“¡YA VIENE NUESTRO LIBERADOR!”
PRIMERA LECTURA
MIQUEAS 5, 1-4ª
“De ti saldrá el jefe de Israel”
Así dice el Señor: "Pero tú, Belén de Efrata, pequeña entre las
aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Su origen es desde lo antiguo,
de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y
el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel. En pie, pastoreará con
la fuerza del Señor, por el nombre glorioso del Señor, su Dios. Habitarán
tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste
será nuestra paz." Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Miqueas, de quien está tomada
la primera lectura, vivió en el reinado de Ezequías. Cuando el modesto
profeta llegó a la corte, se encontró con Isaías, de quien al parecer recibió
influjo literario, aunque siempre conservó su estilo personal. Miqueas atacó
sobre todo a los poderosos que abusan del pobre para robar y oprimir, a los
jueces corrompidos, pero compuso también magníficos poemas de salvación, entre
los que sobresale la profecía sobre Belén. El Mesías esperado nacerá en Belén,
pequeña población de Judá y hará que los seres humanos puedan vivir tranquilos
y Él será nuestra paz.
SALMO RESPONSORIAL: 79
R./Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
Pastor de Israel, escucha,
tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. R.
Dios de los ejércitos,
vuélvete: mira desde el cielo,
fíjate, ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa. R.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti: danos vida,
para que invoquemos tu nombre. R. }
OREMOS CON EL SALMO
Este Salmo es una súplica que toda la nación dirige
al “Pastor de Israel, en un momento de grave calamidad. Aparece con particular
relieve Israel presentada como una “vid” que el Señor sacó de Egipto y plantó
cuidadosamente en la Tierra prometida. Este recuerdo
propicia con mayor intensidad la súplica de toda la comunidad. La imagen de la
vid es utilizada en el Nuevo Testamento para referirse al pueblo de Dios.
También nosotros debemos repetir: “La luz de tu mirada nos dará la
salvación”
SEGUNDA LECTURA
HEBREOS 10, 5-10
“Aquí estoy para hacer tu voluntad”
Hermanos: Cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres
sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas
holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el
libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad." Primero dice:
"No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas
expiatorias", que se ofrecen según la Ley. Después añade: "Aquí estoy
yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y
conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo
de Jesucristo, hecha una vez para siempre. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La segunda lectura está
tomada de la carta a los Hebreos. Supuestamente Pablo compara la obra de Cristo
con la del Antiguo Testamento, y el sacrificio de Cristo con los antiguos
“sacrificios” religiosos. A través de esta comparación se nos muestra con
profundidad la naturaleza y finalidad de la encarnación. El sacrificio de
Cristo tiene lugar de una vez para siempre y no consiste tanto en la inmolación
de una víctima, cuanto en la comunión con el Padre, a la que todos somos
invitados. En lo sucesivo no habrá una religión de ceremonias y de ritos, sino
una religión “en Espíritu y en Verdad”. La voluntad de Dios no ha sido la
muerte del Hijo, sino el hacer partícipe a su Hijo de la condición humana con
el suficiente amor para que todo lo humano quedara transformado. La sangre del
Hijo, más que ofrenda para aplacar a un Dios justiciero, es don a los seres
humanos de un Dios lleno de amor. Nuestra santificación consiste en vivir “en
Espíritu y en Verdad” esa amistad con Dios. Aquí radica la esencia del Espíritu
religioso.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 1, 39-45
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a
un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto
Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel
del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: "¡Bendita tú entre las mujeres,
y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de
mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría
en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor
se cumplirá." Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Acercarse a celebrar el nacimiento de
Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio
llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos
mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el
hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39).
Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta
de gozo”. La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de
la alegría del niño –el futuro Juan Bautista- alrededor de quien habían girado
hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas.
Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida
del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es
prepararnos para la Navidad.
Isabel pronuncia entonces una doble
bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya
que lo hace “llena del Espíritu Santo”. María es declarada “Bendita entre las
mujeres”, su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada
amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del
elogio: “Bendito el fruto de tu vientre”. Este fruto es Jesús, pero el texto
subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer está en sus
entrañas. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor”, aquella que
dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta
Miqueas.
Bendecir significa hablar bien,
ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los
evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos
bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los
niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a
Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De
este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a
todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son
bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de
Jesús. El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita
eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde
entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave
María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que
practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica
Jesús.
María creyó. Ésta fue su grandeza y el
fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe,
aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios aunque ella no se pudiera
explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se
fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a
la revelación que llegó hasta ella.
ORACIÓN
Cuando, como Isabel, nos llenamos del Espíritu Santo, podemos reconocer
en María, a la hermosa portadora del Mesías, la llena de amor, que se dispone y
se entrega, como El, para cumplir la voluntad del Padre: generar vida. Por eso
exclamamos hoy, a una sola voz, junto con la madre de Juan: ¡Bendita entre
todas las mujeres y Bendito el Fruto de tu Vientre: JESÚS!. Amén
“Que la
llegada del Mesías, encarnado en el seno de María de Nazaret, disponga nuestro
corazón para acoger con fe el misterio de la verdadera liberación”
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Mensaje o Intercesión por: