miércoles, 1 de marzo de 2017

Martes 21 de Marzo de 2017


“DISPONIBILIDAD TOTAL PARA PERDONAR”
  
PRIMERA LECTURA
DANIEL 3,25.34-43

“Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde”
En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo: "Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán,  tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.  Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Hay una situación de extrema indigencia: la de aquel que reconoce su propio límite y admite que ha pecado. Y es en esa situación, precisamente cuando ninguna explicación cabe, en donde brilla con mayor intensidad la verdad del corazón del hombre y la verdad del corazón de Dios. Tal es el cuadro que nos ofrece la primera lectura de hoy: una preciosa joya que muestra el genuino arrepentimiento. Verdad del corazón humano, porque la soberbia hizo de este recinto, el corazón, un aula de mentiras que se acostumbró a oírse sólo a sí mismo. Y así enceguecidos, de repente nos estrellamos con la realidad, y entre los añicos de nuestros desastres y catástrofes descubrimos que todo era falso, que nuestra imagen era sólo fachada, que nuestro orgullo tenía bases engañosas, que no éramos tan buenos ni tan justos ni tan agradables como creíamos. Entonces brota  la verdad, de la que se ha dicho que duele. Pero lo que duele no es la verdad sino tener que romper tantas mentiras.
En la auténtica contrición, en el verdadero arrepentimiento, ese dolor de haber pecado, aparece también la verdad del corazón de Dios. El enemigo malo, ha querido desde el principio desfigurar el rostro de Dios. Al hablar con la mujer en el Edén empieza por calumniar al Creador: "¿es verdad que Dios les ha dicho que no coman de NINGÚN árbol...?" (Gén 3,1). Pues bien: las lágrimas de la contrición limpian nuestros ojos para ver el rostro amoroso y perdonador del Dios Eterno.

SALMO RESPONSORIAL 24
R./ Señor, recuerda tu misericordia.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.

OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es un canto a la bondad y al amor de Dios y petición humilde de orientación y enseñanza. El cristiano sabe que el amor de Dios se hizo presente de manera nueva  e insuperable en la persona de Jesús. Él es quien debe guiarlo y  enseñarle la verdad que conduce a la vida.  

LECTURA DEL EVANGELIO
MATEO 18,21-35

“Si cada cual no perdona de corazón a su hermano, tampoco el Padre os perdonará”
En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: "Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?" Jesús le contesta: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN:
Un clamor urgente de nuestra humanidad, principalmente de la oprimida y subyugada en los subcontinentes, es por la justicia. El amor por la justicia obliga a reclamar el cumplimiento cabal de algún derecho vulnerado, incluso a terceros, pues una injusticia nos ofende a todos. Ni la venganza ni cruzarnos de brazos son opciones. El derecho infringido exige restablecer la equidad recurriendo a la justicia. De aquí nacen y se organizan muchos movimientos por la verdad y la justicia, pues la injusticia, muchas veces, anda revestida de mentiras. En la comunidad fraternal del reino, Jesús solicita que la norma para equilibrar la balanza de las deudas, sea la del perdón. Perdonar las deudas es lo que solicitamos cada día en el Padrenuestro, bajo el compromiso de “perdonar a los que nos ofenden”. La actitud fundamental del creyente ante Dios no es la de la igualdad, ni la de la justicia equitativa, sino la del endeudado. Desde esa profunda conciencia podremos ser misericordiosos, de otra manera, perdemos el derecho a rezar la oración de los hijos de Dios. 

ORACIÓN
Señor queremos tener un corazón como el tuyo, de un amor inagotable, lleno de misericordia, capaz de perdonar y donde la justicia y la lucha por los derechos de los más desvalidos y desamparados sea lo que nos mueva en el caminar diario. Amén. 


“Si nos cuesta perdonar es porque no hemos experimentado a plenitud el amor de Dios en Jesús”

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