martes, 1 de noviembre de 2016

Domingo 06 de Noviembre 2016


“NO ES DIOS DE MUERTOS SINO DE VIVOS”

PRIMERA LECTURA
2MACABEOS 7, 1-2. 9-14

“El rey del universo nos resucitará para una vida eterna”

En aquellos días, arrestaron a siete hermanos con su madre. El rey los hizo azotar con látigos y nervios para forzarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Uno de ellos habló en nombre de los demás: "¿Qué pretendes sacar de nosotros? Estamos dispuestos a morir antes que quebrantar la ley de nuestros padres."  El segundo, estando para morir, dijo: "Tú, malvado, nos arrancas la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna." Después se divertían con el tercero. Invitado a sacar la lengua, lo hizo en seguida, y alargó las manos con gran valor. Y habló dignamente: "De Dios las recibí, y por sus leyes las desprecio; espero recobrarlas del mismo Dios." El rey y su corte se asombraron del valor con que el joven despreciaba los tormentos. Cuando murió este, torturaron de modo semejante al cuarto. Y, cuando estaba para morir, dijo: "Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida." Palabra de Dios
REFLEXIÓN
El hilo que parece unir más claramente las lecturas de hoy, especialmente a la primera con el evangelio, es la resurrección. En este caso, no la resurrección de Cristo, que está siempre en el trasfondo de toda predicación porque es el corazón de la fe, sino nuestra resurrección. El contexto en la primera lectura es de persecución: judíos llevados al extremo de la humillación con tal de hacerlos rechazar sus leyes y su fe. El perseguidor, un tirano cruel y sanguinario, no logra sin embargo su propósito cuando tiene que enfrentarse con unos jóvenes audaces y demasiado firmes en sus principios. Es entonces cuando ellos, como empujados por las circunstancias, reclaman el señorío para Dios. Y como no parece que Dios reine cuando el torturador logra su propósito y siega la vida de un inocente, la única respuesta posible es: hay algo después de esta vida.
Para nosotros los creyentes no existe la reencarnación sino la resurrección y la Vida Eterna. Nuestro espíritu no va de cuerpo en cuerpo purificándose, sino que tenemos una sola oportunidad, en esta vida, para realizarnos  y para responder al amor de Dios con nosotros. Pero somos débiles y frágiles; entonces la misericordia y el perdón de Dios nos alcanzan, nos lavan y purifican, para ofrecernos la posibilidad de vivir plenamente junto a Dios, en unión con todos a aquellos que han aceptado el amor y han luchado por vivir aquí de acuerdo al Evangelio. Ahora bien el tema de la resurrección no surgió con la fe de Israel, sino que brotó con fuerza y como respuesta al sufrimiento y martirio, por ser fieles a la ley de Dios. ¿Cuál es la respuesta del Dios Justo y Bueno a quienes ofrecen su vida por afirmar la fe?. De ahí brotó la convicción que encontramos en esta lectura. Quien muere por defender y testimoniar la Ley de Dios, recibirá la resurrección y la Vida Eterna. El creyente fiel muere, sí; pero resucita para la vida plena y verdadera en Dios. Quien da la vida humana por su Dios, recibe del Señor la Vida Eterna del mismo Dios.
SALMO RESPONSORIAL: 16
R./Al despertar me saciaré de tu semblante, Señor.

Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi suplica,
que en mis labios no hay engaño. R.

Mis pies estuvieron firmes en tus caminos,
y no vacilaron mis pasos.
Yo te invoco porque tú me respondes,
 Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. R.

Guárdame como a las niñas de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme.
Yo con mi apelación vengo a tu presencia,
 y al despertar me saciaré de tu semblante. R.

OREMOS CON EL SALMO
La situación en que se recitaba este Salmo es idéntica a la que se describe a propósito del Salmo 7: un inocente –acusado y perseguido injustamente– expone su caso al Señor en demanda de justicia. La súplica se alterna con las declaraciones de inocencia y con una descripción de la maldad de sus perseguidores. En el versículo final, el salmista manifiesta su certeza de que alcanzará el favor divino.
SEGUNDA LECTURA
2TESALONICENSES 2, 16-3, 5

“El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas”
Hermanos: Que Jesucristo, nuestro Señor, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Por lo demás, hermanos, rezad por nosotros, para que la palabra de Dios siga el avance glorioso que comenzó entre vosotros, y para que nos libre de los hombres perversos y malvados, porque la fe no es de todos. El Señor, que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno. Por el Señor, estamos seguros de que ya cumplís y seguiréis cumpliendo todo lo que os hemos enseñado. Que el Señor dirija vuestro corazón, para que améis a Dios y tengáis la constancia de Cristo. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Pablo está diciendo aquí, que la Palabra de Dios capacita al creyente para vivir en este mundo de maldad. La Palabra es la que establece firmemente al creyente en su andar por esta tierra. Por lo que debemos estar cimentados en ella. Y vemos luego en el texto su ruego: orad por nosotros. La oración es algo en lo cual cada creyente se puede implicar, es algo que todos los creyentes debemos practicar diariamente, constantemente sin descansar. Oración y Palabra de Dios. Cada trabajo u obra que se lleve a cabo, para tener éxito, tendría que estar respaldada por la oración y Palabra de Dios.
Pablo les había guiado al Señor, les había enseñado, no solo les estaba instruyendo en la Palabra, sino que también estaba intentando consolarlos y aconsejarlos. Y una de sus pedidos a ellos fue que oraran.

