lunes, 1 de marzo de 2021

Sábado 13 de Marzo de 2021


“LA ORACIÓN, UN DIÁLOGO DE CORAZÓN A CORAZÓN ”

 

PRIMERA LECTURA

OSEAS 6,1-6

 

“Quiero misericordia, y no sacrificios”

 

Vamos a volver al Señor: él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará; al tercero nos resucitará; y viviremos delante de él. Esforcémonos por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y su sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros como lluvia temprana, como lluvia tardía que empapa la tierra.

 

"¿Qué haré de ti, Efraín? ¿Qué haré de ti, Judá? Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos."  Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

Hoy la primera lectura nos habla de lluvia y rocío,  el amor es comparado con el agua. Amor de Dios, que es como lluvia de primavera, y fecunda la tierra de admirable modo; amor de Israel, que es como rocío engañoso pronto a evaporarse sin dejar más rastro que su recuerdo. La lluvia empapa; el rocío apenas moja. El amor de Dios penetra; el amor humano, si no tiene más cimiento que su gusto o conveniencia inmediata, apenas moja, de inmediato se evapora y deja tras de sí un horrible vacío. Nos queda una primera enseñanza y primer cuestionamiento: ¿tu amor es lluvia que fecunda y transforma, o rocío que embellece sólo un instante, y desaparece?

 

Por otro lado, el profeta nos recuerda que Dios conoce el corazón de los hombres, sabe quien lo busca sinceramente y quien no. Y nos dice que quiere de nosotros: “Porque yo quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos" (Os 6,6)”.

El discurso puesto en boca del pueblo pareciera una actitud de conversión a tener en cuenta como válida y duradera, pero el Profeta la denuncia como falsa y efímera.

Miremos con calma la palabra que nos da. Ante todo esa "misericordia" de la que habla el texto  es una palabra hebrea de no fácil traducción. Es la famosa "jésed" que significa también "lealtad", "fidelidad", "piedad" y "gracia"... Indica la dulzura de un lenguaje común, algo así como el entendimiento en el amor que tienen quienes comparten unas mismas convicciones, unos mismos afectos, es decir: los que están en comunión. Cuando el Señor dice: "yo quiero jésed (misericordia)  y no sacrificios", está refiriéndose a esa relación entrañable de proximidad y amor. Los "sacrificios" son un modo de establecer un pacto con Dios, un modo de negociar con él. Y eso es detestable para quien quiere que exista una atmósfera de amor y comunión. El sacrifico y el holocausto tienen una lógica que puede volverse ciega y mezquina en su repetición: si hago esto, Dios hará y me dará aquello. Es preciso estar conscientes, darse cuenta de quién es el que nos llama y con quién estamos tratando, un Dios que no se compra. No es una ley anónima, no es una energía sin nombre, no es destino ciego: es el Dios vivo y verdadero y hay que saber quién es Él y qué quiere para agradarle y vivir la "jésed"(misericordia) que Él espera de nosotros.

 

SALMO RESPONSORIAL: 50

R./ Quiero misericordia, y no sacrificios.

 

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,

limpia mi pecado. R.

 

Los sacrificios no te satisfacen:

si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;

un corazón quebrantado y humillado,

tú no lo desprecias. R.

 

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos. R.

OREMOS CON EL SALMO

Este Salmo es una súplica penitencial por excelencia, el salmista es consciente de su profunda miseria y experimenta la necesidad de una total transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia al pecado. Por eso, además de reconocer sus faltas y de implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve íntegramente, "creando" en su interior "un corazón puro". 

 

LECTURA DEL EVANGELIO

LUCAS 18,9-14

 

“El publicano regresó a su casa justificado, el fariseo no”

 

Jesús contó esta otra parábola para algunos que, seguros de sí mismos por considerarse justos, despreciaban a los demás: "Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, malvados y adúlteros, ni como ese cobrador de impuestos. Yo ayuno dos veces a la semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.' Pero el cobrador de impuestos se quedó a cierta distancia, y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: '¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!' Les digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa ya justo, pero el fariseo no. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido." Palabra del Señor.

 

 

REFLEXIÓN

Un cristianismo marcado por el signo de la piedad moralizante hace creer que unos cristianos son mejores que otros. Lucas viene contraponiendo dos maneras de acercarse a Dios. El juez y la viuda, primera pareja que muestra que Dios está de parte de los oprimidos; la siguiente pareja está compuesta por Juan el Bautista y el mismo Jesús. En cada una de ellas, Lucas contrapone dos maneras de orar. En el texto de hoy contrapone la oración arrogante del fariseo a la sencilla y confiada del recaudador de impuestos. El fariseo, satisfecho por su condición de hombre justo, no pide nada a Dios. Por su fidelidad a la observancia religiosa, es Dios quien le tendría que estar agradecido. La otra figura es el recaudador de impuestos. Su oración es una petición, reconociendo su condición de pecador. Su petición confiada obtendrá la misericordia de Dios, mientras que la acción de gracias arrogante del fariseo, que cree que se lo merece todo por sus obras, será rechazada. Lucas contrasta la figura del creyente seguro de sí mismo con la del marginado religiosamente, que confía en el amor y misericordia de Dios.

El evangelio de hoy nos dice: ¡No! Ante Dios no podemos llegar con orgullo, haciendo alarde de nuestras capacidades mundanas, despreciando a los que “tienen” menos. Es preciso reconocer ante sí y ante Dios nuestra pequeñez, y que estamos dispuestos a transformarnos y a hacer el bien, multiplicando solidaridad, construyendo igualdad, demostrando con gestos visibles y concretos fraternidad. Jesús sabía muy bien que, para que acaeciera el Reino, Dios había elegido a los pequeños.

 

ORACIÓN

Señor que con la ayuda de Tu Palabra, estemos reconociendo que nos quieres semejantes a Ti en amor y misericordia, Que doloroso es ver que  aún nos falta mucho para reflejar  un rostro, como el tuyo. Has que me duelan las entrañas ante el dolor ajeno, así como Tú  te condoliste  y te conduelas hoy por nosotros. Oramos, damos gracias y bendecimos a  Lucrecia Ovalle y Luz Marina Vargas en su cumpleaños. Amén.

 

“Recuerda, no hay cristianismo sin encuentro con el Señor, y  si pasas un día sin oración será un día sin bendición”  

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