“DIOS NOS HA ACEPTADO COMO SUS HIJOS”
PRIMERA LECTURA
1JUAN 2,29-3,6
“Todo el que permanece en él no peca”
Queridos hermanos: Si sabéis que él es justo, reconoced que todo el que
obra la justicia ha nacido de él. Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le
conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo
que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a
sí mismo, como él es puro.
Todo el que comete pecado quebranta también la ley, pues el pecado es
quebrantamiento de la ley. Y sabéis que él se manifestó para quitar los
pecados, y en él no hay pecado. Todo el que permanece en él no peca. Todo el
que peca no le ha visto ni conocido. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Si hay algo característico de nuestra fe cristiana, ya desde su profunda
raíz en el pueblo de Israel, es esa conciencia del tiempo como una flecha que
apunta a la realización de un designio. Para nosotros el tiempo tiene una
dirección. Nuestra vida no es una brizna en medio de la tormenta. Pasado
significa promesa; presente significa primicia; futuro significa plenitud.
En la primera lectura de hoy es clara esta secuencia. Escribe el
apóstol: "consideren el amor tan grande que nos ha demostrado el
Padre" (1 Jn 3,1); ello corresponde al pasado; luego dice: "ahora
somos ya hijos de Dios" (1 Jn 3,2); eso alude al presente; por último
añade: "seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es" (1 Jn
3,2).
El amor manifiesto se convierte en una promesa. Es un cheque a nuestro
favor; es el anuncio de algo maravilloso que no esperábamos, que no merecíamos,
que no podíamos describir siquiera. Ese amor se traduce en un presente cargado
de noble dignidad: somos hijos de Dios. De allí brotan todos nuestros derechos
y deberes. Pero no es ello todo, sino solo la primicia de algo mayor aún:
seremos semejantes a él. Es la plenitud. El tiempo tiene una dirección y esa
dirección apunta hacia la plenitud.
SALMO RESPONSORIAL:
97
R. / Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro
Dios.
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.
Tañed la citara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 1,29-34
“Éste es el Cordero de Dios”
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
"Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel
de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí,
porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar
con agua, para que sea manifestado a Israel."
Y Juan dio testimonio diciendo: "He contemplado al Espíritu que
bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el
que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el
Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu
Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de
Dios." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Al ver que Jesús se acerca, Juan el Bautista dice: “He aquí el Cordero
de Dios, el que quita el pecado del mundo”. Esta frase abre un mar de
preguntas: ¿Por qué se llama a Cristo el Cordero de Dios? ¿En qué sentido quita
el pecado del mundo; por su inocencia, por su sacrificio? El Bautista se
refiere al cordero pascual como símbolo de liberación del pueblo de Israel. El
cordero era la víctima común en todo sacrificio oficial o particular. De ahí
que Juan considera al cordero como un símbolo de redención y sacrificio por los
pecados. También puede hacer referencia al Siervo de Yahvé de Isaías, que va
como cordero llevado al matadero cargando sobre sí los pecados de la humanidad.
En la celebración eucarística escuchamos: “Éste es el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo”, haciendo memoria perenne de la opción de Jesús de ofrecer
su vida, como Cordero “degollado”, en sacrificio solidario para alcanzar una
vida plena para la humanidad.
Realizar acciones que proporcionen vida a los más necesitados es nuestra
manera de agradecer a Jesús su sacrificio por la humanidad.
ORACIÓN
Jesús, benditos los ojos que te vieron y los oídos que te escucharon.
Benditos los labios que te proclaman y los pies que caminan por tus sendas.
¡Qué privilegio ser parte de los tuyos(as), tus cercanos(as), tus amados(as) y
recibir tu Espíritu Santo que transforma y libera. Aquí estoy yo, como Juan a
ser la voz que proclama tu grandeza. Amén
“La fe cristiana se vive
en saludable tensión entre lo que ya somos y o que estamos llamados a ser”
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