“SIEMPRE
AGRADECIDOS”
La enfermedad de la lepra era más que una enfermedad para la gente de
los tiempos bíblicos. Era vista como una especie de manifestación exterior de
un mal interior y por eso se asociaba con el concepto de pecado y con las
nociones de impureza. Dentro de esta lógica, la reacción frente a la
lepra sólo podía ser de rechazo al mismo leproso. En dos lecturas de hoy, la
primera y el evangelio, aparece la victoria sobre la lepra. En el primer caso
por la intercesión del profeta Eliseo; en la segunda por el mandato de
Jesucristo. Sin embargo, estas dos lecturas tienen en común algo más que una
enfermedad : la gratitud.
PRIMERA LECTURA
2REYES 5, 14-17
“Volvió Naamán al profeta y alabó al Señor”
En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces,
como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra,
como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo:
"Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel.
Acepta un regalo de tu servidor." Eliseo contestó: "¡Vive Dios, a
quien sirvo! No aceptaré nada." Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán
dijo: "Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un
par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni
sacrificios a otros dioses fuera del Señor." Palabra
de Dios
REFLEXIÓN
Agradecimiento y gracia están emparentados: nada nos mueve tanto a
agradecer como recibir un regalo, una gracia, un bien que necesitábamos o
deseábamos pero que por alguna razón estaba más allá de nuestras previsiones,
recursos o fuerzas. La sanación de la lepra, que implicaba también el
comienzo de la sanación de toda la vida social e interpersonal del enfermo, es
un regalo, una gracia de esa naturaleza. En la primera lectura vemos a
Naamán, general del ejército del rey sirio, aquejado de una enfermedad de la
piel, fue a ver al profeta Eliseo, para que lo librase de su enfermedad.
Eliseo, en lugar de recibirlo, le dijo que fuese a bañarse siete veces en el
Jordán y quedaría limpio. Naamán, aunque contrariado por no haber sido recibido
por el profeta, hizo lo que éste le dijo y quedó limpio. Cuando se vio limpio,
a pesar de no pertenecer al pueblo judío, se volvió al profeta para hacerle un
regalo, reconociendo al Dios de Israel, como verdadero Dios, capaz de dar vida.
El pagano Naamán lo mismo que el samaritano curado del evangelio de hoy
manifiestan una inmensa gratitud. No es casualidad que se trate de dos personas
que no pertenecían directamente al pueblo de Dios: precisamente, cuanto más
"excluidos" parecía que más les alegra sentirse y saberse
curados.
Aquí hay una lección para nosotros: el que más reconoce su necesidad y
el que menos cree merecer el remedio es quien mejor y más pronto ve la mano de
Dios y la agradece. Y lo opuesto también es verdad: quien se considera muy fuerte
o quien tiene asumido que se lo merece todo no encuentra apenas de qué dar
gracias.
SALMO RESPONSORIAL: 97
R./. El Señor revela a las naciones su salvación.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.
Los confines de la tierra
han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor,
tierra entera, gritad, vitoread, tocad. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es un canto de aclamación a la realeza de Dios, Señor del
universo y de la historia. El despliegue del poder salvador de Dios llega a su
punto culminante en la encarnación de su hijo y en la victoria de este sobre la
muerte y el pecado.
SEGUNDA LECTURA
2TIMOTEO 2, 8-13
“Si perseveramos, reinaremos con Cristo”
Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los
muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que
sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está
encadenada: Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también
alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna. Es
doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos,
reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él
permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Palabra
del Señor
REFLEXIÒN
En esta Segunda Lectura, Pablo nos presenta el tema de la fortaleza
apostólica, que permite a los discípulos misioneros de Jesús Resucitado
soportar los obstáculos, los sufrimientos y las adversidades que se presentan
en la misión evangélica. Por tanto más allá de todas las adversidades y
diferentes circunstancias la Palabra de Dios seguirá siendo fecunda en la
historia. El hacer memoria de la eficacia de esta Palabra, se convertirá
en nueva fuerza de Dios cuando el discípulo tenga que atravesar por la propia
pasión y cruz. En definitiva esta Palabra vivida desde los propios sufrimientos
de los(as) seguidoras de Jesús se convierten en un memorial liberador y de amor
de Jesús que permite que su obra sea fecunda en la vida de los discípulos y de
las comunidades humanas, y que de ellas nunca deje de emanar su
originalidad, actualidad y dinamicidad hoy.
