Transfiguración del Señor
“CONTEMPLAR LA BELLEZA DE DIOS NOS ANIMA
Y TRANSFORMA”
PRIMERA LECTURA
DANIEL 7,9-10.13-14
“Su vestido era blanco como nieve”
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó;
su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono,
llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba
delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión
nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó
al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los
pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su
reino no tendrá fin. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La primera lectura del libro de Daniel nos recuerda que Israel como el
mundo de aquel tiempo y lugar se encontraba en un proceso de helenización de
Oriente. La fuerza de la cultura griega invadía todo y se extendía con rapidez.
Toda una nueva forma de entender la vida. Esto trajo una crisis profunda en
todos los que se encontraban con su cultura y su fe. Con la llegada de Antíoco
IV Epífanes, lo que en un primer momento no era más que una mayor promoción de
la cultura griega, va a dar paso a una persecución abierta de los judíos que
siguen fieles a su fe. A la irracionalidad de la intolerancia se suma la
irracionalidad de la violencia. La «cultura superior» lleva consigo la
prepotencia y termina por masacrar a personas sencillas, inocentes, que lo
único que pretenden es vivir en paz ¿quiénes son los bárbaros?. En este clima
surge el libro de Daniel invitando a resistir, retomando acontecimientos del
pasado anima a resistir también ahora. En su segunda parte cambia de género
literario y ante la presión y la inestabilidad por lo absurdo de la fuerza...
no puede expresarlo en lenguaje convencional y surge el género de la
apocalíptica. Todo el capítulo al que pertenece el texto de este día hace de
bisagra entre las dos partes del libro. Los símbolos que utiliza el profeta
Daniel se inspiran en la apocalíptica judía del siglo III a. C. La apocalíptica
intentaba presentar las grandes opciones de Dios para el presente mediante
símbolos litúrgicos, cósmicos y sobrenaturales. El blanco representa la máxima
santidad, la presencia divina. Los tronos simbolizan la capacidad para gobernar
la historia. El hijo del hombre, aquel ser humano capaz de hacer realidad la
voluntad de Dios.
SALMO RESPONSORIAL:
96
R. / El Señor reina, altísimo sobre la tierra
El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono. R.
Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses. R.
OREMOS CON EL SALMO
La frase inicial de este “Himno a la realeza del
Señor” es una solemne proclamación, que anuncia el advenimiento del Reino de
Dios, inaugurado por una teofanía de la que participan todos los elementos de
la naturaleza. Esta manifestación del Señor como Rey significa el triunfo
definitivo de la justicia y es un motivo de júbilo para su Pueblo.
SEGUNDA LECTURA
2PEDRO 1,16-19
“Esta voz del cielo la oímos nosotros”
Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida
de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que
habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra
y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo
amado, mi predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros,
estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los
profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que
brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en
vuestros corazones. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Este texto es una de las pocas lecturas litúrgicas pertenecientes al
último escrito, cronológicamente hablando, del Nuevo Testamento. No sólo por
este motivo sino sobre todo por su contenido es claro que no fue obra del
apóstol Pedro, primer Papa, aunque se le haya atribuido desde antiguo. Su
intención es alentar a los cristianos de las generaciones siguientes a la
primera a la permanencia y fidelidad, poniéndolos en guardia frente a posibles
desviaciones. La certeza de la victoria total de Cristo se basa, entre otras
cosas, en la Transfiguración, una especie de adelanto teológico de lo que
Cristo es y representa para todos. Contrapone el autor esta realidad a mitos y
leyendas poco de fiar. Y no es que la transfiguración haya de considerase, sin
más, un hecho histórico. Se trata, mejor, de una aceptación y muestra de lo que
el Señor Jesús, el Hijo atestiguado por el Padre, es y significa para todos los
cristianos. Lo de menos es que se diera una voz perceptible por los testigos;
lo realmente importante es que Jesús es el Hijo de Dios y ha de volver a
culminar su obra comenzada. Es importante esta mención de Jesucristo como
fundamento de la vida presente del cristiano, de su fe, de su realidad
histórica en conjunto y, a la vez, la tensión hacia el futuro, hacia la
realización completa.
LECTURA DE EVANGELIO
MATEO 17,1-9
“Su rostro resplandecía como el sol”
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano
Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos,
y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como
la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro,
entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí!
Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su
sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de
espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no
temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la
visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Los evangelios
sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) narran la transfiguración. La comunidad de
Marcos, cuyo texto leemos hoy, está integrada, en su mayoría, por personas de
origen pagano; es una comunidad pobre, en crisis, llamada a dar razón de su fe
e identidad. Para ella la experiencia de Jesús transfigurado, será de mucha
importancia en el reafirmar su fe y su seguimiento. El Evangelio quiere decir
que la Ley y los Profetas están al servicio y tienen sentido en función de
Jesús, que es el Señor, en su gloria, al servicio del cual está toda la Sagrada
Escritura. La propuesta de Pedro de quedarse en la montaña es una insinuación
para no afrontar el futuro próximo de Jesús que seis días antes les había
anunciado su pasión. Nosotros, al igual que la comunidad de Marcos, no podemos
evitar la realidad, tendremos que seguir dando testimonio de nuestra fe, aun
cuando el temor y los acontecimientos nos quieran superar.
ORACIÓN
Señor que nuestro encuentro diario contigo, nuestra oración nos vaya
transformando, trasfigurando para ser más como tú. Ayúdanos por favor a
escucharte más y a reconocerte como la luz que ilumina nuestro paso por
esta tierra. Que no nos cansemos de buscarte, buscar de tu Palabra,
y salgamos de nuestras comodidades a la acción en nuestras
comunidades, a enfrentarnos al mundo que nos espera necesitado de amor,
esperanza, solidaridad, justicia y paz. Amén.
“Cristo quiere iluminar nuestro corazón: anhelos, decisiones, afectos y temores; para que todo lo podamos ver y vivir a la luz de su amor”
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