sábado, 1 de noviembre de 2014

Domingo 2 de Noviembre 2014


“JESÚS, MOTIVO PARA CREER Y CELEBRAR LA VIDA HOY Y DESPUÉS DEL GRAN PASO”
           
PRIMERA LECTURA
2 MACABEOS 12, 43-46  
 Efectuó entre sus soldados una colecta y entonces envió hasta dos mil monedas de plata a Jerusalén a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado. Todo esto lo hicieron muy bien inspirados por la creencia de la resurrección, pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos. Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahí que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado.  Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
El texto que nos propone la liturgia de la celebración de los fieles difuntos es 2 Macabeos en el capítulo 12, es un escrito muy tardío del Antiguo Testamento. Durante la dominación griega en Jerusalén, hacia el siglo II antes de Cristo nos cuenta como, después de la batalla contra  Gorguias, el ejército de Judas Macabeo fue a recoger los muertos para darles sepultura y encontraron en muchos de ellos “objetos consagrados a los ídolos” que la ley prohíbe a los judíos. Judas macabeo, entonces ofrece una celebración de sacrificios de expiación, unos, para pedir perdón de los pecados; pero con el pensamiento puesto en la resurrección.
Hay aquí dos elementos muy propios de nuestra experiencia cristiana: la conciencia del pecado comunitario, que lleva a celebrar un sacrificio para pedir perdón, y la esperanza puesta en la resurrección. Lo segundo da confianza para lo primero; porque creemos en la resurrección, pedimos perdón a Dios por el pecado de todos, no solo por los pecados de nuestros difuntos.       

SALMO 129
R. / Desde lo hondo grito a Ti, Señor.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora R.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.

OREMOS CON EL SALMO Y ACERQUÉMONOS A SU CONTEXTO
En medio del peligro amenazante el salmista expresa su confianza inalterable en Dios. Solo de Él espera ayuda. Igual confianza nos inspira el Nuevo Testamento, pero nos proporciona un motivo más profundo de esperanza: la unión con Cristo presente en medio de su pueblo    . 
SEGUNDA LECTURA
ROMANOS 6,3-9

¿No saben ustedes que, al quedar unidos a Cristo Jesús en el bautismo, quedamos unidos a su muerte? Pues por el bautismo fuimos sepultados con Cristo, y morimos para ser resucitados y vivir una vida nueva, así como Cristo fue resucitado por el glorioso poder del Padre.

Si nos hemos unido a Cristo en una muerte como la suya, también nos uniremos a él en su resurrección. Sabemos que lo que antes éramos fue crucificado con Cristo, para que el poder de nuestra naturaleza pecadora quedara destruido y ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado. Porque, cuando uno muere, queda libre del pecado. Si nosotros hemos muerto con Cristo, confiamos en que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, habiendo resucitado, no volverá a morir. La muerte ya no tiene poder sobre él. Palabra del Señor.

REFLEXIÓN
El texto que nos regala la liturgia de hoy se comprende mejor si se piensa en el bautismo primitivo cuando se usaba en el rito de la inmersión: el signo de sumergirse en el agua y salir de ella expresa muy bien lo que sucede a través de este rito: el hombre se une a Cristo sepultado en la muerte y resucitado de entre los muertos. Eso tiene una primera consecuencia: esta unión con Cristo trae un cambio en el modo de vivir. El que se ha unido conscientemente con Él, ciertamente querrá vivir del modo más parecido, sin pecado. Y esta unión tiene una segunda consecuencia que es vivir con Él más allá de la muerte. El cristiano cree que Jesús ha resucitado y vive para siempre, y por eso cree también que el que se ha sumergido con Él en la muerte vivirá también por siempre.


