viernes, 1 de mayo de 2015

Martes 19 de Mayo de 2015


“JESÚS ORA POR NOSOTROS Y ACOMPAÑA NUESTRO CAMINO”

PRIMERA LECTURA
HECHOS 20,17-27

“Completo mi carrera, y cumplo el encargo que me dio el Señor Jesús”
En aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando se presentaron, les dijo: "Vosotros sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver. Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Pablo presiente el final del su camino y, movido por este sentimiento, abre su corazón ante los principales de la comunidad de Éfeso. Las palabras que hemos recibido en la primera lectura son, pues, una especie de testamento espiritual que nos permite entrever la calidad de la entrega de este hombre de Dios, que con palabras, obras y padecimientos mostró en todo ser testigo del Crucificado y Resucitado.  Un apóstol, un verdadero apóstol, une la humildad y la caridad, la paciencia y la diligencia. Es delicado para consolar y fuerte para exhortar; sabio en su palabra y sencillo en su exposición; oportuno en la enseñanza y generoso para con todos. No está centrado en sí mismo sino en Aquel que le ha enviado y por consiguiente todo lo juzga no en función de su provecho o gusto sino en relación con el noble objetivo que se apoderado de su alma.
Y sin embargo, no es capitán absoluto de su propio barco; por el contrario, como buen soldado del máximo General, permanece atento y libre para cambiar su rumbo según la estrategia que le sea revelada. Con la mirada puesta en su meta de nada se apega particularmente y a nada teme demasiado. Hace su obra y se aparta con discreción. Es responsable pero no obsesivo; alegre, pero no disipado; sencillo, pero no ingenuo; audaz, pero no temerario.
SALMO RESPONSORIAL: 67
R./ Reyes de la tierra, cantad a Dios”

Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. R.

Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Este canto de victoria rememora la gesta que realizó el Señor, cuando condujo triunfalmente a su Pueblo desde el Sinaí hasta el monte Sión (vs. 8-9, 18-19). En torno de esta idea central, se agrupan varios temas afines, expresados en un lenguaje acentuadamente poético y cargado de alusiones mitológicas. Las estrofas se suceden sin conexión aparente; pero esto se debe, en parte, a que el texto del Salmo corresponde a las diversas etapas de una liturgia procesional.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 17,1-11A

“Padre, glorifica a tu Hijo”
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Durante muchos días hemos venido leyendo el evangelio de Juan. Estos textos se han caracterizado por el diálogo de Jesús con sus discípulos sobre su retorno al Padre, la promesa del Espíritu Santo, la unidad con el Padre y entre ellos, la tristeza – alegría, etc. Ahora cambia el tono. Este capítulo es lo que los especialistas han denominado “la oración sacerdotal u oración de Jesús por el Pueblo Santo”. Jesús “da cuenta al Padre” de la misión realizada. Los discípulos actúan como “testigos”. Ha llegado la hora de la glorificación. Jesús manifiesta que ha glorificado al Padre. Ahora pide al Padre que lo glorifique nuevamente junto a él. Intercede por sus discípulos, porque es consciente de que están en el mundo y, por lo tanto, expuestos a cualquier peligro y tentación. Pero no pide que les exima de su responsabilidad, sino que les dé la fuerza para enfrentar, como él, las adversidades del ambiente en que viven y actúan. Pidamos al Padre que también a nosotros nos dé valor para no claudicar ante tantas amenazas de todo género que atentan contra nuestra fe y nuestro compromiso evangelizador. 

ORACIÓN
Te pedimos Señor que a lo largo de nuestra vida y de nuestro caminar en medio del “mundo” nos fortalezcas, nos ilumines, nos guardes  y nos ayudes para no desistir en la construcción de tu Reino, ayúdanos a continuar a pesar de las circunstancias y adversidades y nunca nos dejemos llevar por la mentalidad del mundo, sino siempre por tu visión Señor. Amén.

“Permaneciendo en Dios nos sentimos protegidos(as) y  amados(as)”

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