“SOLO EL PADRE HA DE VER NUESTRAS
OBRAS”
PRIMERA
LECTURA
2REYES
2, 1. 6-14
“Los
separó un carro de fuego, y Elías subió al cielo”
Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el
torbellino, Elías y Eliseo se marcharon de Guilgal. Llegaron a Jericó, y Elías
dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el
Jordán." Eliseo respondió: "¡Vive Dios! Por tu vida, no te
dejaré."
Y los dos siguieron caminando. También marcharon
cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a
cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto,
lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos
a pie enjuto.
Mientras pasaban el río, dijo Elías a Eliseo: "Pídeme
lo que quieras antes de que me aparten de tu lado." Eliseo pidió:
"Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu." Elías comentó:
"¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás;
si no me ves, no lo tendrás."
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los
separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el
torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: "¡Padre mío, padre mío, carro y
auriga de Israel!" Y ya no lo vio más.
Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego
recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la
orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo:
"¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?" Golpeó el agua, el agua se
dividió por medio, y Eliseo cruzó.
Palabra de Dios
REFLEXIÓN
Esta lectura de hoy nos presenta el final de la vida de
uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento, Elías el Tesbita.
Aparentemente hay un solo testigo de este hecho, Eliseo, también grande entre
los profetas. Por otra parte, si volvemos al texto bíblico mismo, podemos notar
que Elías fue "arrebatado" más de una vez. Así por ejemplo, hay un
hombre llamado Abdías que se niega a llevar un recado de Elías argumentando que
"no hay nación ni reino adonde mi señor, el rey Ajab, no haya enviado a
buscarte... Y ahora dices: 'Ve, di a tu señor: Aquí está Elías.'
Y hablemos del fuego, que es un
elemento muy característico de este profeta, quizá como señal exterior del
increíble celo que Dios le concedió por preservar y restaurar la fe verdadera
en tiempos de tanta idolatría. Con fuego del cielo Elías confirmó que su
sacrificio de un novillo era ofrecido al Dios verdadero, según el famoso pasaje
(1 Re 18,21-38). Fuego envió Elías también sobre unos que venían a buscarle o a
prenderle de parte del rey (2 Re 1,9ss).
El fuego que alude al amor que selló la vida entera de este profeta;
ser arrebatado, como símbolo de la libertad del enviado de Dios, que está más
allá de las fronteras y las pretensiones de los reyes de la tierra. Y así,
aunque desconocemos los detalles de ese final, ya que ha sido quitado de
nuestra vista, sabemos lo que significó su paso por esta tierra.
SALMO
RESPONSORIAL: 30
R. /
Sed fuertes y valientes de corazón, los
que esperáis en el Señor.
Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R.
En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas de tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R.
Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. R.
LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO
6, 1-6. 16-18
“Tu
Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser
honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en
cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto,
te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes
les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para
que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a
rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo
escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no
andéis cabizbajos, como los farsantes, que desfiguran su cara para hacer ver a
la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio,
cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note,
no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo
escondido, te recompensará. Palabra del
Señor.
REFLEXIÓN
Muchas experiencias religiosas se
mueven por la lógica de las recompensas. Es la lógica cultural más común y, con
frecuencia, necesaria. Prácticamente estamos diseñados biológicamente para
responder a ese mecanismo universal del estímulo y la respuesta. El evangelio,
sin embargo, nos reta nuevamente y nos invita a actuar únicamente por
convicciones personales, por amor a Dios, y a no sentarnos a esperar el autobús
del reconocimiento, porque muy probablemente nunca pasará. Para el cristiano la
única recompensa es la felicidad del otro o, en muchos casos, simplemente su
supervivencia. Si se esperan aplausos, medallas de honor o diplomas, se perderá
la esencia de la acción a favor del otro: la pura gratuidad. Todo lo demás será
solo añadidura, porque al final del camino sólo nos quedará la gratitud de Dios
y la alegría de nuestro corazón. En todo caso, hay que observar que estas
actitudes y esta percepción de la realidad sólo se logran a través de un
proceso gradual de internalización de las enseñanzas de Jesús. A amar se
aprende; lo mismo que a hacer una interpretación espiritual de la Ley o a
actuar desinteresadamente. Ni la cultura, ni nuestra biología nos enseñan el
valor del amor, del respeto y de la gratuidad.
ORACIÓN
Jesús
necesito que no quiera nada más sino prepararme para un encuentro pleno
contigo, en medio de mi cotidianidad. Un acuerdo donde solo Tú y yo sepamos que
me dispongo para esto. Que se me note gozo y alegría y nadie me diga nada más.
Tú conoces todo de mí y eso me debe bastar. Amén
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