y el
Señor no se deja ganar en generosidad. El que es rico para Dios sabe bien
que su mayor tesoro no es el dinero o las posesiones, sino Cristo, el Señor, Él
es su centro y sentido de su vida; los bienes son secundarios y pasajeros, pero
de forma generosa y desprendida, son una oportunidad para ganarse la Vida
Eterna.
ORACIÓN
Maestro Jesús, cuantas veces, nos aferramos tanto a los pocos bienes que
tenemos o al dinero que conseguimos con nuestro trabajo. Perdónanos porque a
veces nuestro deseo y pensamiento y también nuestra acción es la de acumular
fortunas que no sabemos aprovechar ni administrar sabiamente. Toca nuestro
corazón, rompe con toda atadura de apego al dinero y a las cosas materiales.
Danos más bien tu Espíritu para que generosamente podamos compartir sin ningún
interés con los demás, sin buscar nunca agradecimiento ni recompensa, para
encontrar solo en ti la riqueza fundamental. Señor Jesús que seas tú nuestro
único y verdadero tesoro, toma el control del área económica y financiera de
nuestras vidas y a través de tu Espíritu haznos buenos y sabios
administradores. Amén
“La vida verdadera no
está en tener y acumular sino en el compartir y dar con generosidad”
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