Día mundial de la Paz.
“CRECIENDO EN EL DISCIPULADO MATERNO DE MARÍA”
Litúrgicamente, hoy es la fiesta de «Santa María Madre de Dios»; es también la «octava, o los ocho días de Navidad» y por tanto el recuerdo de «la circuncisión de Jesús», celebración judía que se celebraba al octavo día del nacimiento del niño, y en la que se le imponía el nombre. Pero hoy es también el primer día de nuestro año civil, celebración de «¡Año Nuevo!», y de la Jornada Mundial por la Paz.
PRIMERA LECTURA
NÚMEROS 6, 22-27
“INVOCARÁN MI NOMBRE SOBRE LOS ISRAELITAS, Y YO LOS BENDECIRÉ”
El Señor habló a Moisés: "Di a Aarón y a sus hijos: Ésta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: "El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz". Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.
REFLEXIÓN
En Números encontramos la llamada bendición aaronítica (de Aarón), porque se afirma que Dios la reveló a Moisés para que éste a su vez la enseñara a Aarón y a sus hijos, los sacerdotes de Israel, para que con ella bendijeran al pueblo. Seguramente fue usada ampliamente en el antiguo Israel. Incluso se ha encontrado grabada en plaquetas metálicas para llevar al cuello, o atada de algún modo al cuerpo. Bien nos viene una bendición de parte de Dios al comenzar el año: que su rostro amoroso brille sobre todos nosotros como prenda de paz. La paz tan anhelada por la humanidad entera, y lamentablemente tan esquiva. Pero es que no basta con que Dios nos bendiga por medio de sus sacerdotes. No basta que él nos muestre su rostro. Aquí no se trata de bendiciones mágicas sino de un llamado a empeñarnos también nosotros en la consecución y construcción de la paz: con nosotros mismos, en nuestro entorno, con los cercanos y los lejanos, con la naturaleza tan maltratada por nosotros y nuestras codicias; un llamado a buscar paz con Dios y la Paz de Dios.
Buen comienzo del año en bendición y recibiendo la bendición de Dios. Los refranes populares han consagrado ese deseo de "volver a comenzar" que sentimos todos al llegar esta fecha: "Año nuevo, vida nueva". Se quisieran olvidar los errores, borrar toda culpa que moleste nuestra conciencia, estrenar una página nueva del libro de nuestra vida, y empezarla dando un buen paso, dando rienda suelta a los mejores deseos de nuestro corazón... Por eso es bueno comenzar el año con una bendición en los labios, después de escuchar la bendición de Dios en su Palabra.
Bendigamos al Señor por todo lo que hemos vivido hasta ahora, y por el nuevo año que aparece ante nuestros ojos: nuevos días por delante, nuevas oportunidades, tiempo a nuestra disposición... Alabemos al Señor por la misericordia que ha tenido con nosotros hasta ahora. Y también porque nos va a permitir ser también nosotros una bendición en este nuevo año que comienza: bendición para los hermanos, para todos los que nos rodean y bendición para Dios mismo. Año nuevo, vida nueva, bendición de Dios.
SALMO RESPONSORIAL: 66
R: El Señor tenga piedad y nos bendiga.
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R.
SEGUNDA LECTURA
GÁLATAS 4,4-7
“ENVIÓ DIOS A SU HIJO, NACIDO DE UNA MUJER”
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: "¡Abbá! (Padre)." Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
REFLEXIÓN
En Gálatas encontramos una apretada síntesis de lo que Pablo nos enseña en tantos otros pasajes de sus cartas. En primer lugar, nos dice que el tiempo que vivimos es de plenitud, porque en él Dios ha enviado a su Hijo, no de cualquier manera, sino «nacido de mujer y nacido bajo la ley», es decir, semejante en todo a nosotros y en nuestra humanidad. Pero este abajamiento del Hijo de Dios, nos ha alcanzado la más grande de las gracias: la de llegar a ser, todos nosotros los seres humanos, sin exclusión alguna, hijos de Dios, capaces de llamarlo «Abba», es decir, Padre. Nuestra condición filial fundamenta una nueva dignidad de seres humanos libres, herederos del amor de Dios. Parecerían hermosas palabras, nada más, frente a tantos sufrimientos y miserias que todavía experimentamos, pero se trata de que pongamos de nuestra parte para que la obra de Jesucristo se haga realidad. Se trata de que nos apropiemos de nuestra dignidad de hijos libres, rechazando los males personales y sociales que nos agobian, luchando juntos contra ellos. Esto implica una tarea y una misión: la de hacernos verdaderos hijos de Dios, y a nuestros hermanos que conozcan esta dignidad.
