miércoles, 1 de enero de 2025

Sábado 11 de Enero de 2025

 

“EN JESÚS HEMOS CONOCIDO LA VOLUNTAD DE DIOS”

 

PRIMERA LECTURA

PRIMERA DE JUAN 5,14-21

 

“Nos escucha en lo que le pedimos”

 

Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido.

Si alguno ve que su hermano está cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, debe orar, y Dios dará vida al hermano, si se trata de un pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte, y por ese pecado no digo que se deba orar. Toda maldad es pecado; pero hay pecado que no lleva a la muerte.

 

Sabemos que el que tiene a Dios como Padre, no sigue pecando, porque el Hijo de Dios lo cuida, y el maligno no lo toca. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al Dios verdadero. Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su Hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna. Hijitos, cuídense de los dioses falsos. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Una de las diferencias entre la fe y la magia es que la magia se presenta con una promesa de omnipotencia. Brujos y hechiceros creen que todo finalmente se puede conseguir a fuerza de mayor concentración mental, mejores recetas o conocimientos más recónditos. La fe no es así. Nuestra fe no nos vuelve omnipotentes; nuestra oración no es una varita mágica; no es tampoco una amplificación de nuestra voluntad. Y ahí está el apóstol Juan para recordárnoslo.

El texto de hoy, en efecto, nos enseña dos límites de la oración cristiana. El primero es que lo que pedimos concuerde con la voluntad divina. Orar no es hacerle presión a Dios, sino dejarnos guiar, y además ayudar a guiar al mundo, por los senderos del amor y la sabiduría de Aquel que mejor nos conoce y ama.

El segundo límite es más difícil de entender. Tiene que ver con aquello de no orar por los pecados que llevan a la muerte (1 Jn 5,16). Es extremadamente arduo determinar la naturaleza exacta de este pecado y si Juan cree que uno puede estar seguro de que alguien lo ha cometido. En cualquier caso parece imposible que un cristiano vea que un pecado gravísimo se comete y decide no orar por el que cometió ese pecado, sólo porque está convencido de que ya ese es un pecado "que lleva a la muerte".

Lo que sí parece cierto es que hay un límite a nuestra oración. No podemos lograrlo todo con nuestra oración, al punto de pensar que podremos convertir a cualquier persona, incluso si ella se obstina en no quererlo. Tal vez ese pecado que lleva a la muerte alude precisamente a la condición del que se obstina en su maldad rechazando toda posibilidad de gracia, de conversión o de misericordia hacia sí mismo.

Lo cierto, insisto, es que hemos de entender que nuestra oración no usurpa soberanía a Dios; no es una fuerza sobre Él, sino de Él.

 

SALMO RESPONSORIAL: 149

R. / El Señor ama a su pueblo.

 

El Señor ama a su pueblo.

Cantad al Señor un cántico nuevo,

resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;

que se alegre Israel por su Creador,

los hijos de Sión por su Rey. R.

 

Alabad su nombre con danzas,

cantadle con tambores y cítaras;

porque el Señor ama a su pueblo

y adorna con la victoria a los humildes. R.

 

Que los fieles festejen su gloria

y canten jubilosos en filas,

 con vítores a Dios en la boca;

es un honor para todos sus fieles. R.

 

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 3,22-30

 

“Nadie puede tomarse algo para sí mismo”

 

Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea, donde pasó algún tiempo con ellos bautizando. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salim, porque allí había mucha agua; y la gente iba y era bautizada. Esto sucedió antes que metieran a Juan a la cárcel.

Pero algunos de los seguidores de Juan comenzaron a discutir con un judío sobre el asunto de la purificación, y fueron a decirle a Juan:

--Maestro, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien diste testimonio, ahora está bautizando y todos lo siguen.

 

Juan les dijo:

--Nadie puede tener nada, si Dios no se lo da. Ustedes mismos me oyeron decir claramente que yo no soy el Mesías, sino uno que ha sido enviado delante de él. En una boda, el que tiene a la novia es el novio; y el amigo del novio, que está allí y lo escucha, se llena de alegría al oírlo hablar. Así también mi alegría es ahora completa. Él ha de ir aumentando en importancia, y yo disminuyendo. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

El evangelio de hoy nos trae un tema distinto. Juan, el Bautista, se despide. Su misión ha concluido. Su dedo ya señala al Esperado, el bendito Mesías, y sus palabras ya anuncian al Cordero que quita el pecado. Ha preparado la Boda de su Amigo; ha vivido para ver el gran momento; toda su energía y su tiempo han sido también su ofrenda, y la hora de la ofrenda es llegada.

Lo que permanece en el fondo de esta sección del evangelio de Juan es la pregunta por la superioridad del ministerio de Jesús, representado concretamente en su actividad bautismal. Los discípulos de Juan se sienten confrontados al ver el éxito de la acción liberadora de Jesús y su acogida por muchos miembros del pueblo. La respuesta de Juan a la queja de sus discípulos muestra la nobleza que le caracteriza, pues es consciente de que su misión es diferente a la de Jesús; su misión consistió en preparar el camino, en ser el precursor del Mesías, y no en suplantar o sustituir al Novio, él es el amigo del Novio, el encargado de los preparativos de la boda. La importancia del testimonio del Bautista se encuentra en su capacidad para rechazar cualquier tipo de envidia y en expresar su alegría por la presencia de Jesús en medio del pueblo. Jesús es el Novio, es el mediador entre Dios y la Humanidad, es quien, junto con la novia (la comunidad de creyentes), verdaderamente llenan de gozo y vida la fiesta. El verdadero protagonista de nuestra acción evangelizadora es Jesús de Nazaret y no nosotros mismos; es Jesús quien debe crecer en el corazón del mundo.

La actitud del Bautista es modelo para nosotros, como él, debemos hacer que Jesús sea recibido por todos, que crezca en el amor y en la fe que le deben los suyos, que ocupe el primer lugar en las vidas de todos aquellos a quienes se proclame el evangelio.

 

ORACIÓN

Señor, ¡qué difícil es abandonar nuestros caprichos para que Tu reines! Nuestra condición humana y nuestras propias seguridades, en ocasiones, nos limitan y no nos permiten ver cuánto nos amas. Hoy tu Palabra nos dice que “nadie puede tomar algo para sí, si no se lo dan desde el cielo”. Hoy reconocemos que todo lo que tenemos nos ha sido entregado con un propósito, y debemos anunciarte con  la alegría que da la fuerza de tu Espíritu. Amén  

 

“Los cristianos debemos ser agradecidos porque el amor de Dios es un regalo, humildes porque no es mérito nuestro y generosos porque hay mucha más gente que necesita la Buena Noticia”

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