Transfiguración
del Señor
“ESCUCHAR Y SEGUIR LA
VOZ DEL HIJO PREDILECTO”
PRIMERA
LECTURA
Daniel 7,9-10.13-14
“Su
vestido era blanco como nieve”
Durante
la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era
blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego;
sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles
y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se
abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las
nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó
ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas
lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
La visión apocalíptica tiene sus raíces en la profecía.
El profeta intenta mirar con los ojos de Dios la historia que transcurre.
Intenta con esa ayuda, con esa gracia de Dios, dar el parecer divino sobre el
conjunto de la historia, no sólo sobre el momento presente, sino sobre el
desenlace, podríamos decir, sobre el misterio que se esconde detrás de la
cotidianidad, detrás de las realidades de cada día.
El libro de Daniel, lo mismo que otros textos
apocalípticos, compara a los reinos de la tierra con todo género de fieras,
algunas de ellas verdaderamente monstruosas: leones, leopardos, dragones,
serpientes. Todo género de animales salvajes y crueles aparecen en estos textos
y en estas visiones.
A través de esa comparación,
podemos intuir el juicio de Dios sobre tantos gobiernos que existen en el
mundo. Son feroces y se sostienen, precisamente, por la fuerza, por la
crueldad. En contraste con todos esos poderes, la imagen de la primera lectura
de hoy, es consoladora, es hermosa, es alentadora. Este es un poder con rostro
humano. ¡Jesucristo, el que recibe del Anciano venerable poder sobre toda raza,
lengua, pueblo y nación! Jesucristo es el poder; pero, un poder que tiene
rostro de hombre. Y como el hombre es también imagen de Dios, el poder de Dios
y el poder de Dios realizado en esta tierra, en realidad tienen el rostro de
Jesucristo.
Salmo responsorial: 96
R.
/ El Señor reina, altísimo sobre la tierra
El
Señor reina, la tierra goza,
se
alegran las islas innumerables.
Tiniebla
y nube lo rodean,
justicia
y derecho sostienen su trono. R.
Los
montes se derriten como cera
ante
el dueño de toda la tierra;
los
cielos pregonan su justicia,
y
todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Porque
tú eres, Señor,
Altísimo
sobre toda la tierra,
encumbrado
sobre todos los dioses. R.
OREMOS
CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO.
La frase inicial de este “Himno a la realeza del
Señor” (Sal 47; 93; 96; 98 - 99) es una solemne proclamación, que anuncia el
advenimiento del Reino de Dios, inaugurado por una revelación en la que
participan todos los elementos de la naturaleza. Esta manifestación del Señor
como Rey significa el triunfo definitivo de la justicia y es un motivo de
júbilo para su Pueblo.. La exhortación final parece estar dirigida a la
comunidad congregada en el Templo, que actualizaba culturalmente la
victoria del Señor sobre sus enemigos y el establecimiento de su Reino.
SEGUNDA
LECTURA
2Pedro 1,16-19
“Esta
voz del cielo la oímos nosotros”
Queridos
hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro
Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos
sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria,
cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo amado, mi
predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él
en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis
muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar
oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.
Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
El
texto de San Pedro es la certeza del testimonio de quien se ha hecho testigo y
escuchó la declaración del Padre reconociendo en Jesús, a su Hijo Amado y su
motivo de complacencia. Podemos celebrar esta fiesta de la Transfiguración con
la certeza de este testimonio que nos entregan los discípulos misioneros del
Señor, de aquellos que han contemplado la manifestación gloriosa de Jesús
Salvador antes y después de su pasión.
Somos
la comunidad (Iglesia) fundada sobre la experiencia de vida, amor martirial de
los apóstoles y el testimonio de muchos profetas que estuvieron allí y que
ahora fortalecen nuestra fe. De la misma manera valoramos y agradecemos hoy la
entrega de tantos hombres y mujeres que se hacen los nuevos discípulos y
misioneros, entregando su vida en el servicio a los demás, especialmente como
el gran Maestro optando siempre por los más necesitados y excluidos de nuestra
sociedad.
LECTURA
DEL EVANGELIO
LUCAS 9, 28B-36
“Moisés y Elías hablaban de su muerte”
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a
Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras
oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De
repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo
con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus
compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos
hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
-«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando,
cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una
voz desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»Cuando
sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el
momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto. Palabra del Señor
REFLEXIÓN
Lucas presenta a Jesús, en la misma línea de
los profetas del Antiguo Testamento. No hay contradicción entre esos grandes
enviados de Dios para liberar a su pueblo y Jesús. Al contrario, ellos
conversan con Jesús y nos presentan al Hijo amado, a quien la comunidad tiene
que escuchar, en los momentos de gloria y también en los de agonía. Pedro toma
la palabra y quiere permanecer, pero Jesús lo reta a bajar y seguir el camino
que culminara en otro monte, el Calvario. La persona que sigue a Jesús no puede
quedarse en los momentos de gloria, sino debe abrazar la Cruz. Ambos montes son
parte de la vida de la comunidad, no se puede ser discípulo de Jesús quedándose
solamente en el Tabor, escuchando: “Este es mi hijo muy amado”. Es necesario
subir al Calvario para escuchar también, la voz desgarradora de: “Dios mío, Dios
mío, porque me has abandonado”. ¿Qué voces privilegias en tu encuentro con
Dios? ¿Descubres a Dios en el sufrimiento?
ORACIÓN
Señor
eres para nosotros, la esperanza, la luz
que ilumina nuestro camino. Gracias por la unción de tu Espíritu, que nos fortalece,
nos impulsa a seguir, que nos da una nueva visión, nos hace discernir que la vida sin Ti no tiene sentido y que
aunque hayan valles de oscuridad y muerte, que aunque tengamos que pasar por la
cruz, Tú eres nuestra victoria; gracias por animarnos, porque tenemos la certeza que nuestras vidas
cimentadas en Ti son como casas sobre la piedra. Amén
“Si
cada uno de tus días es una centella de luz, al final de la vida habrás
iluminado una buena parte del mundo”
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