sábado, 1 de octubre de 2022

Domingo 16 de Octubre de 2022

 

“ORAR SIEMPRE SIN DESFALLECER”

 

PRIMERA LECTURA

ÉXODO 17,8-13

 

“Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel”

 

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: "Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano." Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada. Palabra de Dios

 

REFLEXIÓN

Como la oración es tan poderosa para transformar y santificar nuestras vidas, no es extraño en absoluto que tenga tantos enemigos. Bien saben esos enemigos que si nos sacan de la oración nos habrán desconectado de la fuente de la gracia. En cierto sentido, todo el ataque del enemigo se reduce a que dejemos de orar.  Orar puede ser para nosotros  difícil y en algunos casos heroico. Aparte de las dificultades esperables como sacar el tiempo, formar una disciplina, recoger nuestros pensamientos, hay circunstancias en que sentimos que no tiene caso orar. Es duro orar cuando hay poca fe, pero resulta casi imposible cuando huye la esperanza. Y de eso tratan las lecturas de hoy: historias de gente que perseveran orando, aún cuando las cosas eran adversas y parecía inútil cualquier esfuerzo.

Se puede decir que perseverar en la oración es el arte de no desesperarse. Saber que muchas cosas fallan, que los enemigos son fuertes, que las circunstancias son contrarias y sin embargo, seguir orando. Así obró Moisés, ayudado por sus colaboradores, que le sostenían las manos. Y así también la viuda del texto evangélico que leeremos hoy. Cualquiera diría que estaban  desperdiciando su tiempo. Así mismo en ocasiones nos sentimos nosotros al orar por causas que ya vemos perdidas.

Pero recordemos,  que no  andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad.   Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. Nuestros personajes de hoy por medio de la oración persistente a Dios, a pesar de los brazos cansados, de las negativas, de las pocas esperanzas, lograron lo que parecía imposible. 

 

SALMO RESPONSORIAL: 120

R./ El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

 

Levanto mis ojos a los montes:

 ¿de dónde me vendrá el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

 que hizo el cielo y la tierra. R.

 

No permitirá que resbale tu pie,

 tu guardián no duerme;

no duerme ni reposa el guardián de Israel. R.

 

El Señor te guarda a su sombra,

 está a tu derecha;

de día el sol no te hará daño,

 ni la luna de noche. R.

 

El Señor te guarda de todo mal,

él guarda tu alma;

el Señor guarda tus entradas y salidas,

ahora y por siempre. R.

OREMOS CON EL SALMO

Un tono de serena confianza atraviesa todo este Salmo. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su puesto de guardia para proteger a sus fieles. El bellísimo verso inicial se inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el Templo de Sión.

SEGUNDA LECTURA

2TIMOTEO 3, 14-4, 2

 

“El hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena”

 

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir. Palabra del Señor

 

REFLEXIÓN

 

En la segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella.

 

LECTURA DEL EVANGELIO

LUCAS 18, 1-8

 

“Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan”

 

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara."

Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece rápido…necesito que des fruto!

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo convierte no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primero siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ¡Más de 30 metros! ¿Tarda sólo seis semanas de crecer? No, la verdad es que se toma siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, el bambú está generando un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener el crecimiento que va a tener después.

En la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito  aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.  

De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En estos momentos, que todos tenemos, recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.

 

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. Tiempo….Cómo nos cuestan las esperas. Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos….Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al conductor del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué… Perderemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del stress.. ¿Para qué?

 

La parábola de la viuda  y el juez que leímos hoy, es un bello ejemplo de esto, aplicado a nuestra vida de oración,  Nos habla del juez  que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres, y la viuda que tenía un pleito pendiente,  y fue al juez a pedirle justicia,  y lo hacía insistentemente. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla pero al  final pensó: “Como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia” Y en la parábola el Señor añade: “Esto dijo el juez malo. Pues ¿Acaso Dios no defenderá a sus escogidos que claman el día y noche? ¿Los hará esperar?. Les digo que los defenderá sin demora”  La propuesta del Señor es que tratemos de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Estamos llamados a gobernar aquella toxina llamada impaciencia; la misma que nos envenena el alma con sus prisas y afanes de cada día. Si no conseguimos lo que anhelamos, no debemos desesperarnos, debemos seguir insistiendo, perseverando, orándole constantemente al Señor sin desfallecer….. quizás no sea el tiempo y hasta ahora como el bambú solo estemos echando raíces.

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ORACIÓN

Padre de Bondad, es bueno saber que somos tus elegidos y que tú estás siempre atento a nuestras oraciones. Tú a través de tu Hijo Jesús, nos has enseñado a dialogar contigo como Padre, afirmando que todo lo que pidamos en tu nombre, Él nos concederá. Con esta certeza queremos orar siempre en ti, confiamos y en ti hoy nos apoyamos. Amén.

 

“La oración es darle la oportunidad a Dios para que Él obre”

 

 

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