“AMAR DESINTERESADAMENTE”
PRIMERA LECTURA
1SAMUEL 26, 7-9, 12-13, 22-23
“El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no
quise atentar contra ti”
En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con
tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David. David y
Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio
del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la
tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: "Dios te
pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará
falta repetir el golpe. "Pero David replicó: "¡No lo mates!, que no
se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor. "David tomó la
lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio,
ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había
enviado un sueño profundo.
REFLEXIÓN
El rey David es una de las figuras más
relevantes del Antiguo Testamento, no sólo por sus logros militares o políticos
sino porque su manera de gobernar quedó como una especie de referencia perpetua
hasta el punto que Jesús mismo fue llamado "hijo de David" en los
evangelios.
En esta primera lectura leemos como David perdona la vida de Saúl. El
texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su
valentía.
En los días de David la gente pudo experimentar cómo podría ser el mundo
si Dios reinara. La imagen más concreta del "reino de Dios" que
aquellos hebreos podían tener era la de los tiempos de David. Así por ejemplo,
cuando la multitud aclama a Cristo que entra en Jerusalén el saludo es:
"Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las
alturas!" (Marcos 11,10).
Y si nos preguntamos qué hace de David
el rey por antonomasia, y su reinado el punto de referencia para todas las
generaciones, una buena respuesta es que David es un rey en el que reina Dios.
No es un santo, en el sentido actual de la palabra; la Biblia misma recuerda de
sus miserias y pecados (2 Samuel, capítulo 11). Y sin embargo, si es un hombre
sensible a la presencia y al querer de Dios.
Para David, Saúl no es simplemente su enemigo. Es enemigo suyo pero es
también el ungido del Señor, porque Dios lo escogió y lo ungió como rey. David
no anhela tanto llegar al poder, ni detesta tanto a Saúl, que lo ha odiado sin
razón, como para despreciar el mandato, la palabra y la unción del Señor.
David, podríamos decir, no quiere salir con su plan "a como dé lugar"
sino que sabe apreciar el estilo de Dios; él respeta ese estilo y sabe preferir
ese plan. Y David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su
fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena
dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y
fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi
mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).
R./ El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi
ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus
beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas y cura
todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de
ternura. R.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R.
Como dista el oriente del ocaso, así
aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este salmo, es un canto de alabanza a Dios por la bondad que ha tenido
con el pueblo y con el salmista en particular. En medio de la fragilidad del
ser humano se revela la grandeza del amor de Dios. Al asumir el Hijo de Dios
nuestra propia fragilidad, nos permite participar con él de la misma herencia y
nos revela la inmensidad del amor de Dios.
SEGUNDA LECTURA
1CORINTIOS 15, 45-49
“Somos imagen del hombre terreno, seremos
también imagen del hombre celestial”
Hermanos: El primer hombre, Adán, fue
un ser animado. El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo
espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho
de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el
terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros,
que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre
celestial. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los
muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra
resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas
interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis
como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el
del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno
y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los
creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo
inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los
cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el
Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes
al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 6, 27-38
“Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me
escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian,
bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.
Al que te pegue en una mejilla,
preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien
te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que
ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis?
También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que
os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.
Y si prestáis sólo cuando esperáis
cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores,
con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el
bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del
Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed compasivos como vuestro Padre es
compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una
medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán
con vosotros. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de
bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los
que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser
como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado
bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si
quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se
necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.
En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los
enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con
el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos,
la gran novedad de la ética cristiana algunos filosófos cristianos decían: “Alegrarse
de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos
prohibidos, mientras que se exige benevolencia y el socorro ofrecido al enemigo
necesitado”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por
ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. No
significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo
de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la
violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias,
sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren
el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del
Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.
Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale
también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da
al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames”. Jesús no intenta
reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser
mansos, pero no “mensos”). No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de
callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio
absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a
nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que
más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que
se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el
hambriento...” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.
Nos habla también de la regla de oro de la convivencia humana: “tratar
bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de
“tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos
aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que
piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc.
Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la
bendición la llevemos los cristianos. Y nos habla de un tercer principio
para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el
Padre de ustedes”. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo
del ser cristiano, porque lo es también de Dios, el que tiene misericordia
establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.
En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud
misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados”
(v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo
malo, sino de destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la
calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en
positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la
capacidad de perdonar, porque es en este momento cuando las comunidades llegan
a vivir realmente como hermanos. La última exhortación es: “Den y se les dará”.
La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de
Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su
propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos
importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica
de vivir el cristianismo.
ORACIÓN
Señor hoy en tu Palabra nos invitas a vivir una vida conforme a
tus principios, a tratar a los demás como nos gustarían nos
trataran, a no juzgar, a amar al prójimo, amar a nuestros enemigos, a ser
misericordiosos, a dar, hasta darlo todo, inclusive nuestra propia vida;
sabemos que el camino no es fácil, sabemos que podemos caer y que somos
débiles, te suplicamos nos ayudes para poder hacerlo, que tu Espíritu nos
sostenga y nos mantenga firmes para que seamos testimonio vivo y fiel de tu
Reino. Amén.
“Hagamos el bien sin esperar nada”
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