“QUIEN
SE ACERCA A LA VOLUNTAD DE DIOS VIVIRÁ”
PRIMERA LECTURA
1JUAN 2,12-17
“El que hace la voluntad de Dios
permanece para siempre”
Os escribo, hijos míos, que se os
han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya
conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis
vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito,
padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes,
que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis
vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.
Si alguno ama al mundo, no está en él el
amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne, y la
codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre,
sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace
la voluntad de Dios permanece para siempre. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Hoy el apóstol escribe
pero no lanzando al vacío sus palabras. Tiene en mente a sus destinatarios;
probablemente desfilan rostros concretos ante sus ojos mientras se esfuerza en
dar el sentido propio a su mensaje. La redacción de cada
"dedicatoria" es semejante: "Les escribo a ustedes... porque...
" Y la razón es siempre una obra que Dios ha hecho. Algo interesante es
que, aunque el apóstol mencione con nombres y características más o menos
propias a estos destinatarios, en realidad no tiene palabras distintas para
unos u otros. Los destinatarios son distintos pero el mensaje es el mismo.
Quizá sea esta la clave: aunque cada uno necesita una razón particular para
escuchar, no necesita escuchar un mensaje distinto, sino aquel que hace bien a
todos, pues así es el Evangelio: único y sin embargo distinto en cada oído y
cada corazón. O como la lluvia, que siendo única produce tan distintos frutos.
Y el apóstol Juan nos
invita hoy también a hacer una elección: pasar o
permanecer. Lo propio del mundo es la volatilidad. El mundo no es
firme. Sus motores son, según san Juan, los apetitos desordenados, la codicia y
el afán de riquezas; semejantes motores nunca descansan ni conceden verdadera
saciedad, y por eso todo lo que aman lo desechan. Embarcarse en ese amor es
someterse a no permanecer. En Cristo, Dios nos ha mostrado un amor
que permanece. Es este otro un amor que tiene puerto, porque tiene fuente y
término. A medida que el cristiano bebe de esa fuente y a la vez alcanza el fin
propio de su existencia experimenta descanso, acogida, firmeza. La
elección entonces es: ¿quieres ser juguete de los vientos o quieres encontrar
ya tu lugar? El infierno es como divagar de forma circular en un mareo que no conduce a nada; el Cielo es
llegar a tu lugar.
SALMO RESPONSORIAL: 95
R./ Alégrese el cielo, goce la tierra
Familias de los pueblos, aclamad al
Señor
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor.
R.
Entrad en sus atrios trayéndole
ofrendas,
postraos ante el Señor en el atrio
sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
R.
Decid a los pueblos: "El Señor es
rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos
rectamente." R.
OREMOS CON EL SALMO
Este salmo es un canto de los desterrados que, desde Babilonia,
retornan a Israel, para gozar en ella de la libertad. También habla del triunfo
final de Dios en el último día; y también de la vocación sacerdotal de todos
los hijos e hijas de Dios, que consiste en invitar a los seres humanos a
celebrar a Dios. Nuestro día no sólo debe cantar al Señor, sino ser también una
invitación a las familias de los pueblos a que aclamen la gloria y el poder del
Señor.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 2,36-40
“Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación”
En aquel tiempo, había una profetisa,
Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de
jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y
cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y
oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño
a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo
lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de
Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y
la gracia de Dios lo acompañaba. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Ayer contemplamos al anciano Simeón. Hoy
le corresponde el turno a una anciana, Ana, que tiene el carácter de profetiza.
Ella anuncia la liberación para el pueblo personificada en la persona de Jesús.
El evangelio de Lucas incorpora en los llamados relatos de infancia a varios
ancianos con características proféticas o sacerdotales: Zacarías, Isabel,
Simeón y Ana. ¿Cuál es la intención catequética del evangelista? Es afirmar la
esperanza del pequeño resto de Israel, de aquel pequeño grupo que seguía fiel a
las promesas de Dios y esperaba el tiempo de la liberación del pueblo que
debería inaugurar y realizar el Mesías prometido y esperado. A veces perdemos
la esperanza fácilmente ante tantas dificultades que nos presenta la vida. Dios
se nos oscurece en el horizonte de nuestra existencia. No vemos claro el camino
a seguir y todo se nos presenta sospechosamente confuso. Se necesita tener un
corazón como el de Zacarías, Isabel, Simeón y Ana para no perder la confianza y
la esperanza en Dios. A veces la pérdida de valores éticos, morales,
espirituales, sociales nos hunden en el profundo sin sentido. Entonces
necesitamos una palabra como la de Simeón para recuperar las ganas de seguir
soñando y diseñando otro mundo distinto.
ORACIÓN
Ayúdanos, Buen Señor, finalizando este
año a llenarnos de fortaleza y sabiduría para interpretar los signos de los
tiempos y servirte desde nuestra realidad con un corazón amoroso y
misericordioso hacia los demás, entregando todas nuestras facultades y talentos
al servicio de evangelio. Amén .
“La vida de los que deciden, con su gracia, servir a Dios
con toda su existencia, está cargada de sentido y significado”
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