"DIOS EN JESÚS MANTIENE
SU PALABRA DE LIBERACIÓN Y MISERICORDIA"
PRIMERA
LECTURA
Jeremías 30, 1-2. 12-15. 18-22
“Por la muchedumbre de tus pecados te he tratado así.
Cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob”
Palabra
que Jeremías recibió del Señor: "Así dice el Señor, Dios de Israel:
"Escribe en un libro todas las palabras que he dicho. Porque así dice el
Señor: "Tu fractura es incurable, tu herida está enconada; no hay remedio
para tu llaga, no hay medicinas que te cierren la herida. Tus amigos te
olvidaron, ya no te buscan, porque te alcanzó el golpe enemigo, un cruel
escarmiento, por el número de tus crímenes, por la muchedumbre de tus pecados.
¿Por
qué gritas por tu herida? Tu llaga es incurable; por el número de tus crímenes,
por la muchedumbre de tus pecados, te he tratado así." Así dice el Señor:
"Yo cambiaré la suerte de las tiendas de Jacob, me compadeceré de sus
moradas; sobre sus ruinas será reconstruida la ciudad, su palacio se asentará
en su puesto. De ella saldrán alabanzas y gritos de alegría.
Los
multiplicaré, y no disminuirán; los honraré, y no serán despreciados. Serán sus
hijos como en otro tiempo, la asamblea será estable en mi presencia. Castigaré
a sus opresores. Saldrá de ella un príncipe, su señor saldrá de en medio de ella;
me lo acercaré y se llegará a mí, pues, ¿quién, si no, se atrevería a acercarse
a mí? -oráculo del Señor-. Vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro
Dios." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La lectura de hoy es como una contradicción. Su primera parte nos habla de
un castigo merecido y la segunda, de un regalo inmerecido. Digamos que lo
primero lo podríamos entender, porque se relaciona con la justicia: se supone
que una mala obra merece algún género de pena o consecuencia; pero ¿cómo
entender lo de una nueva alianza?
San
Agustín dijo una vez: la ley se dio para que descubriéramos que necesitábamos
la gracia. Con el término "ley" se alude aquí a todo lo que nos ha
llevado a conocernos y sobre todo a descubrir nuestros límites; sólo así
descubrimos después que somos salvados por gracia, es decir, como un regalo y
no como premio merecido por nuestro buen obrar. La lógica de la Revelación
parece ser esa: una vez que aprendemos qué es lo que merecemos, que es la
condenación, aprendemos a valorar lo que no merecemos, que es la salvación.
Salmo responsorial: 101
R. / El
Señor reconstruyó Sión, y apareció en su gloria.
Los
gentiles temerán tu nombre,
los
reyes del mundo, tu gloria.
Cuando
el Señor reconstruya Sión,
y
aparezca su gloria
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no
desprecie sus peticiones. R.
Quede
esto escrito para la generación futura,
y el
pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el
Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el
cielo se ha fijado en la tierra,
para
escuchar los gemidos de los cautivos
y librar
a los condenados a muerte. R.
Los
hijos de tus siervos vivirán seguros,
su
linaje durará en tu presencia.
Para
anunciar en Sión el nombre del Señor,
y su
alabanza en Jerusalén,
cuando
se reúnan unánimes los pueblos
y los
reyes para dar culto al Señor. R.
LECTURA
DEL EVANGELIO
Mateo 14, 22-36
“Mándame ir hacia ti andando sobre el agua”
Después
que sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y
se le adelantaron a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después
de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche,
estaba allí solo. Mientras tanto, la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida
por las olas, porque el viento les era contrario.
De
madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua. Los discípulos, viéndole
andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un
fantasma. Jesús les dijo enseguida: "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! Pedro
le contestó: "Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el
agua". El le dijo: "Ven". Pedro bajó de la barca y echó a andar
sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le
entró miedo, empezó a hundirse y gritó: "Señor, sálvame". En seguida
Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: "¡Qué poca fe! ¿Por qué has
dudado?
En
cuanto subieron a la barca, amainó el viento. Los de la barca se postraron ante
él diciendo: "Realmente eres Hijo de Dios". Terminada la travesía,
llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar, apenas le
reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y trajeron donde
él a todos los enfermos. Le pedían tocar siquiera la orla de su manto; y
cuantos la tocaron quedaron curados.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La
vida humana se define por tres tipos de tareas: las posibles, las imposibles y
las impensables. Los discípulos, antes de conocer a Jesús, hacían lo posible.
Llevaban una vida de trabajo y de piedad hasta donde sus recursos y sus
conocimientos lo permitían. El llamado que Jesús les hace para que se
conviertan en pescadores de hombres se transforma en un reto para abrazar lo
imposible: abandonar las pocas seguridades y darse a la tarea de anunciar el
evangelio para instaurar el Reino de Dios en medio de condiciones adversas.
Jesús da un paso más y realiza lo impensable. Y esto es lo que los milagros
representan. Son señales de un mundo en el que la vida no está limitada por los
prejuicios sociales, por las limitaciones económicas o, incluso, por las doctrinas
religiosas: el cielo es el único límite. Pedro sale al encuentro de Jesús
superando el obstáculo imposible de las aguas, y la voz de Jesús lo conduce al
milagro. La acción de Pedro muestra el carácter particular de la fe cristiana:
no nace de doctrinas o leyes, sino de arrojarse con temeridad ante el llamado
de Jesús y agarrarse de su mano con todas las capacidades humanas para confiar
sólo en la fuerza que viene de Él.
ORACIÓN
Aunque caigamos en el
destierro, la duda, el temor y en nuestras propias equivocaciones Tú no nos
dejarás, siempre estarás ahí para levantarnos y lanzarnos al camino nuevamente.
Gracias por tu gran amor que se compadece de nuestras miserias y nos ayuda a
seguir recibiendo la transformación de nuestro ser para ser libres y permanecer
en la paz de los hijos de Dios. Amén
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