Nos dice también en este texto: Que el Señor es “fiel y nos afirmará y guardará del mal." Nosotros no hemos cumplido con Él pero sin embargo Él nunca nos ha abandonado. El es fiel, es siempre fiel, a pesar de nuestras infidelidades. Al final del texto los encomienda al Señor, con la confianza en que  cumplirán y continuarían cumpliendo lo que sus maestros les habían enseñado y nos llama a hacerlo a nosotros también, seguir en el camino, continuar firmes en Dios, pacientes y constantes, hasta las últimas consecuencias en nuestro diario vivir, con la esperanza de la llegada del Señor Jesucristo.

LECTURA DEL EVAGELIO
LUCAS 20, 27-38

“No es Dios de muertos, sino de vivos”
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella." Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos." Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Los saduceos eran los más conservadores en el judaísmo de la época de Jesús. Pero sólo en sus ideas, no en su conducta. Consideraban como revelados por Dios sólo los primeros cinco libros de la Biblia, que atribuían a Moisés. Los profetas, los escritos apocalípticos, todo lo referente por tanto al Reino de Dios, a la otra vida... lo consideraban ideas “liberacionistas” de resentidos sociales. Para ellos no existía otra vida, la única vida que existía era la presente, y en ella se consideraban eran los privilegiados, por eso, pensaban que no había que esperar otra.  Mantenían una posición cómoda: por un lado, la apariencia de piedad; por otro, un estilo de vida de acuerdo a las costumbres paganas de los romanos, sus amigos, de quienes recibían privilegios y concesiones que agrandaban sus fortunas. Los fariseos eran lo opuesto a ellos, tanto en sus esperanzas como en su estilo de vida austero y apegado a la ley de la pureza. Una de las convicciones que tenían más firmemente arraigadas era la fe en la resurrección. Pero muchos concebían la resurrección como la continuación de la vida terrena, sólo que para siempre, ya sin muerte.
 Jesús estaba ya en la recta final de su vida pública. El último servicio que estaba haciendo a la Causa del Reino –en lo que se jugaba la vida–, era desenmascarar las intenciones torcidas de los grupos religiosos de su tiempo. Había declarado a los del Sanedrín incompetentes para decidir si tenían o no autoridad para hacer lo que hacían; a los fariseos y a los herodianos los había tachado de hipócritas, ahora se enfrentó con los saduceos y dejó en claro ante todos la incompetencia que tenían incluso en aquello que consideraban su especialidad:  la ley de Moisés.
¿Pero cuál es la enseñanza de hoy de la comunidad de Lucas para nosotros? La respuesta de Jesús hace quedar mal a los saduceos, pero nos da una enseñanza valiosa. Primero: afirma la existencia de una vida futura, en Dios, en paralelo con esta vida humana e histórica que llevamos actualmente. La vida actual es temporal y pasajera; la vida futura será eterna y permanente. En segundo lugar, dice claramente que no todas las personas serán consideradas aptas para acceder a esta nueva situación. Sólo quienes hayan sido considerados dignos de esta vida eterna serán galardonados con ella. La vida eterna es un don y un regalo de Dios para sus elegidos, para los que respondan a su acción.  En tercer lugar, en la vida eterna no hay necesidad de contraer matrimonio, porque todos seremos hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Y porque nadie morirá, no habrá necesidad de contraer matrimonio para perpetuar la especie. Allí seremos todos hijos de Dios e hijos  de la resurrección.  El cuarto elemento, es que en la vida futura seremos como ángeles en la presencia de Dios. En la época de Jesús, los ángeles constituían los servidores más cercanos de Dios, siempre junto a su trono, para darle gloria y alabanza. Lo que significa, entonces, que en la resurrección se dará una cercanía grande junto a Dios y un participar de su vida para siempre. Felicidad, plenitud, gozo profundo, unidad e intimidad con Dios, comunión con los hermanos que acceden a la vida eterna. 
Esto fue lo que comprendió desde el principio la Iglesia, y por eso nos propone una consecuencia: la vida eterna se conquista desde aquí, se recibe al mismo tiempo como don. Se conquista en la lucha y en el esfuerzo por acoger el Reino de Dios entre nosotros y por vivir de acuerdo al Evangelio de Jesús. Pero se recibe como don de la gracia y de la misericordia de Dios. Pero más aún, la vida eterna se puede acoger y experimentar desde aquí, en el hoy de cada día, cuando nos abrimos al amor de Dios y los hermanos y nos esforzamos por edificar un mundo más humano y fraterno. Revisemos pues, nuestra fe y dejemos de lado toda visión que no va de acuerdo con el mensaje de Dios.  
  
ORACIÓN
Señor Jesús, te damos infinitas gracias, te alabamos y bendecimos por hacernos dignos de la vida eterna y llamarnos a actuar en todo como hijos tuyos e hijos de la resurrección. Que la vida nueva, que Tú viniste a traernos por el Espíritu Santo, nos llene, nos transforme y nos haga verdaderos testigos alegres de la vida plena que vamos a gozar cuando nos llames a tu presencia. Amén.

“Las recetas de la eterna juventud no proporcionan una vida feliz”



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