viernes, 1 de enero de 2016

Domingo 31 de Enero de 2016


“JESÚS Y EL AMOR”

PRIMERA LECTURA
JEREMÍAS 1, 4-5. 17-19

“Te nombré profeta de los gentiles”

En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: "Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: Te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: Frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte." Oráculo del Señor. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
El texto de Jeremías tiene dos partes, la primera (vv. 4-5) se refiere a su vocación, y la segunda (vv. 17-19) a su envío profético. El llamado de Jeremías está marcado desde el inicio por la palabra: “me llegó una palabra de Yahvé”. El profeta es llamado por la palabra para ser palabra de Dios en medio de su pueblo. La palabra lo conoce desde antes de su nacimiento, lo que significa una intimidad profunda de Dios con el profeta. La palabra lo consagra, es decir, Dios se lo reserva para sí, desde antes de nacer. Conocer y consagrar son el marco para la misión de Jeremías: ser profeta de las naciones.
A partir del v. 17 Jeremías se convierte en palabra de Dios ambulante. Debe decir en público lo que Dios le mande. Pero decir la verdad siempre ha sido problemático y peligroso porque se tocan los intereses de muchas personas y de las estructuras sociales. Por esto Dios se anticipa a decirle que no tenga miedo de afrontar su misión. El temor no es ajeno a la vocación profética; lo importante es no abandonar la vocación porque entonces sería Dios el que podría asustarnos, es decir, dejar de llamarnos, de elegirnos y de consagrarnos, dejar de confiar en nosotros, y ¿qué susto peor puede recibir un profeta? . La promesa de Dios no plantea su intervención para salvar al profeta en tiempos difíciles, sino que a él, personalmente, lo fortalecerá internamente como un “pilar de hierro”, y externamente lo consolidará como una “muralla de bronce”. La palabra será su fuerza en su lucha contra las autoridades (reyes, ministros, sacerdotes y propietarios), que han olvidado la alianza de Yahvé, oprimiendo y marginando a su propio pueblo. La fortaleza también la encuentra el profeta en la obediencia a la palabra que recibe y anuncia. Esto le asegura la compañía permanente de Yahvé.
SALMO RESPONSORIAL: 70
R. / Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre;
 tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
 inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve,
 porque mi peña y mi alcázar eres tú,
 Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza,
 Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
 en el seno tú me sostenías. R.,

Mi boca contará tu auxilio,
 y todo el día tu salvación. Dios mío,
 me instruiste desde mi juventud,
 y hasta hoy relato tus maravillas. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS  A SU CONTEXTO
Un anciano gravemente enfermo acude al Señor para que no lo abandone en los penosos días de su vejez (vs. 9, 18). En lugar de describir minuciosamente los dolores que lo afligen, el salmista reitera sus expresiones de fidelidad y confianza en Dios (vs. 3, 5-8, 19), y su promesa de proclamar los beneficios recibidos, para ejemplo de los más jóvenes (v. 18).

