martes, 1 de febrero de 2022

Domingo 20 de Febrero de 2022

 

“AMAR DESINTERESADAMENTE”

 

PRIMERA LECTURA

1SAMUEL 26, 7-9, 12-13, 22-23

 

“El Señor te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra ti”

En aquellos días, Saúl emprendió la bajada hacia el páramo de Zif, con tres mil soldados israelitas, para dar una batida en busca de David. David y Abisay fueron de noche al campamento; Saúl estaba echado, durmiendo en medio del cercado de carros, la lanza hincada en tierra a la cabecera. Abner y la tropa estaban echados alrededor. Entonces Abisay dijo a David: "Dios te pone el enemigo en la mano. Voy a clavarlo en tierra de una lanzada; no hará falta repetir el golpe. "Pero David replicó: "¡No lo mates!, que no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor. "David tomó la lanza y el jarro de agua de la cabecera de Saúl, y se marcharon. Nadie los vio, ni se enteró, ni se despertó: estaban todos dormidos, porque el Señor les había enviado un sueño profundo. 
 David cruzó a la otra parte, se plantó en la cima del monte, lejos, dejando mucho espacio en medio, y gritó: "Aquí está la lanza del rey. Que venga uno de los mozos a recogerla. El Señor pagará a cada uno su justicia y su lealtad. Porque él te puso hoy en mis manos, pero yo no quise atentar contra el ungido del Señor." Palabra de Dios.

 


REFLEXIÓN

El rey David es una de las figuras más relevantes del Antiguo Testamento, no sólo por sus logros militares o políticos sino porque su manera de gobernar quedó como una especie de referencia perpetua hasta el punto que Jesús mismo fue llamado "hijo de David" en los evangelios.

En esta primera lectura leemos como David perdona la vida de Saúl. El texto pretende mostrar cómo en la vida de David la misericordia está unida a su valentía.

En los días de David la gente pudo experimentar cómo podría ser el mundo si Dios reinara. La imagen más concreta del "reino de Dios" que aquellos hebreos podían tener era la de los tiempos de David. Así por ejemplo, cuando la multitud aclama a Cristo que entra en Jerusalén el saludo es: "Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las alturas!" (Marcos 11,10).

Y si nos preguntamos qué hace de David el rey por antonomasia, y su reinado el punto de referencia para todas las generaciones, una buena respuesta es que David es un rey en el que reina Dios. No es un santo, en el sentido actual de la palabra; la Biblia misma recuerda de sus miserias y pecados (2 Samuel, capítulo 11). Y sin embargo, si es un hombre sensible a la presencia y al querer de Dios.

Para David, Saúl no es simplemente su enemigo. Es enemigo suyo pero es también el ungido del Señor, porque Dios lo escogió y lo ungió como rey. David no anhela tanto llegar al poder, ni detesta tanto a Saúl, que lo ha odiado sin razón, como para despreciar el mandato, la palabra y la unción del Señor. David, podríamos decir, no quiere salir con su plan "a como dé lugar" sino que sabe apreciar el estilo de Dios; él respeta ese estilo y sabe preferir ese plan. Y David muestra su misericordia respetándole la vida a Saúl, y su fidelidad a Dios, reconociéndolo como su ungido. David termina la escena dejando todo en manos de Dios: “Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé” (1 Sam 26,23).

 SALMO RESPONSORIAL 102

R./ El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos; como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles. R.


OREMOS CON EL SALMO

Este salmo, es un canto de alabanza a Dios por la bondad que ha tenido con el pueblo y con el salmista en particular. En medio de la fragilidad del ser humano se revela la grandeza del amor de Dios. Al asumir el Hijo de Dios nuestra propia fragilidad, nos permite participar con él de la misma herencia y nos revela la inmensidad del amor de Dios. 


SEGUNDA LECTURA

1CORINTIOS 15, 45-49

 

“Somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial”

Hermanos: El primer hombre, Adán, fue un ser animado. El último Adán, un espíritu que da vida. No es primero lo espiritual, sino lo animal. Lo espiritual viene después. El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo. Pues igual que el terreno son los hombres terrenos; igual que el celestial son los hombres celestiales. Nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Palabra del Señor.



REFLEXIÓN

Pablo sigue empeñado en su reflexión sobre la resurrección de los muertos. 1Cor 15,35-58 trae algunos argumentos sobre el modo de nuestra resurrección corporal. En el texto de hoy, Pablo recoge algunas interpretaciones judías que identifican al Adán del primer capítulo del Génesis como el creado a imagen de Dios y por tanto como ser celestial; en cambio, el del capítulo 2 corresponde al Adán sacado del barro y por tanto, un ser terreno y mortal. Jesucristo es el Adán espiritual a quien deben asemejarse los creyentes. Hay que anotar que los judíos no entendían lo espiritual como lo inmaterial, sino como lo que es dinámico, activo, que anima y da vida. Los cristianos en cambio conocemos las dos facetas, en cuanto que nacemos como el Adán terrestre, pecador y corruptible, pero estamos llamados a ser semejantes al Adán espiritual, que es Cristo, que nos anima y nos da vida en abundancia.

 

LECTURA DEL EVANGELIO

LUCAS 6, 27-38 

 “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué merito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen.

Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué merito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros. Palabra del Señor.


REFLEXIÓN

Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.

En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana algunos filosófos cristianos decían: “Alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige benevolencia y el socorro ofrecido al enemigo necesitado”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. No significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.

Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames”. Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”). No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento...” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.

Nos habla también de la regla de oro de la convivencia humana: “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc.  Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos.  Y nos habla de un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes”. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, porque lo es también de Dios, el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.

En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino de destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, porque es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación es: “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo.

 

ORACIÓN

Señor hoy en tu Palabra nos invitas a vivir una vida  conforme a tus principios,  a tratar a los demás  como nos gustarían nos trataran, a no juzgar, a amar al prójimo, amar a nuestros enemigos,  a ser misericordiosos, a dar, hasta darlo todo, inclusive nuestra propia vida; sabemos que el camino no es fácil, sabemos que podemos caer y que somos débiles, te suplicamos nos ayudes para poder hacerlo, que tu Espíritu nos sostenga y nos mantenga firmes para que seamos testimonio vivo y fiel de tu Reino. Amén.

 

“Hagamos el bien sin esperar nada”

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