martes, 1 de noviembre de 2011

Lunes, 07 de Noviembre de 2011

“LA CORRECCIÓN FRATERNA ES FUNDAMENTAL PARA LA CONVIVENCIA”


PRIMERA LECTURA
SABIDURÍA 1,1-7


"EL ESPÍRITU DEL SEÑOR LLENA LA TIERRA"



Amad la justicia, los que regís la tierra, pensad correctamente del Señor y buscadlo con corazón entero. Lo encuentran los que no exigen pruebas, y se revela a los que no desconfían. Los razonamientos retorcidos alejan de Dios, y su poder, sometido a prueba, pone en evidencia a los necios. La sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado. El espíritu educador y santo rehúye la estratagema, levanta el campo ante los razonamientos sin sentido y se rinde ante el asalto de la injusticia. La sabiduría es un espíritu amigo de los hombres que no deja impune al deslenguado; Dios penetra sus entrañas, vigila puntualmente su corazón y escucha lo que dice su lengua. Porque el espíritu del Señor llena la tierra y, como da consistencia al universo, no ignora ningún sonido.

REFLEXIÓN
La sabiduría es un don de Dios y sólo la pueden llegar a poseer los de corazón sencillo, “los que no desconfían” los que no tienen “razonamientos retorcidos”. La encuentran “los que la buscan de corazón entero”. Sobre todo, “la sabiduría no entra en alma de mala ley ni habita en cuerpo deudor del pecado”. Los necios y los deslenguados tampoco sabrán acoger sí mismos esta sabiduría que viene de Dios.
La sabiduría no es igual a los muchos conocimientos, sino esa intuición interior que nos hace ver las cosas con la mirada de Dios. Es la capacidad de descubrir que el hilo conductor de la historia lo lleva el Padre del cielo, quien se nos ha revelado plenamente en la persona de su Hijo Jesús. Por eso, debemos desearla y pedirla por encima de todas las cosas, así como lo hizo Salomón cuando fue puesto para gobernar a su pueblo, para poder proceder con justicia, misericordia y caridad en todos los aspectos de la vida.

SALMO RESPONSORIAL: 138
R. / Guíame, Señor, por el camino recto.

LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 17,1-6


“AY DEL QUE ESCANDALICE A LOS PEQUEÑOS”


Jesús dijo a sus discípulos: "No se puede evitar que haya incitaciones al pecado; pero ¡ay del hombre que haga pecar a los demás! Mejor le sería que lo echaran al mar con una piedra de molino atada al cuello, que hacer caer en pecado a uno de estos pequeñitos. ¡Tengan cuidado!
"Si tu hermano peca, repréndelo; pero si cambia de actitud, perdónalo. Aunque peque contra ti siete veces en un día, si siete veces viene a decirte: 'No lo volveré a hacer', debes perdonarlo."

Los apóstoles pidieron al Señor:
--Danos más fe.

El Señor les contestó:

--Si ustedes tuvieran fe, aunque solo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: 'Arráncate de aquí y plántate en el mar', y les haría caso.

REFLEXIÓN
Escandalizar es poner piedras o trampas en el camino para provocar el tropiezo, la caída. Lucas presenta otro de sus frecuentes ayes, e instruye a los discípulos sobre las actitudes que deben vivir en la comunidad fraterna. Es dura la advertencia para aquellos que escandalizaren a los preferidos del Padre, los pequeños. Jesús se desvive por ellos y nadie debe apartarlos del camino ni provocar su humillación y dolor por medio de la acumulación de bienes, la ostentación de los mimos, la injusticia y la violencia.
Seguir a Jesús no nos evita automáticamente caer en pecado; pero sí nos exige optar por practicar los valores del Evangelio en la convivencia y el intercambio. Perdonar, corregir fraternalmente, ser sinceros y respetuosos en la diversidad, acoger con bondad, son actitudes irrenunciables de los discípulos de Jesús.
Perdonar… ¿cuántas veces? Si la medida del amor es Jesús, él nos propone amar sin medida. Perdonar setenta veces siete equivale a estar dispuesto a confiar, y a apostar por la bondad intrínseca de la humanidad, lo cual no nos exime de reprender a quien se desvía del camino, e incluso señalar con toda claridad y firmeza a los que descaradamente practican la injusticia y el oprobio contra los más débiles.

ORACIÓN
Aquí estoy, mi Dios, ante tu presencia amorosa e incondicional. Sé que no siempre estoy dignamente preparado para escucharte, pero también sé que Tú no miras mi pecado sino la intención de mi corazón. Por eso mismo, te pido que me des un corazón sencillo, tierno y misericordioso como el tuyo, que no juzgue a nadie ni condene por anticipado. Pues, sólo Tú conoces el corazón de cada uno y aún así, estás siempre presto a perdonar. Amén.

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