“EL PODER DEL BIEN, SUPERA NUESTRAS LEPRAS”
PRIMERA LECTURA
LEVÍTICO 13,1-2.44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando
alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le
produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus
hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo
declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de
lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando:
"¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro;
vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
En la
tradición judía (primera lectura)
la enfermedad era interpretada como una maldición divina, un castigo, una
consecuencia del pecado de la persona enferma –¡o de su familia!–. El pueblo de
Israel, buscando siempre un camino de perfección y de cercanía a Dios, elaboró
“un código de santidad” y determino una serie de circunstancias y enfermedades
que hacían impuro al hombre y, por lo tanto, incapaz de participar con la
comunidad en el culto a Dios y en la vida fraterna. Entre esas situaciones
estaban: el tocar o comer ciertos alimentos, el dar a luz un hijo, una
enfermedad de la piel, la pérdida del cabello entre otras. De todas las
enfermedades que hacían impura a las personas
la lepra era la más significativa, se la consideraba la más contagiosa,
la lepra común estaba regulada por una rígida normativa que excluía a la
persona afectada de la vida social. Quienes sufrían de esta enfermedad eran
considerados impuros y debían apartarse de los demás y evitar su contacto. (Ha durado muchos siglos la falsa creencia de
que la lepra fuese tan fácilmente contagiable). El enfermo de lepra era un
muerto en vida, y lo peor era que la enfermedad era considerada normalmente
incurable. Los sacerdotes tenían la función de examinar las llagas del enfermo,
y en caso de diagnosticarlas efectivamente como síntomas de la presencia de
lepra, la persona era declarada «impura», con lo que resultaba condenada a aislarla de por vida, a salir de la población, a comenzar a vivir en soledad, a malvivir indignamente,
gritando por los caminos «¡impuro, impuro!», para evitar encontrarse con
personas sanas a las que poder contagiar. Su curación sólo podía darse por obra de Dios,
pues la curación de un leproso era tan difícil como resucitar un muerto.
La verdad es que toda sociedad humana ha tratado de protegerse utilizando una variedad de recursos y uno que no ha faltado es el aislamiento de los individuos considerados peligrosos, sea por razones de salud o de comportamiento, y en vemos como todo el sistema normativo religioso generaba una permanente exclusión de personas por motivos de sexo, salud, condición social, edad, religión, nacionalidad.
SALMO
RESPONSORIAL: 31
R./Tú
eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación.
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso
el hombre a quien el Señor
no le
apunta el delito. R.
Había
pecado, lo reconocí,
no te
encubrí mi delito;
propuse:
"Confesaré al Señor mi culpa"
y tú
perdonaste mi culpa y mi pecado. R.
Alegraos,
justos, y gozad con el Señor;
aclamadlo,
los de corazón sincero. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este es un salmo escrito por David, es un salmo de penitencia, pero también
un cántico de un alma rescatada, la cual se regocija en las maravillas de la
gracia de Dios. Se lidia con el pecado, la tristeza es consolada, la ignorancia
es instruida. El perdón de Dios estaba
listo y esperando a David, y lo está para nosotros también, mientras se esté de
acuerdo con Dios sobre la naturaleza y culpa del pecado, la restauración esta
lista pero la confesión del pecado es el camino para ello. En este Salmo David
también habla de la gran bendición que hay para el hombre o mujer que sabe del
perdón de Dios, son bienaventurados cuya
transgresión ha sido perdonada.
SEGUNDA LECTURA
1CORINTIOS 10,31-11,1
Hermanos: Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo
todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los
griegos, ni a la Iglesia de Dios, como yo, por mi parte, procuro contentar en
todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de la mayoría, para que se
salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La segunda lectura, que sigue, como
siempre, un camino independiente frente a la relación entre la primera y la
tercera, es un bello texto de Pablo que habla de la integralidad de la
espiritualidad. La espiritualidad no es tan «espiritual»; de alguna manera es
también «material». Hay que recordar que la palabra «espiritualidad» es una
palabra desafortunada. Tenemos que seguir utilizándola por lo muy consagrada
que está, pero necesitamos recordar que no podemos aceptar para su sentido
etimológico. No queremos ser «espirituales» si ello significara quedarnos con
el espíritu y despreciar el cuerpo o la materia.