LECTURA DEL
EVANGELIO
LUCAS 17, 11-19
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando
iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se
pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros." Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los
sacerdotes." Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos,
viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó
por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús
tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros
nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha
salvado." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Como hemos mencionado en otras ocasiones, había una
rivalidad muy fuerte entre samaritanos y
judíos –habitantes del centro y sur de Israel respectivamente-, que remonta al
año 721 a.C. en el que el emperador Sargón II tomó militarmente la ciudad de
Samaría y deportó a Asiria la mano de obra cualificada, poblando la región
conquistada con colonos asirios. Con el correr del tiempo, éstos unieron su
sangre con la de la población de Samaría, dando origen a una raza mixta que,
naturalmente, mezcló también las creencias. "Quien come pan con un
samaritano es como quien come carne de cerdo (animal prohibido en la dieta
judía)", dice la Misná. La relación entre judíos y samaritanos había
experimentado en los días de Jesús una especial dureza, porque habían profanado
los pórticos del templo y el santuario refieren los historiadores. Esta era la situación en tiempos de Jesús,
cuando tiene lugar la escena del evangelio de hoy. Los leprosos vivían fuera de
las poblaciones; si habitaban dentro, residían en barrios aislados del resto de
la población, no pudiendo entrar en contacto con ella, ni asistir a las
ceremonias religiosas. Se declaraban eran impuros. El concepto de lepra en la
Biblia dista mucho de la acepción que la medicina moderna da a esta palabra,
tratándose en muchos casos de enfermedades curables de la piel.
Jesús al ver a los diez leprosos, los envía a presentarse a los
sacerdotes, ya que estos diagnosticaban estas enfermedades, una vez curados,
debían presentarse al sacerdote para que le diera una especie de certificado de
curación que le permitiese reinsertarse en la sociedad. Pero el relato
evangélico no termina con la curación de los diez leprosos, pues anota que uno
de ellos, precisamente un samaritano, se volvió a Jesús para darle las gracias.
Lo sucedido al leproso del evangelio sentaría muy mal a los judíos. De los diez
leprosos, nueve eran judíos y uno samaritano. Éste, cuando vio que estaba
curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los
pies de Jesús, dándole gracias. Estar a los pies de Jesús es la postura del
discípulo que aprende del maestro. Los otros nueve, que eran judíos,
demostraron con su comportamiento el olvido de Dios que tenían y la falta de
educación, que impide ser agradecidos. Sólo un samaritano -oficialmente
heterodoxo, hereje, excomulgado, despreciado, marginado-, volvió a dar gracias.
Sólo éste pasó a formar parte de la comunidad de seguidores de Jesús; los otros
quedaron descalificados.
Tal vez, los cristianos, estemos demasiado convencidos de que sólo
«los de dentro», los de la comunidad, «los católicos», o «los de la
parroquia»... somos los que adoptamos los mejores comportamientos. Hay gente
mucho mejor fuera de nuestros círculos, incluso en otras iglesias, y hasta en
otras religiones, incluso entre quienes dicen que «no creen». En el evangelio
de hoy es precisamente alguien venido de fuera, despreciado por los de dentro,
el único que sabe reconocer el don recibido de Dios, dando una lección
magistral a quienes no supieron agradecer. Aprendamos hoy esa gran lección del
samaritano.
Recordemos un popular que
nos menciona el agradecimiento: “ser agradecidos es de bien nacidos”.¿De
verdad dejamos que de nuestro interior brote con frecuencia la acción de
gracias por tanto bien recibido?. ¿Agradecemos la luz del sol que gratuitamente
nos regala Dios cada día? ¿Reconocemos la gratuidad de nuestro corazón que no
descansa ni siquiera mientras dormimos?, ¿Decimos gracias por las maravillas de
la amistad y la ternura que no se cobran?, ¿Nos sentimos gratificados por todo
lo gratuito y gracioso de la vida?.
No nos olvidemos nunca de dar GRACIAS.
ORACIÓN
Buen Dios, todos
nosotros somos enfermos y nos sentimos alejados y rechazados con frecuencia.
Míranos hoy con misericordia y derrama sobre todos nosotros tu poderosa y
bendita bendición. Danos un corazón agradecido, para que siempre podamos reconocer
todo lo que haces por nosotros. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Ángel Manuel Franco y Diego González en su cumpleaños. Amén.
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