martes, 1 de noviembre de 2011

Miércoles, 9 de noviembre de 2011

“LA CASA DE MI PADRE NO ES UN MERCADO DE EXPLOTACIÓN”


Celebramos hoy en la Iglesia la dedicación o consagración de la Basílica de San Juan de Letrán, catedral del Papa, obispo de Roma. Esta basílica es el símbolo de la unidad de todas las iglesias del mundo con la Iglesia de Roma, y por eso ostenta el título de Iglesia principal y madre de todas las Iglesias. Su importancia es superior a la de la misma Basílica de San Pedro del Vaticano, que no es una catedral, sino un santuario edificado sobre la tumba de San Pedro y el lugar de residencia actual del Papa. El emperador Constantino, primer emperador romano que concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo Pontífice Silvestre el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa convirtió en el templo cristiano y lo consagró el 9 de noviembre del año 324. Por esta razón, en cada lectura de hoy se habla del Templo, del Santuario de Dios.
Es un día pues, para meditar en el misterio y la bendición que significa el templo : el templo renovado de Jerusalén, según la visión de Ezequiel; el templo que es Cristo mismo según nos enseña el Evangelio.

PRIMERA LECTURA
EZEQUIEL 47,1-2.8-9.12


“VI SALIR AGUA DEL TEMPLO: ERA UN AGUA QUE DABA VIDA Y FERTILIDAD”


En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar.Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.Me dijo:-«Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.»


REFLEXIÓN

En todas las culturas, los templos son expresión visible de la presencia de la divinidad, y también de la oración o la búsqueda de esa presencia por los hombres. Al templo acudimos con nuestras necesidades, preguntas, dolores, ofrendas o esperanzas, y en él esperamos encontrar luz, guía, consuelo, paz, remedio a nuestras dolencias.


Ezequiel nos presenta una visión del templo de Jerusalén, que fue profanado y destruido por los babilonios, pero ahora renovado y espléndido, construido por el mismo Dios. Un templo del que brotan la vida y la salvación. Un lugar de gracia. Un manantial de vida que sanea las aguas dañadas y que hace fecundos los árboles, con frutos deliciosos y nutritivos, y con hojas medicinales. Un río que se va volviendo más y más impetuoso a medida que corre. Todo lo cambia a su paso avanza invencible restaurando el orden y la salud que se habían perdido. Si lo miramos bien, se trata de un retorno victorioso a la condición inicial del paraíso. Es como si la maldición y la desgracia que han pesado sobre Israel y su territorio comenzaran a desaparecer al paso de esa agua vivificante y purificadora, la cual sugiere ya la acción del Espíritu de Dios en medio de su pueblo.


SALMO RESPONSORIAL: 45
R./ El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 2, 13-22


“JESÚS HABLABA DEL TEMPLO DE SU CUERPO”

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:-«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:-«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»Jesús contestó:-«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»Los judíos replicaron:-«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

REFLEXIÓN
En el evangelio Jesús declara que él mismo es el Santuario de Dios. La expulsión que hace de los mercaderes que comerciaban en los atrios del templo es un acto simbólico que Jesús realizó en su condición de Mesías que, según la tradición judía, habría de purificar el templo y devolverle su santidad original.
El santuario se había convertido en el epicentro de un poder económico y político, detentado por la aristocracia sacerdotal que se lucraba de los impuestos que esos mercaderes tenían que pagar. Por eso, Jesús proclama que el templo es casa de Dios, y no de tráficos mercantiles, que el templo construido por manos humanas está a punto de ser abolido para dar lugar a un templo espiritual: su cuerpo glorioso de resucitado y, una vez llena del Espíritu Santo, su Iglesia extendida por toda la tierra.
Gracias a la entrega de su vida por nosotros, Jesucristo ha hecho de los creyentes un templo vivo de Dios. Por esta razón, el mensaje cristiano nos recuerda que toda persona humana es sagrada y está habitada por Dios.

Reflexionemos la palabra que San Pablo nos dice: “ Cada uno de nosotros, somos templo del Espíritu Santo”. Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que seamos sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma.

ORACIÓN
Señor, me hiciste templo de tu Espíritu, lugar de tu morada, con amor profundo me construiste. Toma Señor mi vida, mi barro, hazme tu vasija, moldéame según tu voluntad, quiero ser templo vivo, de tu presencia en mi y conservar mi alma como te agrada a ti. Amén.

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