viernes, 1 de junio de 2012

lunes, 4 de junio de 2012


“NO RECHACEN LA PIEDRA ANGULAR”


PRIMERA LECTURA
2PEDRO 1,1-7

“Nos ha dado los inapreciables bienes prometidos, con los cuales podéis participar del mismo ser de Dios”

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como a nosotros. Crezca vuestra gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor. Su divino poder nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado con su propia gloria y potencia. Con eso nos ha dado los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el mundo por la ambición, y participar del mismo ser de Dios. En vista de eso, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Esta lectura, es ante todo una invitación a crecer.  Notemos, ante todo, que el mundo en que vivimos se mueve vertiginosamente, el motor de toda esa actividad frenética es casi siempre en parte la codicia, en sus diversas formas: afán de dinero, de poder, de prestigio o placer. Detrás de ese afán, un amor desenfrenado a los bienes de esta tierra, un amor desordenado e impetuoso  que pasa por encima del hermano pequeño o débil.
Por ese amor, la gente  se dedica a prepararse cada vez mejor, para ser más competitivo, para entrar con mejores garantías al "mercado." Se  acumulan postgrados, empresas que inviertan inmensas sumas en investigación y desarrollo. ¡Quieren crecer! ¡No quieren quedarse atrás!
Frente a toda esa actividad nuestra pregunta es, y  qué pasa con nuestra  vida de fe. Preguntémonos con sinceridad: ¿hay en nosotros un apetito y amor siquiera comparable  por la Palabra de Dios? El apóstol san Pedro no dice hoy: "poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor." ¡Es toda una escalera, y la meta es el verdadero amor!
Hoy somos invitados a crecer; a subir esa escalera; a competir en el "mercado" pero no para ganar “monedas”, “cosas superfluas que pasan”, que tendremos que dejar cuando nos vayamos de esta tierra, sino para acumular los verdaderos tesoros que nunca se oxidan, que jamás mueren, que de verdad tienen sentido y nos llevan a la vida eterna.

Salmo responsorial: 90
R. / Dios mío, confío en ti.

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti." R.

"Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
 me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación." R.

"Lo defenderé, lo glorificaré,
lo saciaré de largos días
y le haré ver mi salvación." R.

LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 12,1-12

“Agarraron al hijo querido, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: "Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: "Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia." Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Que hará el dueño de la viña? Acabará con los ladrones y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?
Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
La viña es uno de los símbolos proféticos que representan al pueblo de Israel. Esa viña está en manos de unos arrendatarios que se niegan a entregar el fruto a su debido tiempo. La situación del pueblo en la época de Jesús es absolutamente desesperada. Están en manos de príncipes usurpadores y familias sacerdotales abusivas que controlan el Templo e incrementan sin clemencia la carga de impuestos. La parábola no puede ser más oportuna al señalar cómo esos encargados abusan de sus cargos y no temen matar al «hijo amado» para quedarse con la herencia. El hijo amado, como lo ha señalado el evangelista en diversas ocasiones, es Jesús que vive ese amor filial como el rasgo esencial de su espiritualidad. – Ahora bien, podríamos contentarnos pensando que esa parábola era sólo para ese tiempo, omitiendo descubrir cómo en nuestras comunidades y en la sociedad unos pocos se adueñan del espacio común y despojan a los demás. Se nombran a sí mismos propietarios y los demás se convierten en inquilinos. La parábola nos recuerda cómo todos somos huéspedes de este mundo que Dios nos ha dado a todos y cómo estamos llamados a respetar los términos que hacen posible una convivencia pacífica y armoniosa.

ORACIÓN
Señor Jesús tu eres mi refugio, me cubres bajo tus alas y bajo ellas estoy protegido(a), gracias por esa seguridad que me das. No podría rechazarte porque me hiciste entender que de Ti y del Padre vengo y a su dimensión volveré. Solo te pido que  Tu Espíritu me tome y me mantenga soportado(a) en Ti, mi amado Dios. Amén

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