LECTURA DEL EVANGELIO
JUAN 12, 23-28

“Jesús entra a Jerusalén”

Jesús les dijo entonces:
—Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.  Les aseguro que si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda él solo; pero si muere, da abundante cosecha.  El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna.  Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará.
 »¡Siento en este momento una angustia terrible! ¿Y qué voy a decir? ¿Diré: “Padre, líbrame de esta angustia”? ¡Pero precisamente para esto he venido!  Padre, glorifica tu nombre.
Entonces se oyó una voz del cielo, que decía: «Ya lo he glorificado, y lo voy a glorificar otra vez.» Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

El evangelio de Juan narra “la hora de Cristo”, el momento anterior a su pasión. Todo no termina con la muerte, ahí empieza una nueva vida en el espíritu del resucitado. Cristo ha vencido a la muerte y al pecado y se ha hecho semejante a nosotros, de hecho también todos podemos acceder a una vida nueva, que se inicia aquí a partir de nuestra conversión a Dios y continúa más allá de nuestra muerte. Lástima que hay tantas personas con una visión tan miope de la vida que dicen que después de la muerte no hay nada más. El encuentro con Jesús a través de su palabra tiene que hacerse toda una práctica de vida y oración para que a través de ella el Espíritu del Señor resucitado nos conceda caminar siempre con esperanza hacia la muerte, y más allá de ésta a la resurrección eterna. Reflexionando hoy en torno a los momentos de dolor que empiezan a acompañar a Jesús en el camino hacia su pasión y muerte en la cruz, y acercándonos poco a poco al final del año litúrgico y comienzo en el próximo de mes de diciembre de Adviento y Navidad, valdría la pena hacernos algunas preguntas:
¿Qué sentimientos tenemos desde nuestra realidad humana y de fe en el Señor sobre la muerte?
La liturgia de hoy más que querer sembrar miedo y desesperanza en frente al tema de la muerte, nos quiere dar un mensaje de confianza, esperanza y seguridad, para todos nosotros los creyentes. Tenemos que aprender a vivir este mensaje en todos los sentidos: con relación a nuestros difuntos y con relación a nosotros mismos. Todos de una u otra manera hemos experimentado el tema de la muerte; algún amigo fallecido, familiar, etc. Si nuestros hermanos que ya partieron (difuntos) han creído en el Señor, y han vivido su fe, podemos estar seguros de que están con el Señor y tienen un puesto con el Padre, Dios. De aquí que debe valer más el abandono y confianza en el Señor que el mismo dolor de la separación. Y nosotros mismos desde ya podemos sentir el llamado a vivir unidos eternamente a Cristo con la convicción de que le pertenecemos y la esperanza de morir un día en Jesús para resucitar con Él y gozar eternamente de su Reino.
En este día valdría la pena pensar recordando en el corazón por todas las personas amadas que ya partieron y de una forma u otra nos enseñaron a construir la vida, dar gracias a Dios por el maravilloso regalo de los seres humanos  con los que pudimos caminar y contar para elevar hoy y siempre una plegaria de gratitud en su nombre. Gracias Buen Dios vencedor de la muerte, por todos nuestros seres amados que se nos han adelantado a la felicidad plena y verdadera que es estar contigo para siempre, por la fe que les diste y por todo el amor que recibimos a través de ellos. Preguntémonos de nuevo hoy y cada día de nuestro existir:
¿He pensado en la posibilidad de nuestra propia muerte?
¿Estoy preparándome para partir en cualquier momento en la presencia de Dios?
¿Vivo de tal modo que puedo esperar con tranquilidad de conciencia la muerte? 
       
ORACIÓN
Amado Jesús Tú nos llamas a ver con claridad el sentido del paso de este mundo a la verdadera resurrección, aquella que nos acerca a ti desde el hoy y que permitirá que nos reconozcas cuando regresemos a tu dimensión de libertad y plenitud. Ayúdanos por favor a tomar conciencia de nuestra misión en este  mundo, a partir de la comunión contigo velando por tus preferidos. Te agradecemos también por los que ya pasaron y dejaron huellas de amor en nuestra vida. Amén

“Somos capacitados para mirar más allá de la muerte y alegrarnos de la feliz resurrección”


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