“LLAMADOS A LA CONVERSIÓN”
La realidad más visible en las lecturas de hoy está, sin duda, en el
arrepentimiento. Jonás predica en la ciudad pagana por excelencia, Nínive;
Cristo predica en Galilea. El mensaje, sin embargo, es distinto, por lo menos
en su aspecto exterior: "Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida", dice Jonás; "El Reino de Dios ha llegado", anuncia
Jesús. Podemos mirar en estas expresiones diversas las dos caras del mensaje
que llama a la conversión.
PRIMERA LECTURA
JONÁS 3,1-5.10
“Los ninivitas se convirtieron de su mala vida”
En aquellos días, vino la palabra del Señor sobre Jonás: "Levántate
y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo." Se
levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad,
tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y
caminó durante un día, proclamando: "¡Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida!" Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se
vistieron de saco, grandes y pequeños. Y vio Dios sus obras, su conversión de
la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había
amenazado a Nínive, y no la ejecutó. Palabra de Dios.
REFLEXIÓN
Jonás hoy presenta un contenido positivo: el profeta atiende el mandato
de Dios, que le envía a predicar, va, predica, y además tiene éxito su
predicación, pues la ciudad se arrepiente. El comentario más simple a este
texto puede ir por la línea de la importancia de la predicación profética para
la conversión de los que están alejados de Dios. Es un tema conocido. Y, como
decíamos, hace un paralelismo con el texto del evangelio: Jesús es un nuevo
profeta, que empalma con la línea de los profetas clásicos, que también se
lanza por los caminos para predicar un mensaje de conversión.
Que este texto también nos haga reflexionar que Dios siempre se preocupa
por todos y por todos nosotros, siempre se quiere hacer cercano,
cercano a nosotros, que es un Dios que escucha, un Dios que se compadece
de todo hombre arrepentido, y no es ajeno nunca a nuestra realidad.
SALMO RESPONSORIAL:
24
R./Señor, enséñame tus caminos.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
OREMOS CON EL SALMO
Este salmo es un canto a la bondad y al amor de
Dios y petición humilde de orientación y enseñanza. El cristiano sabe que el
amor de Dios se hizo presente de manera nueva e insuperable en la persona de
Jesús. Él es quien debe guiarlo y enseñarle la verdad que conduce a la vida.
SEGUNDA LECTURA
1CORINTIOS 7,29-31
“La representación de este mundo se termina”
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante. Queda como solución
que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si
no lloraran; los que están alegres, como si no lo estuvieran; los que compran,
como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de
él: porque la representación de este mundo se termina. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Esta lectura también puede iluminarse hoy con la del
evangelio de Marcos: ante el reinado de Dios que ha sido instaurado por la
actuación de Jesús -su predicación, sus milagros, sus controversias,
especialmente su muerte y resurrección-, todas las realidades humanas adquieren
un nuevo sentido: comprar, vender, llorar, reírse, casarse o permanecer célibe,
todo es diferente y su valor distinto. Lo absolutamente definitivo es el
ejercicio de la voluntad salvadora de Dios que Jesús vino a poner en marcha.
Por eso Pablo puede afirmar que "la presentación de este mundo se
termina", es decir, que Dios hace nuevas todas las cosas realizando la
utopía de su Reino en donde pobres y tristes, enfermos y condenados, excluidos
y ofendidos de la tierra son rescatados y acogidos, y en donde los ricos y los
poderosos son llamados urgentemente a la conversión.
LECTURA DEL EVANGELIO
MARCOS 1,14-20
“Convertíos y creced en el evangelio”
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el
Evangelio de Dios. Decía: "Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de
Dios: convertíos y creed en el Evangelio." Pasando junto al lago de
Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban
echando el copo en el lago. Jesús les dijo: "Venid conmigo y os haré
pescadores de hombres." Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que
estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo
en la barca con los jornaleros y se marcharon con él. Palabra del Señor.
REFLEXIÓN
Después de narrarnos los comienzos del evangelio con Juan Bautista, con
la unción mesiánica de Jesús en el río Jordán y con sus tentaciones en el
desierto, Marcos nos relata, en unas frases muy condensadas, los comienzos de
la actividad pública de Jesús: es el humilde carpintero de Nazaret que ahora
recorre su región, la próspera pero malafamada Galilea, predicando en las
aldeas y ciudades, en los cruces de los caminos, en las sinagogas y en las
plazas. Su voz llega a quien quiera oírlo, sin excluir a nadie, sin exigir nada
a cambio. Una voz desnuda y vibrante como la de los antiguos profetas. Marcos
resume el entero contenido de la predicación de Jesús en estos dos momentos: el
reinado de Dios ha comenzado –es que se ha cumplido el plazo de su espera– y
ante el reinado de Dios sólo cabe convertirse, acogerlo, aceptarlo con fe.
Muchos reinados recordaban los judíos que escuchaban a Jesús, el
muy reciente reinado de Herodes el Grande, sanguinario y ambicioso, tantos
reinados que habían oprimido al pueblo, otros reinados de los viejos reyes
convertidos en figuras de leyendas doradas como David y su hijo Salomón. ¿Pero
de qué rey hablaba ahora Jesús? Del anunciado por los profetas y anhelado por
los justos. Un rey divino que garantizaría a los pobres y a los humildes la
justicia y el derecho y excluiría de su vista a los violentos y a los
opresores. Un rey universal que anularía las fronteras entre los pueblos y
haría confluir a su monte santo a todas las naciones, incluso a las más
bárbaras y sanguinarias, para instaurar en el mundo una era de paz y
fraternidad.
Este «Reinado de Dios» que Jesús anunciaba hace 2000 años por Galilea,
sigue siendo la esperanza de todos los pobres de la tierra. Ese reino que ya
está en marcha desde que Jesús lo proclamara, porque lo siguen anunciando sus
discípulos, los que Él llamó en su seguimiento para confiarles la tarea de
pescar en las redes del Reino a los seres humanos de buena voluntad. Es el
Reino que proclama la Iglesia y que todos los cristianos del mundo se afanan
por construir de mil maneras, todas ellas reflejo de la voluntad amorosa de
Dios: curando a los enfermos, dando pan a los hambrientos, calmando la sed de
los sedientos, enseñando al que no sabe, perdonando a los pecadores y
acogiéndolos en la mesa fraterna; denunciando, con palabras y actitudes, a los
violentos, opresores e injustos.
ORACIÓN
Comenzando un día nuevo contigo, Buen Señor de la Vida, te damos gracias
por esta nueva oportunidad de encuentro contigo a través de tu palabra. Quizás
tu sabes bien lo que hoy te vamos a pedir, ¡Tantas veces te lo ha dicho nuestro
corazón!. Sólo deseamos amarte más en este día. Mi amado Jesús tu eres el
mejor de nuestros amigos, más aún, nuestro único y verdadero amigo. Tú eres
nuestro Hermano y nuestro Padre, nuestro Dios y nuestro Todo. Hoy queremos
convertirnos y regresar a ti. Tú eres todo para nosotros, eres nuestro rey
y nosotros queremos ser todo para ti. Amén
“El tiempo en las manos de Dios encuentra su
verdadero lugar”
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