“JESÚS: EL PACTO ESPECIAL DEL AMOR DE DIOS”
PRIMERA
LECTURA
ISAÍAS 62,1-5
“La alegría que encuentra el esposo con su esposa”
Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré,
hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha.
Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre
nuevo, pronunciado por la boca del Señor.
Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de
tu Dios. Ya no te llamarán "Abandonada", ni a tu tierra
"Devastada"; a ti te llamarán "Mi favorita", y a tu tierra
"Desposada", porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá
marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó;
la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.
Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Las
lecturas de este domingo tienen como eje transversal la invitación de Dios a
toda la humanidad a asumir como propio el proyecto del Reino, de retarle, en
libertad y sinceridad, a una manera nueva ser hombre y mujer, de ser creación y
sociedad. El texto que leemos en la primera lectura forma parte del segundo
Cántico del Siervo (Is 49,1 – 50,7) en el que se identifica al pueblo de Israel
como el servidor de Dios; este Israel mencionado aquí no representa la
totalidad del pueblo de Dios, sino que, tal vez, se refiera a aquella pequeña
comunidad creyente desterrada en Babilonia, a ese grupo reducido que mantiene
viva la esperanza y la fe. Ese grupo que, a pesar de estar lejos de su tierra,
mantiene su confianza en Yahvé es el que traerá la salvación a todo el pueblo
de Israel y al mundo entero, pues Dios ha puesto sus ojos en él y le ha
asignado la misión de expresar a toda la creación su deseo más profundo: salvar
a todos sin excepción. El profeta que escribe este cántico marca una gran diferencia
en cuanto a la comprensión de la salvación prometida por Yahvé; siendo el
tiempo del exilio, el profeta anuncia una salvación para todas las naciones, no
únicamente para el pueblo de Israel.
SALMO RESPONSORIAL: 95
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria,
contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R.
Familias de los pueblos,
aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
Postraos ante el Señor en el atrio
sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda.
Decid a los pueblos: "El Señor es
rey,
él
gobierna a los pueblos rectamente." R.
OREMOS CON EL SALMO Y
ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
Este salmo es un himno de
jubilosa alabanza al Señor Dios, Creador
del mundo y protector de Israel, que el
rey David ofreció cuando trajo el arca del Pacto de Jerusalén. El salmista
canta las alabanzas a Dios, asombrado por todo lo que Él ha hecho. El mejor
testimonio se da cuando nuestros corazones están agradecidos por su obra. Dios
nos escogió para proclamar “en todos sus pueblos sus maravillas”.
SEGUNDA LECTURA
1CORINTIOS 12,4-11
“El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece”
Hermanos: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay
diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones,
pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el
Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con
sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay
quien, por el mismo Espíritu, recibe el don de la fe; y otro, por el mismo
Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a aquél,
profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno, la
diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único
Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le
parece. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
La
segunda lectura de hoy nos habla del Espíritu de Dios, que nos ha dado a cada
uno una serie de carismas o dones de su amor para que los pongamos al servicio
de la comunidad y glorifiquemos con ellos a la Comunidad de Dios. Los carismas
son para la construcción y edificación de la comunidad; por eso, cada uno de
nosotros ha de conocer y asumir lo que Dios le ha dado y ejercitarlo como don
en la construcción de la comunidad. De esa manera viviremos la alianza
matrimonial que Dios establece con nosotros a través de Jesús.
LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 2,1-11
“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos”
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de
Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No les queda vino."
Jesús le contestó: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora." Su
madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que él diga." Había allí
colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de
unos cien litros cada una. Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de
agua." Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: "Sacad ahora
y llevádselo al mayordomo." Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el
agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían,
pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: "Todo el
mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en
cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora." Así, en Caná de Galilea
Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos
en él. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Dijimos
hace una semana que la manifestación poderosa de Dios se expresaba tres signos.
Hoy tenemos el tercero, las Bodas de Caná. Por eso, el mismo evangelio de este
día lo afirma: “En Caná, Jesús manifestó su gloria y creció la fe de los
discípulos en Él”(Jn 2,10). Confiemos en que hoy se acreciente nuestra fe. El
evangelio de Juan tiene siete signos de Jesús; cada uno de ellos es señal de
algo más profundo que Él va a realizar. Son como parábolas sobre el ministerio
de Jesús. Y la Boda de Caná constituye el primero de estos signos: Para el
cuarto evangelio, en la Boda de Caná se inicia el reino de Dios y toma la forma
de un banquete matrimonial. Si para Marcos, Mateo y Lucas, el inicio del Reino
se expresa con la figura de la pesca, en Juan toma la figura de una Alianza
matrimonial: Dios quiere renovar la Alianza con su pueblo mediante un banquete
de bodas. Ya el profeta Isaías (62,1-5) nos dice, en la primera lectura, que el
pueblo que había sido devastado y abandonado por su infidelidad y conducido a
Babilonia, ahora va a ser restaurado, y con la imagen de una novia preparada
para su boda se expresa su transformación. Dios quiere casarse con el pueblo,
su elegido, su favorito.
Por
eso, el ministerio salvador de Jesús se inicia con una boda. Pero resulta que
en la relación de Dios con su pueblo no hay ya vino que alegra la vida y, por
la intervención de la Madre de Jesús, el agua abundante se transforma en el
vino nuevo que permite la fiesta del compromiso de Dios con su comunidad. A
partir de ahora, Dios se compromete seriamente en la realización de su plan de
salvación, mediante la acción transformadora de Jesús que aporta vida,
abundancia, plenitud. El vino nuevo que Jesús da es el vino de bendición
esperado para los tiempos mesiánicos.
¿Cuál
ha de ser nuestra respuesta a este compromiso de Dios con nosotros?. Hay dos
aspectos concretos que podemos asumir. El primero está expresado en la palabra
de María a los servidores de la boda: “Hagan lo que Él les diga”. Son palabras
con una resonancia bíblica grande, repetidas constantemente en las Escritura
cuando se ha querido renovar la Alianza con Dios. (Ex 19,8; Jos 24,24). Por lo
mismo, “Hacer lo que Jesús nos dice”, significa vivir la Alianza con Dios, ser
hombres y mujeres comprometidos que toman conciencia de su Alianza bautismal y
la viven a diario, con un esfuerzo por escuchar su Palabra, hacerla vida y
enseñarla a otros. Agradezcamos lo que Dios nos ofrece, acojámoslo con alegría
y entremos en la fiesta de la Alianza, viviendo nuestra vida de esta semana
seguros de estar íntimamente unidos al Señor, que nos ama y nos bendice.
ORACIÓN
Te damos
gracias, te alabamos, Buen Señor, por el amor que nos tienes; porque estás
siempre dispuesto a escucharnos y bendecirnos, te pedimos hoy, llena nuestras
vasijas, queremos recibir de tu vino nuevo, recibir de tus dones. Aquí estamos hoy Padre
Bendito, para pedirte que nos dejes vivir en la libertad de tu Espíritu, nos des
la identidad, sello y compromiso misionero como discípulos(as) tuyos, aquí estamos
para hacer tu voluntad. Amén.
“En
la oración y la vida comunitaria encontramos la fuerza para sacar adelante
nuestros proyectos familiares y personales”
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