“ORAR
SIEMPRE SIN DESFALLECER”
PRIMERA
LECTURA
ÉXODO 17,8-13
“Mientras Moisés tenía en alto la mano,
vencía Israel”
En aquellos
días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué:
"Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo
estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la
mano." Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras
Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto
la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le
pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo,
para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada
lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a
Amalec y a su tropa, a filo de espada. Palabra de Dios
REFLEXIÓN
Como la oración es tan poderosa para transformar
y santificar nuestras vidas, no es extraño en absoluto que tenga tantos
enemigos. Bien saben esos enemigos que si nos sacan de la oración nos habrán
desconectado de la fuente de la gracia. En cierto sentido, todo el ataque del enemigo
se reduce a que dejemos de orar. Orar puede
ser para nosotros difícil y en algunos
casos heroico. Aparte de las dificultades esperables como sacar el tiempo,
formar una disciplina, recoger nuestros pensamientos, hay circunstancias en que
sentimos que no tiene caso orar. Es duro orar cuando hay poca fe, pero resulta
casi imposible cuando huye la esperanza. Y de eso tratan las lecturas de hoy:
historias de gente que perseveran orando, aún cuando las cosas eran adversas y
parecía inútil cualquier esfuerzo.
Se puede decir que perseverar en la oración es el
arte de no desesperarse. Saber que muchas cosas fallan, que los enemigos son
fuertes, que las circunstancias son contrarias y sin embargo, seguir orando.
Así obró Moisés, ayudado por sus colaboradores, que le sostenían las manos. Y
así también la viuda del texto evangélico que leeremos hoy. Cualquiera diría
que estaban desperdiciando su tiempo.
Así mismo en ocasiones nos sentimos nosotros al orar por causas que ya vemos
perdidas.
Pero
recordemos, que no andamos dejados de la mano de Dios. Por la
oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir
insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba,
con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando
las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios,
vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le
ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los brazos para que no dejase de orar.
Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta
que Josué venció a los amalecitas. Nuestros personajes de hoy por medio
de la oración persistente a Dios, a pesar de los brazos cansados, de las
negativas, de las pocas esperanzas, lograron lo que parecía imposible.
SALMO RESPONSORIAL: 120
R./ El auxilio me viene del Señor, que hizo
el cielo y la tierra.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
R.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa el guardián de Israel. R.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche. R.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre. R.
OREMOS CON
EL SALMO
Un tono de serena confianza atraviesa todo este
Salmo. En él se describe al Señor como un centinela, que está alerta en su
puesto de guardia para proteger a sus fieles. El bellísimo verso inicial se
inspira probablemente en la actitud de los peregrinos, que avanzaban con la
mirada fija en las montañas, esperando divisar la altura donde se elevaba el
Templo de Sión.
SEGUNDA LECTURA
2TIMOTEO 3, 14-4, 2
“El hombre de Dios estará perfectamente
equipado para toda obra buena”
Querido
hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de
quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede
darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda
Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para
corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado
para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y
muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a
tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo
de instruir. Palabra
del Señor
REFLEXIÓN
En la
segunda lectura Pablo también recomienda a Timoteo ser constante, permaneciendo
en lo aprendido en las Sagradas Escrituras, de donde se obtiene la verdadera
sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. El encuentro
del cristiano con Dios debe realizarse a través de la Escritura, útil para
enseñar, reprender, corregir y educar en la virtud. De este modo estaremos
equipados para realizar toda obra buena. El cristiano debe proclamar esta
palabra, insistiendo a tiempo y a destiempo, reprendiendo y reprochando a quien
no la tenga en cuenta, exhortando a todos, con paciencia y con la finalidad de
instruir en el verdadero camino que se nos muestra en ella.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 18, 1-8
“Dios hará justicia a sus elegidos que le gritan”
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus
discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta
parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le
importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a
decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se
negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los
hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a
acabar pegándome en la cara."
Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el
juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y
noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero,
cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
No
hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena
semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la
tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, jalándola con el
riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece
rápido…necesito que des fruto!
Hay
algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo convierte no apto
para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla
constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En
realidad, no pasa nada con la semilla durante los primero siete años, a tal
punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas
infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis
semanas, la planta de bambú crece ¡Más de 30 metros! ¿Tarda sólo seis semanas
de crecer? No, la verdad es que se toma siete años y seis semanas en
desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, el
bambú está generando un complejo sistema de raíces que le permitirán sostener
el crecimiento que va a tener después.
En
la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y
triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del
crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia,
muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan
súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea
difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y
coherente y saben esperar el momento adecuado.
De
igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a
situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser
extremadamente frustrante. En estos momentos, que todos tenemos, recordar el
ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los
brazos ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está
sucediendo algo dentro de nosotros: estamos creciendo, madurando. Quienes no se
dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el
temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.
El
triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que
exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que
exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia. Tiempo….Cómo nos
cuestan las esperas. Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en
el que vivimos….Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al
conductor del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien
por qué… Perderemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que
esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que
provienen de la ansiedad, del stress.. ¿Para qué?
La
parábola de la viuda y el juez que leímos
hoy, es un bello ejemplo de esto, aplicado a nuestra vida de oración, Nos habla del juez que ni temía a Dios ni respetaba a los
hombres, y la viuda que tenía un pleito pendiente, y fue al juez a pedirle justicia, y lo hacía insistentemente. Durante mucho
tiempo el juez no quiso atenderla pero al
final pensó: “Como esta viuda no deja de molestarme, la voy a defender
para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia” Y en la parábola el Señor
añade: “Esto dijo el juez malo. Pues ¿Acaso Dios no defenderá a sus escogidos
que claman el día y noche? ¿Los hará esperar?. Les digo que los defenderá sin
demora” La propuesta del Señor es que
tratemos de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Estamos
llamados a gobernar aquella toxina llamada impaciencia; la misma que nos
envenena el alma con sus prisas y afanes de cada día. Si no conseguimos lo que
anhelamos, no debemos desesperarnos, debemos seguir insistiendo, perseverando,
orándole constantemente al Señor sin desfallecer….. quizás no sea el tiempo y
hasta ahora como el bambú solo estemos echando raíces.
.
ORACIÓN
Padre
de Bondad, es bueno saber que somos tus elegidos y que tú estás siempre atento
a nuestras oraciones. Tú a través de tu Hijo Jesús, nos has enseñado a dialogar
contigo como Padre, afirmando que todo lo que pidamos en tu nombre, Él nos
concederá. Con esta certeza queremos orar siempre en ti, confiamos y en ti hoy
nos apoyamos. Amén.
“Dios nos invita a perseverar en el diálogo con Él”
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