domingo, 1 de julio de 2018

JULIO 2018



“LA ENVIDIA DUELE Y HACE DAÑO”

Hace algún tiempo leí en un diario prestigiosos de este país una columna de uno de mis escritores preferidos, el bogotano Mario Mendoza, titulada: “La Envidia”. El autor contaba una historia de un pescador que tenía un balde lleno de langostas vivas en un rincón del puerto. “Un extranjero se acercó y le advirtió que uno de los animales estaba a punto de salirse del balde. El pescador, sin levantar siquiera la mirada y continuando con su labor de doblar las redes, le dijo: “No hay problema amigo, no pasa nada”. “¡Pero se le puede escapar!!”, replico el extranjero, sin entender la situación. Entonces el pescador le sonrió y explico con la sonrisa en los labios: “Míster, son langostas colombianas. Si una de ellas quiere salir del balde y está ya al borde, las otras se encargan de regresarla al fondo”. El artículo terminaba diciendo: “Por eso dicen que un colombiano es más inteligente que un extranjero, pero que dos extranjeros son más inteligentes que dos colombianos. ¿Y por qué?, sencillo, porque dos colombianos juntos, en lugar de hacer equipo, se dedicarán a pelear entre sí y a tratar que el otro no haga nada hasta que ambos terminen enterrados, como langostas en el fondo de un balde”. Este ejemplo, aplicado a los(as) colombianos(as), podría servir también para explicar lo que sucede entre las personas que buscan sobresalir, triunfar hundiendo a los que tienen a su lado. Hace unas dos semanas la liturgia dominical trataba sobre ese tema. La envidia y desconfianza que tenían muchos acerca de Jesús, su misma familia querían llevárselo lejos porque creían que se había vuelto locos. Por otro lado, los maestros de la ley por envidia, decían que estaba poseído por Belzebú, el jefe de los demonios.
La envidia de las personas impide que el que quiere y está trabajando por hacer el bien pueda continuar con su labor a favor de los demás. Es muy frecuente que las personas más cercanas se sientan celosas, envidiosas, desplazadas o relegadas ante el éxito de uno de los miembros de la familia o de la comunidad. No nos gusta muchas veces ver que el otro u otra es feliz. Haremos todo lo que este de nuestra parte para evitar que algún vecino progrese, triunfe o tenga éxito. El Señor Jesús es tan severo en estos casos de envidia, que afirma: “Les aseguro que Dios dará su perdón por todos los pecados, por todo lo malo que hagan y digan; pero al que ofenda con sus palabras al Espíritu Santo, nunca se le perdonará, sino que será culpable para siempre. Esto se refiere a los que sincera y honestamente progresan, mejoran y avanzan y los demás los calumnian y los declaran sospechosos, que sin son felices es porque tienen el espíritu del mal.
Tendríamos que hacernos quizá la pregunta para este mes, si nosotros(as) de alguna manera estamos rechazando y negando la presencia y la acción de Dios en aquellos que a nuestro alrededor están teniendo éxito sanamente en la vida. Tenemos que pensar si nuestra actitud es la de las langostas colombianas que se encargan de regresar al fondo del balde a la que quiera sobresalir y alcanzar la libertad.

Recordemos:
“NO A LA ENVIDIA Y SI ALEGRARSE POR LOS TRIUNFOS DEL PRÓJIMO”.

Dios les Bendiga,

Roberto Zamudio

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