viernes, 1 de junio de 2012

Miércoles 20 de junio de 2012


“SOLO EL PADRE HA DE VER NUESTRAS OBRAS”
  
PRIMERA LECTURA
2REYES 2, 1. 6-14

“Los separó un carro de fuego, y Elías subió al cielo”

Cuando el Señor iba a arrebatar a Elías al cielo en el torbellino, Elías y Eliseo se marcharon de Guilgal. Llegaron a Jericó, y Elías dijo a Eliseo: "Quédate aquí, porque el Señor me envía solo hasta el Jordán." Eliseo respondió: "¡Vive Dios! Por tu vida, no te dejaré."
Y los dos siguieron caminando. También marcharon cincuenta hombres de la comunidad de profetas y se pararon frente a ellos, a cierta distancia. Los dos se detuvieron junto al Jordán; Elías cogió su manto, lo enrolló, golpeó el agua, y el agua se dividió por medio, y así pasaron ambos a pie enjuto.
Mientras pasaban el río, dijo Elías a Eliseo: "Pídeme lo que quieras antes de que me aparten de tu lado." Eliseo pidió: "Déjame en herencia dos tercios de tu espíritu." Elías comentó: "¡No pides nada! Si logras verme cuando me aparten de tu lado, lo tendrás; si no me ves, no lo tendrás."
Mientras ellos seguían conversando por el camino, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: "¡Padre mío, padre mío, carro y auriga de Israel!" Y ya no lo vio más.
Entonces agarró su túnica y la rasgó en dos; luego recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a la orilla del Jordán; y agarrando el manto de Elías, golpeó el agua diciendo: "¿Dónde está el Dios de Elías, dónde?" Golpeó el agua, el agua se dividió por medio, y Eliseo cruzó.  Palabra de Dios

REFLEXIÓN
Esta lectura de hoy nos presenta el final de la vida de uno de los más grandes profetas del Antiguo Testamento, Elías el Tesbita. Aparentemente hay un solo testigo de este hecho, Eliseo, también grande entre los profetas. Por otra parte, si volvemos al texto bíblico mismo, podemos notar que Elías fue "arrebatado" más de una vez. Así por ejemplo, hay un hombre llamado Abdías que se niega a llevar un recado de Elías argumentando que "no hay nación ni reino adonde mi señor, el rey Ajab, no haya enviado a buscarte... Y ahora dices: 'Ve, di a tu señor: Aquí está Elías.'
Y hablemos  del fuego, que es un elemento muy característico de este profeta, quizá como señal exterior del increíble celo que Dios le concedió por preservar y restaurar la fe verdadera en tiempos de tanta idolatría. Con fuego del cielo Elías confirmó que su sacrificio de un novillo era ofrecido al Dios verdadero, según el famoso pasaje (1 Re 18,21-38). Fuego envió Elías también sobre unos que venían a buscarle o a prenderle de parte del rey (2 Re 1,9ss).
El fuego que alude al amor que selló la vida entera de este profeta; ser arrebatado, como símbolo de la libertad del enviado de Dios, que está más allá de las fronteras y las pretensiones de los reyes de la tierra. Y así, aunque desconocemos los detalles de ese final, ya que ha sido quitado de nuestra vista, sabemos lo que significó su paso por esta tierra.

 SALMO RESPONSORIAL: 30
R. / Sed fuertes y valientes de corazón,  los que esperáis en el Señor.

Qué bondad tan grande, Señor,
reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen
a la vista de todos. R.

En el asilo de tu presencia los escondes
de las conjuras humanas;
los ocultas de tu tabernáculo,
frente a las lenguas pendencieras. R.

Amad al Señor, fieles suyos;
el Señor guarda a sus leales,
y a los soberbios les paga con creces. R.

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 6, 1-6. 16-18

“Tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará”

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a rezar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los farsantes, que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.  Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
Muchas experiencias religiosas se mueven por la lógica de las recompensas. Es la lógica cultural más común y, con frecuencia, necesaria. Prácticamente estamos diseñados biológicamente para responder a ese mecanismo universal del estímulo y la respuesta. El evangelio, sin embargo, nos reta nuevamente y nos invita a actuar únicamente por convicciones personales, por amor a Dios, y a no sentarnos a esperar el autobús del reconocimiento, porque muy probablemente nunca pasará. Para el cristiano la única recompensa es la felicidad del otro o, en muchos casos, simplemente su supervivencia. Si se esperan aplausos, medallas de honor o diplomas, se perderá la esencia de la acción a favor del otro: la pura gratuidad. Todo lo demás será solo añadidura, porque al final del camino sólo nos quedará la gratitud de Dios y la alegría de nuestro corazón. En todo caso, hay que observar que estas actitudes y esta percepción de la realidad sólo se logran a través de un proceso gradual de internalización de las enseñanzas de Jesús. A amar se aprende; lo mismo que a hacer una interpretación espiritual de la Ley o a actuar desinteresadamente. Ni la cultura, ni nuestra biología nos enseñan el valor del amor, del respeto y de la gratuidad.

ORACIÓN
Jesús necesito que no quiera nada más sino prepararme para un encuentro pleno contigo, en medio de mi cotidianidad. Un acuerdo donde solo Tú y yo sepamos que me dispongo para esto. Que se me note gozo y alegría y nadie me diga nada más. Tú conoces todo de mí y eso me debe bastar. Amén

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