miércoles, 1 de junio de 2022

Domingo 05 de Junio de 2022

 

PENTECOSTÉS

 

PENTECOSTÉS: UN DILUVIO DE AMOR PARA NOSOTROS DE PARTE DE DIOS

 

PRIMERA LECTURA

HECHOS 2,1-11

 

“Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar”

 

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua."  Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

El Espíritu Santo  es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de vitalidad, de dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión de Jesús y se encuentra también a la raíz de la misión de la Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo de la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida nueva con dimensiones universales

 

La primera lectura es el relato del evento de Pentecostés. En ella se narra el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús al final del evangelio de Lucas y al inicio del libro de los Hechos (Lc 24,49: “Por mi parte, les voy a enviar el don prometido por mi Padre... quédense en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de lo alto”; Hch 1,5.8: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días... ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo”)

 

Con esta narración Lucas profundiza un aspecto fundamental del misterio pascual: Jesús resucitado ha enviado el Espíritu Santo a la naciente comunidad, capacitándola para una misión con horizonte universal. El relato inicia dando algunas indicaciones relativas al tiempo, al lugar y a las personas implicadas en el evento. Todo ocurre “al llegar el día de Pentecostés” (Hch 2,1). Pentecostés es una fiesta judía conocida como “fiesta de las semanas”. o “fiesta de la cosecha” (Ex 23,16), que se celebraba siete semanas después de la pascua. Parece ser que en algunos ambientes judíos, en esta fiesta se celebraban las grandes alianzas de Dios con su pueblo, particularmente la del Sinaí que estaba directamente relacionada con el don de la Ley. Aunque Lucas no desarrolla esta temática en el relato de Pentecostés, seguramente conocía esta tradición y es probable que haya querido asociar el don del Espíritu, enviado por Cristo resucitado, al don de la Ley recibido en el Sinaí. En la comunidad  contemporánea a Jesús, Pentecostés había llegado a ser la fiesta de la Nueva Alianza que aseguraba la efusión del Espíritu de Dios al nuevo pueblo purificado ( Jer 31,31-34)

 

El texto de los Hechos da otra indicación: “estaban todos juntos en un mismo lugar” (Hch 2,1). Con estas palabras se quiere sugerir que los presentes estaban unidos, no sólo en un mismo sitio, sino con el corazón. Lucas imaginara a los creyentes en oración, esperando la venida del Espíritu, de la misma forma que Jesús estaba orando cuando el Espíritu bajó sobre él en el bautismo (Lc 3,21).

 

Y la venida del Espíritu significó para aquel puñado de discípulos el fin del miedo y del temor. Las puertas de la comunidad se abrieron. Nació una comunidad humana, libre como viento, como fuego ardiente. No sin razón dice Pablo: "Donde hay Espíritu de Dios hay libertad", y donde hay libertad, autonomía (el ser humano -y su bien- se hacen ley), y donde hay autonomía, se fomenta la pluralidad y la individualidad, como camino de unidad, y resplandece la verdad, porque el Espíritu es veraz y nos guiará por el camino de la verdad, de la autenticidad, de la vida, como dice Juan en su evangelio. Que venga un nuevo Pentecostés sobre nuestras vidas, familias, comunidades, sobre nuestro mundo –es nuestra oración- para acabar con esta ola de intolerancia e intransigencia que nos invade por doquier.

 

SALMO RESPONSORIAL: 103

R. / Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

 

Bendice, alma mía, al Señor:

¡Dios mío, qué grande eres!

Cuántas son tus obras, Señor;

la tierra está llena de tus criaturas. R.

 

Les retiras el aliento, y expiran

y vuelven a ser polvo;

envías tu aliento, y los creas,

y repueblas la faz de la tierra. R.

 

Gloria a Dios para siempre,

goce el Señor con sus obras.

Que le sea agradable mi poema,

y yo me alegraré con el Señor. R.

 

SEGUNDA LECTURA

1 CORINTIOS 12,3b-7.12-13

 

“Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo”

 

Hermanos: Nadie puede decir "Jesús es Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

En esta segunda lectura Pablo enseña que el Espíritu se manifiesta en dones y carismas, que reparte soberanamente en cada creyente para el bien común. Los carismas son múltiples y variados, responden a necesidades concretas de la iglesia en cada época, y a cada quien este Espíritu regala su manifestación. El mismo Pablo, en el capítulo 14 de la primera Carta a los Corintios, insiste por siete veces, que el objetivo de los carismas es “la edificación de la  comunidad”. Por lo mismo el Espíritu de Jesús es el gran constructor de la comunión en la Iglesia; con sus carismas él edifica la unidad y la solidaridad entre los hermanos. Necesitamos también de este Espíritu porque somos débiles, sembramos con frecuencia la discordia y la división, nos dejamos llevar de intereses personales y dejamos que el orgullo dirija con frecuencia nuestras acciones. El Señor resucitado nos quiere fuertes, valientes, generosos, dedicados a construir la comunión y la paz entre los hermanos.; por eso nos ofrece el don del Espíritu y con él somos capaces de edificar la iglesia y realizar la misión que el mismo Señor nos dio de ser testigos suyos por donde vayamos.

