sábado, 1 de septiembre de 2012

Jueves 20 de Septiembre de 2012


“LA PREDICACIÓN PASCUAL ESTA UNIDA A LA PRÁCTICA DE LA MISERICORDIA”

PRIMERA LECTURA
1Corintios 15, 1-11

“Esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído”

Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.

Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.

Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Cuanto más leemos y conocemos de la comunidad de Corinto creo que más admiramos la paciencia y caridad con que Pablo se dedicó a aquellos fieles, que a menudo actuaban como infieles. La primera lectura de hoy, por ejemplo, nos muestra que el apóstol estaba dispuesto prácticamente a volver a iniciar la tarea de fundar esta comunidad, y por ello les recuerda los rudimentos y bases primeras de la fe.

Nosotros, por nuestra parte, salimos ganando con todos esos problemas y deficiencias de los corintios, porque todo eso sirvió para que oyéramos más y más a este gran testigo del Evangelio, con lo cual nuestra fe recibió y recibe gran cantidad de alimento saludable.

Lo que Pablo les recuerda es lo que suele llamarse el "kerigma," por una palabra griega que quiere decir "anuncio." Lo que leímos hoy, pues, es como el "primer anuncio" de la fe, y en él se condensa la buena noticia: que Cristo murió por nuestros pecados y que resucitó para nuestra salvación.

El retorno a lo esencial no es un modo de perder el tiempo. Es recuperar las fuentes profundas de la alegría y también percibir de manera nueva el impacto de ese regalo de amor que es el sacrificio de Jesucristo. Si es bueno subir hasta las hojas y frutos para apreciar la dulzura y bondad del árbol, también es bueno descender a sus raíces y ponderar la profundidad de la que brota toda su savia y toda su fuerza. Tal es el ejercicio de la oración y la meditación: ir de la raíz a las ramas para ver las consecuencias de nuestra fe en todos los ámbitos, pero también saber volver de las ramas a la raíz para percibir la grandeza y hermosura del don recibido, y descansar en él.

Salmo responsorial: 117

R. / Dad gracias al Señor porque es bueno.

Dad gracias al Señor porque es bueno,

porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:

eterna es su misericordia. R.


"La diestra del Señor es poderosa,

la diestra del Señor es excelsa."

No he de morir, viviré

para contar las hazañas del Señor. R.


Tú eres mi Dios, te doy gracias;

Dios mío, yo te ensalzo. R.

LECTURA DEL EVANGELIO

Lucas 7, 36-50

“Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora". Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". El respondió: "Dímelo, maestro". Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente".

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor, pero al que poco se le perdona, poco ama". Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados". Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

En las culturas orientales los deberes de la hospitalidad son sagrados. Si una persona invita a otra a su casa, se obliga a brindarle las mejores atenciones y el mejor trato. Jesús le reprocha a Simón, su anfitrión, el hecho no haber sido muy cortés durante la cena a la que había sido invitado. En cambio, la mujer pecadora, a pesar de su reputación, rinde homenaje a Jesús, digno de su condición de profeta. Las dos actitudes revelan la percepción que Simón y la pecadora tienen de Jesús: Simón lo descalifica con sus pensamientos negativos, mientras la mujer lo glorifica con sus acciones. – A nosotros nos puede pasar algo similar con Jesús. Puede que pensemos que él es importante o, incluso, que consideremos que debería tener más importancia, pero con toda seguridad no observamos los deberes de hospitalidad hacia él. El primero de ellos es escucharlo, en su palabra y en la palabra que otras personas nos comunican sobre él. Si no estamos dispuestos a acoger a Jesús y a configurarnos con él, de nada nos sirve aclamarlo como Mesías. El segundo deber de hospitalidades darle un puesto preferente y central en nuestra casa, de modo que él se sienta acogido y atendido. De lo contrario, ¿qué clase de anfitriones seríamos?

ORACIÓN
Señor tu paso por nuestra vida, aún sin merecerlo, es fruto de tu misericordia, por eso te pedimos perdón con la certeza que conoces nuestro corazón y nos abres tu casa, tu ser para que trabajemos contigo perdonando, amando, sirviendo y acogiendo a quienes lo necesiten. Amén

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