Nacido de mujer, nacido bajo la ley, nos recuerda Pablo en Gálatas 4,4. Nació en la debilidad, en la pobreza, fuera de la ciudad, en la cueva, porque no hubo para ellos lugar en la posada... Nace en la misma situación que el conjunto del pueblo, los sencillos, los humildes, los sin poder. Este nacimiento real y concreto es asumido por Dios para abrazar en el amor a todos los que la tradición había dejado fuera. Es la visita real de aquel que, por simple misericordia, nos da la gracia de poder llamar a Dios con la familiaridad de Abba -"papito"- y la posibilidad de considerar a todos los hombres y mujeres hermanos muy amados.
En Jesús, nacido de María -la mujer que aceptó ser instrumento en las manos de Dios para iniciar la nueva historia- todos los seres humanos hemos sido declarados hijos y no esclavos, hemos sido declarados coherederos, por voluntad del Padre. La bendición o benevolencia de Dios para los seres humanos da un gran paso: Dios ya no bendice con palabras, ahora bendice a todos los seres humanos y aún a toda la creación, con la misma persona de su Hijo, que se hace hermano de todos. Y nadie queda marginado de su amor. "Ha aparecido la bondad de Dios" en Jesús, y es hora de una inmensa alegría, para hacer saber al mundo, que Dios ha florecido en nuestra tierra y todos somos depositarios de esa herencia de felicidad.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2, 16-21
“Y LE PUSIERON POR NOMBRE JESÚS”
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.
Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
REFLEXIÓN:
Lucas nos muestra a un Jesús sencillo, un Jesús que no nace entre los grandes y poderosos del mundo sino entre los pequeños y humildes; como los pastores de Belén, que no son sólo figuras decorativas de nuestros «belenes», pesebres o nacimientos, sino que eran, en los tiempos de Jesús, personas mal vistas, con fama de ladrones, de ignorantes y de incapaces de cumplir la ley religiosa judía. A ellos en primer lugar llaman los «ángeles» a saludar y a adorar al Salvador recién nacido. Ellos se convierten en pregoneros de las maravillas de Dios que habían podido ver y oír por sí mismos. Algo similar pasa con María y José: no eran una pareja de nobles ni de potentados, eran apenas un humilde matrimonio de artesanos, sin poder ni prestigio alguno. Con María, la madre, que «guardaba y meditaba estos acontecimientos en su corazón», y seguramente se alegraba y daba gracias a Dios por ellos, y estaba dispuesta a testimoniarlo delante de los demás, como lo hizo delante de Isabel, entonando el Magníficat.
La «maternidad divina de María», motivo oficial de la celebración litúrgica de hoy, pero con la imagen conciliar que la Iglesia tiene de María, «la madre de Jesús», una imagen desmitificada, María una mujer sencilla, dispuesta a servir, María como discípula, siempre dispuesta a seguirle y permanecer en el camino hasta el final. Contemplemos a María como nos la describe Lucas, María, Madre de Dios, Madre que recibe a Cristo y que a la vez ofrece a Cristo. Que Ella atraiga para nosotros, y para todos los que amamos, abundantes bendiciones, y que como ella nosotros permanezcamos por la fuerza de su amor en el camino de Jesús y en la construcción de su Reino.
Festejemos este Año Nuevo, como un nuevo regalo que el Señor hace a nuestra vida, agradezcámosle con todo el corazón la alegría de vivir, la oportunidad maravillosa que nos da de seguir amando y seguir siendo amados, y la capacidad que nos ha dado para cambiar, rectificar, recapacitar y continuar en su camino.
ORACIÓN
Padre Bueno, te damos infinitas gracias por el año que acaba de terminar y por este año nuevo que queremos iniciar en el nombre de tu Hijo Jesucristo, en tu paz y en tu amor ; declarando tu presencia bendición y victoria sobre cada uno de los días se éste nuevo año. Te ofrecemos todo lo que vamos a vivir en este año y nos ofrecemos a nosotros mismos a ti como una ofrenda de gratitud alabanza y amor. Glorifícate Señor en cada uno de nosotros y ayúdanos a vivir como verdaderos hijos tuyos en medio de este mundo. Que acojamos la vida y el proyecto de tu Hijo Jesús en nosotros y seamos fieles como María la madre de Nazareth a la alianza que un día hicimos contigo en el bautismo, para que vivamos como hijos y no como esclavos. Amén
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