 

LECTURA DEL EVANGELIO

JUAN 20,19-23

 

“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo”

 

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros." Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo." Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."   Palabra del Señor.

 

REFLEXIÓN

Lucas ha utilizado en la primera lectura  el símbolo del viento para hablar del don del Espíritu como nos lo describe Hechos: “De repente vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento impetuoso y llenó la casa donde se encontraban” (Hch 2,2). Aunque los discípulos estaban a la espera del cumplimiento de la promesa del Señor resucitado, el evento ocurre “de repente” y, por tanto, en forma imprevisible.  El evangelista quería describir el descenso del Espíritu Santo como poder, como potencia y dinamismo. No es extraño, por tanto, que el viento sea uno de los símbolos bíblicos del Espíritu. Miremos el gesto de Jesús en el evangelio, cuando “sopla” sobre los discípulos y les dice: “Reciban el Espíritu Santo” (Jn 20,22).

Y veamos el otro elemento  descrito el fuego, “Aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos” (Hch 2,3). El fuego, que es símbolo de Dios como fuerza irresistible y trascendente. Todo lo que entra en contacto con el Señor, como sucede con el fuego, queda transformado. El fuego es también expresión del misterio de la trascendencia divina. En efecto, el ser humano no puede retener el fuego entre sus manos, siempre se le escapa; y, sin embargo, el fuego lo envuelve con su luz y lo conforta con su calor. Así es el Espíritu: poderoso, irresistible, trascendente.

 

La fuerza interior y transformadora del Espíritu, descrita  con los símbolos del viento y del fuego, se vuelve ahora capacidad de comunicación que inaugura la eliminación de la antigua división entre los seres humanos a causa de la confusión de lenguas en Babel (Gen 11).  “Y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según el Espíritu Santo les concedía expresarse” (v. 4). En Jerusalén, en el espacio abierto donde hay gente de todas las naciones (v. 5), en la plaza y en la calle, el Espíritu reconstruye la unidad de la humanidad entera e inaugura la misión universal de la Iglesia. El Espíritu de Pentecostés inaugura una nueva experiencia religiosa en la historia de la humanidad: la misión universal de la Iglesia. La palabra de Dios, gracias a la fuerza del Espíritu, será pronunciada una y otra vez a lo largo de la historia en diversas lenguas y será encarnada en todas las culturas.

 

Y Juan nos dice como los discípulos tenían las puertas cerradas queriendo recordarnos  el miedo de los discípulos que todavía no creen, y al mismo tiempo quiere ser un testimonio de la nueva condición corporal de Jesús que se hará presente en el lugar. Jesús atravesará ambas barreras: las puertas exteriores cerradas y el miedo interior de los discípulos. A pesar de todo, están juntos, reunidos, lo que parece ser en la narración una condición necesaria para el encuentro con el Resucitado. Jesús “se presentó en medio de ellos” nos dice el evangelio. El texto habla de “resurrección” como venida del Señor. Cristo Resucitado no se va, sino que viene de forma nueva y plena a los suyos, y les comunica cuatro dones fundamentales: la paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo.

Los dones pascuales por excelencia son la paz (el shalom bíblico) y el gozo (la járis bíblica), que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. La  misión que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve misión de la Iglesia: el perdón de los pecados y la destrucción de las fuerzas del mal que oprimen al ser humano. Para esto Jesús dona el Espíritu a los discípulos.  El don del Espíritu el Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos se inaugura un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. Como “seres humanos nuevos”, llenos del aliento del Espíritu en virtud de la resurrección de Jesús, deberán continuar la misión del “Cordero que quita el pecado del mundo”: la misión de la Iglesia que continúa la obra de Cristo realiza la renovación de la humanidad como en una nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del Resucitado, una misión a la cual estamos enviados también nosotros hoy.

 

ORACIÓN

Gracias Señor porque nos enviaste el regalo de tu Espíritu Santo, que nos revela el verdadero sentido de la comunidad discipular, la que en torno a ti esta llamada a compartir la vida, la Palabra y a actuar según tu modelo de vida, siempre pensando en el servicio misericordioso entre si y hacia quienes más lo necesiten. Por favor Señor que esa fuerza irrumpa constantemente en nuestro ser,  y en nuestras experiencias comunitarias para poder transmitir verdaderamente tu   Reino. Señor que podamos vivir un nuevo y verdadero Pentecostés. Oramos y recordamos a Rosa Martínez que está en la presencia del Señor. Amén.

 

“El Espíritu Santo limpia, transforma, da fecundidad, nos envía como testigos para que otros se contagien de esta gracia y alegría, para que también vivan como nosotros Pentecostés”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Mensaje o Intercesión por: