II Domingo de Cuaresma
“LA FE PASA POR LA
PRUEBA”
El domingo pasado iniciamos un proceso de cinco pasos
para vivir seriamente nuestra Cuaresma. Ahora te invitamos a vivir el segundo
paso para esta semana: “Contemplar y escuchar al Hijo Amado de Dios, que nos da
su palabra”.
En las tres lecturas de hoy podemos decir que el
personaje central es Dios Padre, pero en las tres nos está mostrando al Hijo de
su amor, como para indicarnos su voluntad: miren a mi Hijo, contemplen su vida,
aceptan su entrega, escuchen su Palabra, vivan de Él y para Él.
PRIMERA
LECTURA
GÉNESIS 22,1-2.9-13.15-18
“El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe”
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán,
llamándole: "¡Abrahán!" Él respondió: "Aquí me tienes."
Dios le dijo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al
país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te
indicaré."
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios,
Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo
puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para
degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
"¡Abrahán, Abrahán!" Él contestó: "Aquí me tienes." El
ángel le ordenó: "No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada.
Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo."
Abrahán levanto los ojos y vio un carnero enredado por
los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio
en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el
cielo: "Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por
no haberte reservado a tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus
descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus
descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los
pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has
obedecido." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Las lecturas de hoy nos hacen meditar en la entrañable
relación que une a un hijo con su padre. Era costumbre, ciertamente
salvaje, de los pueblos de la antigua Palestina sacrificar a sus hijos como un
medio de congraciarse con sus dioses. Los métodos de sacrificio eran
horripilantes en grado sumo, e incluían, por ejemplo, quemarlos vivos. El
"escogido" para esta bárbara práctica solía ser el primogénito,
porque en él se reunía no sólo el amor paterno sino la victoria sobre la
esterilidad. Al parecer lo que subyace aquí es que un acto supremo de dolor al
ofrecer algo debía "comprometer" al dios o los dioses para que
también ellos cumplieran "su parte" en proteger o bendecir a los que
hacían tales cosas.
Ello explica por qué en la Biblia aparece tantas veces
la prohibición, para nosotros obvia, de sacrificar a los hijos, (Dt 18,10-11).
En ese contexto y rodeado de ese mundo Abrahán siente una exigencia de
llegar, de una manera brutal, a su propio límite, y siente asimismo que está
dispuesto a obedecer hasta el extremo. En el testimonio de Abraham, el
padre de la fe y el padre del pueblo, encontramos ya la figura de Dios Padre y
su acción por nosotros. Abraham es capaz de llegar, en su fe y en su compromiso
de alianza, hasta la entrega de su propio hijo Isaac, con tal de obedecer a su
Señor. El Padre Dios nos ama tanto que no dudo en entregar hasta la muerte a su
Hijo por nosotros. Abraham amaba mucho a Isaac, pero amaba más a Dios, y
estuvo dispuesto a sacrificar al hijo de su amor con tal de obedecer la voz del
Señor. Por eso, Dios le perdonó la vida de su hijo, porque le bastó el amor
hecho acción.
SALMO
RESPONSORIAL: 115
R./Caminaré
en presencia del Señor en el país de la vida.
Tenía fe, aun cuando dije:
"¡Qué desgraciado soy!"
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor. R.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R.
OREMOS CON EL SALMO
En señal de reconocimiento al Señor, que lo libró de un peligro de muerte, el salmista entona este canto de acción de gracia. El recuerdo de su aflicción acentúa los sentimientos de amor, de esperanza y de gratitud. La oración está acompañada de una serie de reflexiones sapienciales, que subrayan la misericordia del Señor hacia los más débiles y su preocupación por librarlos de la muerte. La parte final del Salmo alude a los sacrificios que constituían una parte esencial en el rito de acción de gracias.
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 8,31B-34
REFLEXIÓN
Pablo compara el caso de Abraham y el de Dios Padre,
con una expresión que puede parecer exagerada, llega a decir que: “Dios no
perdonó ni a su propio Hijo, antes bien, lo entregó por nosotros” para
que tuviéramos vida plena. Estaba pensando en el caso de Abraham y entendió que
el amor de Dios por nosotros era mayor, más fuerte, más pleno. ¿Quién nos podrá
separar de este amor?. Ya antes, en la misma carta a los Romanos, había
contemplado esta muerte de Jesús por nosotros y había dicho: “Apenas habrá
quién muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería alguno a
morir. Pero la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros
todavía pecadores, murió por nosotros” (Rom 5,7-8). Tal es la prueba reina del
amor, y es esa experiencia la que vamos a celebrar en la Pascua que se
avecina.
LECTURA
DEL EVANGELIO
MARCOS 9,2-10
“Éste es mi Hijo amado”
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y
a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de
ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede
dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés,
conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
"Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti,
otra para Moisés y otra para Elías." Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: "Éste es mi
Hijo amado; escuchadlo." De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie
más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
"No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre
resucite de entre los muertos." Esto se les quedó grabado, y discutían qué
querría decir aquello de "resucitar de entre los
muertos". Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
En el evangelio de hoy nos encontramos con una invitación
a los discípulos para subir a la montaña, lugar donde Dios habita, lugar desde
donde se puede observar mejor el horizonte. Allí se vive una experiencia
maravillosa de contemplación: descubrir a Jesús como el centro mismo de la Ley
(Moisés) y los profetas (Elías), como el Hijo Amado del Padre, como Aquel que
nos da la Ley nueva del amor y de la entrega, como Aquel que se sacrifica hasta
la muerte por nosotros, pero resucita y nos da a participar de su propia
victoria. Abraham escuchó el llamado que Dios le hizo y respondió:
“Aquí me tienes, Señor”, Jesús escuchó el deseo de su Padre y ofreció su vida
por nosotros. Los discípulos estamos llamados a escuchar la voz del
Padre, la voz de Jesús que nos enseña y nos conduce de la muerte a la vida, por
la entrega de nuestra existencia en el amor.
Que esta semana sea para nosotros una semana de doble
experiencia, de contemplación y de escucha. Contemplemos a Jesús en su entrega
de amor y démosle gracias. Escuchemos su voz, leyendo de una manera más
intensa su Palabra y dejemos que ella penetre en nuestro corazón y en nuestra
vida, llamándonos al cambio y a la reconciliación. Hagamos nuestra la oración
colecta de hoy: “Señor y Padre, nos has mandado escuchar a tu Amado Hijo;
aliméntanos con el gozo interior de tu Palabra, para que purificados por ella,
podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras.
ORACIÓN
Amado Dios gracias por la bendición y esperanza
que hoy traes a nuestras vidas a través de tu Palabra. Te alabamos, te bendecimos
y te damos gracias por amarnos tanto hasta entregar tu Hijo en la cruz para
salvarnos, gracias porque eres esperanza y resurrección para nuestras vidas; te
pedimos nos ayudes a ser obedientes y dóciles a tu acción y que siempre estemos
dispuestos a darnos y entregar también nuestra vida para construir tu
Reino y tu proyecto de amor. Amén.
“No te inquietes en
tiempo de adversidad, sé firme con dignidad y seguro(a) de Dios y de ti
mismo(a) con vigor”
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