lunes, 1 de marzo de 2021

Lunes 22 de Marzo de 2021

 

 

“CONDENAR ES NO CONOCER A DIOS”

 

PRIMERA LECTURA

DANIEL 13,1-9.15-17.19-30.33-62

 

“Ahora tengo que morir, siendo inocente”

 

En aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y religiosa. Sus padres eran honrados y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un parque junto a su casa; como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí. Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo: "En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo." Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos. A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el parque de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear en el parque, y se enamoraron de ella. Pervirtieron su corazón y desviaron los ojos, para no mirar a Dios ni acordarse de sus justas leyes.

 

Un día, mientras acechaban ellos el momento oportuno, salió ella como de ordinario, sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el parque, porque hacía mucho calor. Y no había nadie allí, fuera de los dos ancianos escondidos y acechándola. Susana dijo a las criadas: "Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del parque mientras me baño." Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron: "Las puertas del parque están cerradas, nadie nos ve, y nosotros estamos enamorados de ti; consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas." Susana lanzó un gemido y dijo: "No tengo salida: si hago eso, seré rea de muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar contra Dios." Susana se puso a gritar, y los ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del parque. Al oír los gritos en el parque, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Y cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.

 

Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron: "Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín." Fueron a buscarla y vino ella con sus padres, hijos y parientes. Toda su familia y cuantos la veían lloraban. Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana. Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor. Los ancianos declararon: "Mientras paseábamos nosotros solos por el parque, salió ésta con dos criadas, cerró la puerta del parque y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros estábamos en un rincón del parque y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros y, abriendo la puerta, salió corriendo. En cambio, a ésta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello." Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y condenó a muerte a

Susana. Ella dijo gritando: "Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí."

 

El Señor la escuchó. Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios movió con su santa inspiración a un muchacho llamado Daniel; éste dio una gran voz: "¡No soy responsable de ese homicidio!" Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron: "¿Qué pasa, qué estás diciendo?" Él, plantado en medio de ellos, les contestó: "Pero, ¿estáis locos, israelitas? ¿Conque, sin discutir la causa ni apurar los hechos condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque ésos han dado falso testimonio contra ella."

 

La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron: "Ven, siéntate con nosotros y explícate, porque Dios mismo te ha nombrado anciano." Daniel les dijo: "Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar yo." Los apartaron, él llamó a uno y le dijo: "¡Envejecido en años y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: "No matarás al inocente ni al justo." Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados." El respondió: "Debajo de una acacia." Respondió Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios ha recibido la sentencia divina y te va a partir por medio." Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo: "¡Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?" Él contestó: "Debajo de una encina." Replicó Daniel: "Tu calumnia se vuelve contra ti. El ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros."

 

Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión. Según la ley de Moisés, les aplicaron la pena que ellos habían tramado contra su prójimo y los ajusticiaron. Aquel día se salvó una vida inocente. Palabra de Dios.

 

REFLEXIÓN

La primera lectura de hoy termina con una hermosa constatación: "aquel día se salvó una vida inocente". Por esta vez, a lo menos, la perversidad no triunfó, y la maldad del malvado recayó sobre su propia cabeza. Dios intervino a través del profeta Daniel para hacer posible que se salvara esa vida. La ocasión le da al profeta Daniel la oportunidad de actuar lo que significa su nombre: “Dios es mi juez”. Dios va a hacer justicia a favor de los débiles y contra los jueces corruptos que han pervertido la ley en su favor. La acción del profeta, defendiendo la causa de las víctimas es fundamental. La confianza del inocente no queda defraudada: “Prefiero caer en sus manos antes que pecar contra Dios”. El Señor escucha el clamor del pobre y responde. La justicia de Dios es justicia para la vida, no para la muerte. En el horizonte de su justicia está la redención, el perdón de los pecados. En ese sentido, la muerte del pecador cierra la puerta a cualquier posibilidad de enderezar su rumbo.

 

Podemos aprender también  de esta escena es que ser inocente no siempre implica ser víctima. Ser inocente y buscar la inocencia es en sí mismo una victoria; incluso más: la primera y más radical de las victorias, porque entraña sinceridad. De hecho, el que no busca la inocencia jamás se habrá rendido al poder del bien. De otra parte, impresiona el veredicto: el mal cayó sobre el malvado; lo que él quería hacer se lo hicieron; la primera víctima del mal es el malvado. Y esto es fundamental para entrar en el camino del perdón, del perdón serio. No es posible perdonar al que nos ha hecho daño si no descubrimos en él o ella, antes que un agresor, una víctima, de un poder que en el fondo lo está usando para su desgracia. Y así resulta que una ley tan dura, como aquello de aplicar al malvado su propia maldad, en realidad nos pone en ruta de compadecernos, entender y perdonar. Vemos como el Antiguo Testamento lleva al Nuevo.

 

SALMO RESPONSORIAL: 22

R. / Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.

 

El Señor es mi pastor, nada me falta:

verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas. R.

 

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

 tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

 

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa. R.

 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término. R.

 

OREMOS CON EL SALMO

Dos imágenes, la del pastor y la del banquete, sirven al salmista para expresar la relación personal de amistad con Dios. Esas imágenes también las usa Cristo: Él es el buen Pastor y Él nos invita a su mesa, en la que se nos entrega en persona.

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 8,1-11

 

“El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?" Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra." E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?" Ella contestó: "Ninguno, Señor." Jesús dijo: "Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más." Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

 

Los enemigos de Jesús le ponen una disyuntiva: la misericordia o la justicia de la Ley. La invitación de Jesús es pasar de ser jueces a una actitud de misericordia. Viendo el sufrimiento de esta pobre muchacha se encoge el corazón de angustia. ¡Qué humillación, qué violencia! Hombres de poder la han sorprendido, según dicen, en adulterio. Pero, ¿dónde está el hombre? La ley exigía que ambos debían ser juzgados. Ellos han traído sólo a la mujer. Está a los pies de Jesús llena de vergüenza. El corazón le late desesperadamente, esperando que Jesús pronuncie la sentencia. Pero Jesús escribe sobre tierra. La Ley de muerte había sido grabada sobre piedra. Jesús graba sobre tierra (para toda la humanidad) la Ley de la misericordia. En su corazón siente: “¡Cuánta necesidad de perdón tiene el mundo! La muchacha débil y esos hombres endurecidos”. Entonces pronuncia la frase que cambiará la historia: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”. Luego dice: “ Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más”

 

ORACIÓN

Buen Señor, son tantas las veces en que los seres humanos no tenemos en cuenta que Tú eres el que da o quita la vida, nos creemos dueños y con derecho de hacer daño y hasta acabar con nuestros semejantes. Perdón Señor por esta cultura de la muerte que nos envuelve todavía, ayúdanos por favor a no aprobar o a ser indiferentes ante los actos de injusticia y de maldad. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de Luz Marina García en su cumpleaños. Amén 

 

Que ligeros(as) somos para juzgar y condenar a otros, sin tener en cuenta los propios errores o la veracidad de los hechos

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