“PRIMERO LA CONVERSIÓN
Y LUEGO LA RECONCILIACIÓN”
PRIMERA
LECTURA
EZEQUIEL
18,21-28
Una de las dimensiones, quizá la más hermosa de la
conversión a la que estamos invitados especialmente en la Cuaresma, es la
reconciliación. Reconciliación con Dios, cuando el pecador recapacita, deja su
mala vida y se acoge a aquella palabra que hemos escuchado hoy por boca de
Ezequiel: "¿Acaso quiero yo la muerte del pecador y no que se convierta y
viva?"
Nuestra conversión entonces no nace de nosotros sino
nace del deseo mismo de Dios. Convertirse no es tanto un esfuerzo nuestro, a
menos que hablemos del esfuerzo por abrir la puerta para que entre la
salvación. Convertirse es darle la razón a Dios, es reconocer que su Palabra es
verdadera, es más fuerte que nosotros, que su modo de vida; que lo que Él
quiere para nosotros es bello y es bueno; es recibir esa Palabra de Dios, es
abrirle espacio entre nosotros y dejar que esa Palabra que estuvo primero,
finalmente venza, finalmente gane en nuestras vidas.
R. / Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién
podrá resistir?
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R.
Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es un humilde reconocimiento del pecado y
acto de confianza en el perdón de Dios para el salmista y para todo el pueblo.
Con la misma convicción de que todos necesitamos el perdón de Dios, podemos
hacer nuestras las palabras del salmista. En Cristo, Dios concede a todos la
reconciliación.
LECTURA
DEL EVANGELIO
MATEO
5,20-26
REFLEXIÓN
La propuesta de Jesús es muy simple, pero a la vez,
demasiado exigente y radical. Los escribas y fariseos eran cumplidores
estrictos de la ley, pero Jesús advierte a sus seguidores que no sean como
ellos. Pero tampoco se puede decir que
Jesús no cumple la ley. Como buen judío asume los preceptos legales de su
tiempo. Pero Jesús supera la ley. A veces la ley es fuente de conflicto y
generadora de una espiral de injusticias y violencias. Jesús rompe dicha
espiral superando lo estrictamente estipulado por el complejo código legal
judío. El perdón, la reconciliación, la interpelación silenciosa y contundente
ante quien agrede y provoca, eran armas eficaces para romper los círculos
viciosos de la violencia y generar un nuevo proceso de reconstrucción y
reparación de los estragos causados por el abuso del poder. Nuestros pueblos viven acorralados por la
violencia, la corrupción y la injusticia, la mayoría de las veces orquestada
por los gobernantes de turno. Esta situación ha generado verdaderas espirales
de violencia de todo género que va ascendiendo progresiva y peligrosamente. Nosotros,
seguidores de Jesús, tenemos la misión de contribuir a romper ese círculo
perverso que destruye y retrasa la paz.
Por otra parte Jesús quiere que sus discípulos y que nosotros también, asumamos la iniciativa para la reconciliación cuando surge un conflicto. Reconciliar es un proceso que rebasa la justicia legal en aras del bien común. Es fruto de la misericordia que se requiere y de la misericordia que se otorga. Reconciliarse es una manera de establecer la justicia y hacer prevalecer el bien. ¿Perdonamos como Dios nos perdona?
ORACIÓN
Señor nos has enseñado a que en medio de
los ultrajes e injusticias que padeciste, no atacar, sino perdonar; Señor necesitamos ese don maravilloso de pedir perdón y dar perdón.
Ayúdanos a buscar diálogos conciliadores y generadores de reconciliación,
siendo conscientes de nuestras ofensas y ayudando a quienes nos ofenden a
descansar liberándoles de sentirse mal por la palabra, obra u omisión que nos
hayan o hayamos propiciado. Oramos, damos gracias y bendecimos la vida de
Enrique Fonseca en su cumpleaños. Amén
“La cuaresma es tiempo de
reconciliación, con Dios y con los hermanos. La reconciliación con Dios implica
conversión, esto es: recapacitar y emprender el camino de regreso a casa del
Padre Dios”
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