Pablo está
en esa línea: «ya sea que comáis o que bebáis o que hagáis cualquier otra
cosa...». No sólo las actividades tradicionalmente tenidas como religiosas, o
espirituales, tienen que ver con la espiritualidad, sino también actividades
muy materiales, preocupaciones muy humanas, como el comer y beber, o cualquier
otra actividad de nuestra vida, pueden, deben ser integradas en el campo de
nuestra espiritualidad (que ya no resultará pues «solamente espiritual»).
Nuestra vida de fe puede y debe santificar toda nuestra vida humana, en todas
sus preocupaciones y trabajos, no sólo cuando tenemos la suerte de poder
dedicar nuestro tiempo a actividades «estrictamente religiosas», como podrían
ser la oración o el culto.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS
1,40-45
“La
lepra se le quitó, y quedó limpio”
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso,
suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo
lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda
limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo
despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para
que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que
mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes
ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún
pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas
partes. Palabra del Señor.
En el
evangelio de Marcos que hoy
leemos, Jesús se encuentra con un leproso arriesgado que se atreve a romper una
norma que lo obligaba a permanecer alejado de la ciudad. Esta norma es la que
nos recuerda la primera lectura, del Levítico. Este hombre, seguramente cansado
de su condición, se acerca a Jesús y se arrodilla, poniendo en él toda su
confianza: «si quieres, puedes limpiarme». Jesús, se compadece y le
toca, rompiendo no sólo una costumbre, sino una norma religiosa sumamente
rígida. Jesús se salta la ley que margina y que excluye a la persona. Jesús
pone a la persona por encima de la ley, incluso de la ley religiosa. La
religión de Jesús no está contra la vida, sino, al contrario: pone en el centro
la vida de las personas. La vida y las personas por encima de la ley, no al
revés.
Jesús le
pide silencio (es el conocido tema del «secreto mesiánico», que todavía hoy
resulta un tanto misterioso), y le envía al sacerdote como signo de su
reinclusión en la dinámica social, «para que sirva de testimonio» de que Dios
desea y puede actuar aun por encima de las normas, recuperando la vida y la
dignidad de sus hijos e hijas. Pero este hombre no hace caso de tal secreto,
rompe el silencio, y se pone a pregonar con entusiasmo su experiencia de
liberación. No parece servirse de la mediación del sacerdote o de la
institución del templo, sino que se auto-incluye y toma la decisión autónoma de
divulgar la Buena Noticia. Esto hace que Jesús no pueda ya presentarse en
público en las ciudades sino en los lugares apartados, pues al asumir la causa
de los excluidos, Jesús se convierte en un excluido más. Sin embargo, allí a
las afueras, está brotando la nueva vida y quienes logran descubrirlo van
también allí a buscar a Jesús.
Es una
página recurrente en los evangelios: Jesús cura, sana a los enfermos. No sólo
predica, sino que cura («no es lo mismo predicar que dar trigo», dice el refrán).
Palabra y hechos. Decir y hacer. Anuncio y construcción. Teoría y práctica.
Liberación integral: espiritual y corporal. Y ésa es su religión: el amor, el
amor liberador, por encima de toda ley que aliene. La ley consiste precisamente
en amar y liberar, por encima de todo.
ORACIÓN
Gracias
Señor por tu Palabra que nos transforma y purifica, hoy te pedimos que sigas
sanando nuestra vida personal, familiar, espiritual y comunitaria. Hoy queremos presentarte
nuestras enfermedades, nuestras lepras, nuestras miserias que no nos dejan
realizarnos, sabiendo y creyendo que tú eres la única, mejor y más poderosa
medicina para nuestras vidas. Hoy queremos ser sanos y libres, ayúdanos, te lo
suplicamos, Señor. Amén
“El camino para encontrar
sanación para nuestras dolencias es acercarnos a Cristo, reconocer nuestra
necesidad, proclamar que Él es el Señor y esperar el tiempo de Dios”
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