SEGUNDA LECTURA
1CORINTIOS 12, 31-13,13
“Quedan la fe, la esperanza, el amor; la más grande es el amor” 
Hermanos: Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional. Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.
Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Este bello canto al amor, tiene como contexto la discusión de los corintios en torno a los carismas. Con el texto de hoy, Pablo afirma categóricamente que el único “carisma” absoluto es el del amor. El amor al que se refiere el autor no es el amor helenista (eros), sino el amor cristiano (ágape), que es un amor que se recibe, se entrega, se sirve y hasta da la vida por los hermanos. Sin amor, no tiene sentido ni el mejor de los carismas; sin amor, la palabra profética queda en el vacío, sin amor el amor de Dios pasa de largo en nuestras vidas.
Podemos dividir el canto en tres partes. En la primera (vv. 1-3) se enumera una serie de carismas que no son nada si falta el amor. En la segunda (vv. 4-7) se enumeran quince características del amor cristiano; siete se plantean de forma positiva y ocho de forma negativa. En la tercera parte (vv. 8-13) Pablo termina su canto reafirmando la eternidad del amor. El amor, que puede cambiarlo todo, es el único que no cambiará, que será el mismo eternamente. Entre la fe, la esperanza y el amor, este último es el mayor, quedando clara, para los corintios y para los cristianos de todos los tiempos, la superioridad del amor sobre cualquier otro carisma.
LECTURA DEL EVANGELIO
LUCAS 4,21-30
“Jesús, como Elías y Eliseo, no es enviado sólo a los judíos”
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír." Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: "¿No es éste el hijo de José?". Y Jesús les dijo: "Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún." Y añadió: "Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio." Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN
El domingo pasado, después de la lectura que hizo Jesús del profeta Isaías, el evangelio terminaba diciendo que “todos los presentes tenían fijos los ojos en él...”. El evangelio de hoy continúa la escena, que —recordemos— se desarrolla en la sinagoga de Nazaret. Jesús dice que en él se cumplen las palabras de Isaías, es decir, que es «el ungido» (Mesías) para anunciar la Buena Noticia a los pobres y oprimidos... y el «año de gracia» del Señor.
Los vv. 22-30 los podemos dividir así: v. 22: la reacción de la gente; vv. 23-27: la respuesta de Jesús; vv. 28-29: indignación e intentos de matar a Jesús por parte de los nazarenos; vv. 30: Jesús continúa su camino.  Es interesante constatar el contraste entre la reacción de la gente en el v. 22 y la de los versículos 28-29. Inicialmente los de su pueblo aprobaban, y se admiraban de su paisano, pero no alcanzaban a ver en Jesús la gracia de Dios que salía de sus labios, ni al profeta anunciado por Isaías, sino simplemente al Jesús hijo de José. Jesús percibe que sus paisanos no están interesados en sus palabras sino en sus hechos, les interesa ante todo un espectáculo milagrero, que cure los enfermos del pueblo y basta. Jesús les responde con otro refrán: “ningún profeta es bien recibido en su patria”, dejando claro que en Nazaret no hará ningún milagro.
Entre los vv. 25-27 Jesús acude al AT para explicar su situación. El verdadero profeta no se deja acaparar ni mucho menos presionar para satisfacer a un auditorio interesado sólo por el espectáculo o por intereses individuales, aunque sean los de sus familiares o su propio pueblo. El profeta es libre y se debe a la Palabra de Dios. La historia de Elías y Eliseo recuerda a los nazarenos cómo éstos tuvieron que irse a tierra de paganos porque su propio pueblo no quería escucharlos. La característica de la mujer de Sarepta es su confianza en Dios, confiando su vida y la de su propio hijo en un extraño como Elías; y característico del sirio Naamán es que depone su orgullo y soberbia nacionalistas ante las palabras de Eliseo. La misma Iglesia reconocerá en este texto su misión de anunciar la Buena Noticia a los más alejados, es decir, que la Palabra echa sus primeras raíces en las personas y en las familias, pero ése no es su destino final; tiene que ser una palabra que busque siempre el camino de los más alejados y necesitados.
Las palabras finales de Jesús enfurecen a los presentes e intentan arrojar a Jesús por un barranco en las afueras del pueblo. Es curioso cómo los pobres de Nazaret, sujetos preferenciales del Anuncio de la Buena Nueva, desprecian la palabra presente en su tierra. Pero la palabra no puede morir, y Jesús continúa su camino misionero al servicio de los pobres, marginados y excluidos, con una palabra de vida, aunque amenazada siempre de muerte por quienes hacen de su vida una mala noticia de egoísmo.

ORACIÓN
Te adoramos, Señor Jesucristo, te damos gracias porque en virtud del amor que el Padre y Tú nos profesan han tenido a bien derramar sobre nosotros la abundante gracia de tu amor en nuestros corazones en el Espíritu Santo que se nos ha dado. Te pedimos perdón porque con nuestra falta de amor agrietamos la alianza que hemos contraído contigo. Nos entregamos a la acción de tu Espíritu Santificador, para que con sus dones nos permita no sólo renovar nuestra vida, sino a toda la Iglesia que peregrina en el mundo. Amén.  


“El mensaje de Jesús está destinado a “plantear problemas”, pero también a volver la mirada hacia ese amor que todo lo soporta” 

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